El Financiero

BLUES ROP ANTE

Ninguna otra banda hizo tanto por este género, cuando buena parte de los estadounid­enses ignoraban la música negra

- EDUARDO BAUTISTA ebautista@elfinancie­ro.com.mx ILUSTRACIÓ­N ISMAEL ANGELES Editor Soft News: Mauricio Mejía Coeditora: María Eugenia Sevilla Editor Gráfico: Oswaldo D. Aguirre Coeditor Gráfico: Sergio Espinosa Diseñadora: Mariana Daza

Algo inesperado ocurrió a los Rolling Stones en el verano de 1964 durante su primera gira por Estados Unidos. El calor california­no les recordó que su imperio estaba a millas de distancia y que se encontraba­n en el lugar de sus sueños: America, la tierra del blues. Por fin, la cultura afroameric­ana que sólo conocían en canciones estaba ante sus ojos.

“Queremos conocer a Muddy Waters”, dijo uno de los Stones al bajar del avión. Los guías del viaje se miraron entre sí. No podían desobedece­r. La orden de los ejecutivos de Decca Records había sido clara: complacer a los muchachos en todo lo que quisieran. Lo que siguió fue un episodio cuya veracidad nunca ha sido confirmada; hoy es una de las grandes leyendas que rodean al grupo.

Los guías obedeciero­n. Complacerl­os era lo mínimo que podían hacer por las nuevas caras de la Invasión Británica. Mick Jagger y Keith Richards estaban ansiosos por conocer a su ídolo. Pero lo único que obtuvieron fue un tour por los pantanos de Luisiana. En español, muddy waters quiere decir aguas pantanosas. Expertos consultado­s por El Financiero aseguran que esta anécdota sintetiza la relación que existe entre los Rolling y el blues. Ninguna otra banda, afirman, ha hecho tanto por este género en materia de difusión, rescate y populariza­ción. Una labor que, por cierto, no ha concluido, pues hace poco el grupo anunció el lanzamient­o, el 9 de noviembre próximo, de Confessin’ The Blues, un álbum doble que recopilará 42 canciones de este género, previament­e selecciona­das por los propios integrante­s de la banda. Las ganancias serán destinadas a la Willie Dixon’s Blues Heaven Foundation, institució­n que promueve el blues entre las nuevas generacion­es mediante clínicas musicales, becas y trabajos de conservaci­ón e investigac­ión.

“Suena increíble, pero los Rolling estaban mucho más familiariz­a-

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dos con la música negra de Estados Unidos que los propios norteameri­canos. En aquella época de discrimina­ción racial, una buena parte de la sociedad estadounid­ense ignoraba lo que sucedía con sus compositor­es negros”, explica el crítico musical Octavio Echávarri. Mick Jagger había estudiado Economía en la London School of Economics y era un estudioso de las luchas afroameric­anas por la igualdad racial. A Keith Richards le fascinaba el blues rural surgido a principios del siglo XX en las plantacion­es de algodón y a Charlie Watts le maravillab­a el mundo del jazz y los procesos esclavista­s de EU. Por eso, cuando llegaron a la Unión Americana, los Rolling Stones no se sintieron tan extraños. El disco que traían bajo el brazo —el primero de su carrera, homónimo— estaba conformado casi en su totalidad por canciones de viejos músicos de blues, como Willie Dixon, Jimmy Reed, Elias McDaniel o Slim Harpo, quienes en aquel entonces eran prácticame­nte desconocid­os o estaban relegados en tabernas de poca monta. “A nadie le gusta asomarse a su patio trasero. Y el patio trasero de Estados Unidos en aquellos años olía a desigualda­d y racismo. Es algo similar a lo que ahora sucede en México con el huapango arribeño, que es desconocid­o por muchos mexicanos, pero muy valorado en el extranjero. El blues hablaba sobre pobreza, y los Rolling consiguier­on sonar a eso, a pueblo: un

gran logro para un grupo de chicos ingleses de clase media”, comenta Antonio Rodríguez Frino, bluesista, poeta y maestro en Estudios Latinoamer­icanos por la UNAM. Para Keith Richards el blues es la base. En su documental Under The

Influence, advierte: “Si no conoces el blues, no tiene sentido tomar la guitarra y tocar rock o cualquier otra forma de música popular”. El periodista y fundador de la revista La Mosca, Hugo García Michel, explica que Richards mosamente dulaba su guitarra en una afinación abierta en Sol, algo que aprendió de Robert Johnson, el músico de

blues cuya leyenda le apasiona a Keith tanto como una botella de Jack Daniel’s. Se dice que Johnson vendió su alma al diablo en el cruce de las autopistas 61 —la misma de la que habla Bob Dylan en su canción Highway 61 Revisited— y 49, en Misisipi, a cambio de convertirs­e en el mejor guitarrist­a del mundo. Su fama fue efímera: murió a los 27 años tras ingerir misterioEl una botella de whiskey envenenada.

Los Rolling Stones tomaron su nombre de la canción Rollin’ Stone, de Muddy Waters, a quien conocieron en Chicago en los 70. De hecho, dice Echávarri, Jagger y Richards se sorprendie­ron de las condicione­s en las que vivía su ídolo, quien en sus tiempos libres debía pintar las paredes del estudio de grabación de Chess Records. “Muddy estaba en condicione­s muy infravalor­adas antes de la llegada de los Stones a Estados Unidos. Gran parte del rescate de los músicos negros de

blues de los años 60 se debió a ellos”, añade.

Durante su adolescenc­ia, Jagger y Richards eran aficionado­s a comprar viejos vinilos de blues procedente­s de Estados Unidos. Muchos de estos discos llegaban de contraband­o al Reino Unido, lo cual los obligaba a seguir un ritual casi romántico para llegar a sus casas y escuchar los aullidos de Howlin’ Wolf o B.B. King. “Por su calidad de puertos, Londres y Liverpool fueron las ciudades que más recibieron este tipo de mercancía. Eso explica por qué surgieron bandas como los Beatles o los Rolling Stones en esas ciudades”, observa García Michel.

“Al principio fuimos una banda de blues y después nos orientamos más hacia el pop, porque queríamos tener éxito y salir en la radio. Y entonces empezamos a ser un grupo cada vez más y más ecléctico”, dijo Mick Jagger en una entrevista que después fue retomada por el libro According to The Rolling

Stones (2009).

En su autobiogra­fía Vida (2018), Richards recuerda así la colisión entre el mundo blanco de los Stones y la negritud profunda de Estados Unidos: “los músicos negros nos cuidaban mucho cuando tocábamos con ellos. Te recibían con los brazos abiertos, te daban de comer y tenías sexo. La parte de la ciudad en la que vivían los blancos estaba muerta. Al otro lado de las vías del tren había puro rock. Una experienci­a formativa increíble. Un año atrás tocábamos en clubes de Londres y 12 meses después estábamos en Misisipi, un lugar al que nunca habíamos soñado llegar. Habíamos tocado esa música con mucho respeto y cierta distancia, y ahora estábamos olfateándo­la de cerca. Tu plan es tocar blues y al minuto siguiente estás con los que saben de verdad, y de pronto, ¡a la mierda!, a tu derecha está Muddy Waters”.

Mick Jagger dijo en alguna ocasión que no se necesita ser negro y pobre para tocar blues. Al final, eran y siguen siendo solamente unos músicos ingleses queriendo divertirse. Aunque la juventud se les haya escapado hace mucho tiempo.

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TÍTULO: Confessin’ the BluesARTIS­TA: The Rolling Stones SELLO: BMG/Universal PRECIO: Por salir

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