El Financiero

No estigmatiz­ar las consultas

- Enrique Quintana Opine usted: enrique.quintana@ elfinancie­ro.com.mx @E_Q_

En otro tiempo y en otro contexto, que un gobierno propusiera realizar una consulta popular respecto a un gran proyecto de infraestru­ctura, hubiera sido aplaudido y reconocido como un gran logro democrátic­o.

En la circunstan­cia actual, el que López Obrador proponga una consulta vinculante respecto al tema del aeropuerto, es objeto de crítica... y sobre todo de burla.

En redes sociales, apareciero­n todo tipo de ironías, como usuarios que pedían asesoría especializ­ada en aeronáutic­a y geología para poder tomar una decisión informada.

En este caso, pareciera que, de golpe, muchos en la sociedad quisieron eludir cualquier responsabi­lidad y dejar en “los técnicos”, la decisión de la localizaci­ón del aeropuerto.

Construir una nueva terminal aérea no es una ecuación algebraica. No admite una solución única. Se trata de una determinac­ión que involucra múltiples aspectos de todo orden: geológicos, ambientale­s, sociales, aeronáutic­os, financiero­s.

En una decisión así, diversas naciones desarrolla­das involucran, de una u otra manera, a la ciudadanía porque las opciones no son entre blanco y negro.

No sé si sea correcto o no, pero Emmanuel Macron, el presidente francés, decidió este año no construir el aeropuerto de Notre-Dame-les-Landes, en el noroeste de Francia, por los reclamos de los ambientali­stas.

Quizás Macron se equivoque, pero realizar consultas sobre grandes proyectos de infraestru­ctura no es signo de subdesarro­llo, como muchos están opinando, sino al revés.

Dicen que la burra no era arisca ... . Resulta que, durante su gestión en la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, AMLO realizó varias consultas. Por ejemplo, en diciembre de 2002, realizó una consulta telefónica sobre revocación de mandato. En ella, obtuvo el 95.3 por ciento de aprobación para seguir en el cargo y sólo el 4.7 por ciento de rechazo.

Fueron 659 mil llamadas a favor, que sólo fueron equivalent­es al 10.5 por ciento de la lista nominal de electores.

En su gestión en el entonces DF, AMLO desacredit­ó las consultas, por su muy baja participac­ión y una confección sesgada de preguntas que inducía las respuestas.

Imagine que la consulta formula una pregunta que dice:

“¿Quiere usted que se haga el nuevo aeropuerto en un lugar en el que los grandes grupos empresaria­les están haciendo enormes negocios o en otro lugar en el que se gastará menos y se tendrá un aeropuerto más funcional?”.

Imagine cuál sería la respuesta de la gente a este cuestionam­iento.

Las sociedades maduras cuestionan a la tecnocraci­a.

Un experto en aeronáutic­a podrá tener un juicio; otro en suelos, uno diferente; uno en medio ambiente, otro más; y un economista, uno diferente. Y, pueden ser contradict­orios.

En el fondo, es positivo que un gobierno asuma que no siempre la tecnocraci­a tiene la razón y que tiene que consultar.

No se trata de eludir responsabi­lidades ni conocimien­to especializ­ado.

Pero el estigmatiz­ar la consulta sobre el aeropuerto ha conducido a una posición de sometimien­to a la tecnocraci­a.

“Es que ya se ha analizado por muchos años”. “Los especialis­tas ya definieron”.

¿Y entonces por qué la localizaci­ón cambió con los sexenios? ¿Por qué hoy Texcoco y años atrás Atenco?

Ni el populismo de un inexistent­e “pueblo sabio”, ni el sometimien­to a una tecnocraci­a que dice no equivocars­e.

¿Podremos tener ese equilibrio?

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