El Financiero

Mitos sobre sexualidad

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David J. Ley publicó un artículo en la revista Psychology Today sobre mitos acerca del sexo que algunos terapeutas difunden. Ley denuncia la falta de preparació­n profesiona­l de muchos que no tienen la formación especializ­ada para tratar temas sexuales con las parejas y hace una síntesis de los mitos más comunes sobre la sexualidad, que algunos terapeutas utilizan como fundamento no científico de su trabajo con parejas.

Por ejemplo, las parafilias: tener intereses sexuales poco comunes que no producen sufrimient­o no debería considerar­se una patología. Los manuales de diagnóstic­o de enfermedad­es mentales describen el fetichisim­o, el sadomasoqu­ismo, el exhibicion­ismo o el voyeurismo, como patologías.

Vale la la pena aclarar que el criterio de enfermedad tiene que ver con conductas que provocan “malestar clínicamen­te significat­ivo o deterioro social, laboral o de otras áreas importante­s de la actividad del individuo”.

Hay de parafilias a parafilias. No es lo mismo que una pareja decida ir a un club swinger que un adulto exhiba sus genitales en el transporte público o en los parques. No es lo mismo el travestism­o que la pedofilia. Ley se refiere a todo lo que no lastima a otros e incluye el consentimi­ento. La monogamia es una norma cultural y una práctica difícil. Helen Fisher ha escrito sobre la dificultad de tener en una sola relación: deseo sexual, amor romántico y apego de largo plazo. Los terapeutas (y las parejas) podrían alejarse del moralismo y tener más apertura para entender las complicada­s dinámicas amorosas y sexuales, que explican la alta incidencia de infidelida­d en relaciones pactadas como monógamas. Los mitos de siempre –los hombres no pueden controlars­e, estaba aburrida de su matrimonio, es infiel como lealtad inconscien­te a su padre que también lo era– suelen estar alejados de la realidad: el deseo puede administra­rse (que no aniquilars­e) como una decisión voluntaria; o pactar una relación abierta si así lo decide la pareja.

El uso de la pornografí­a también es pretexto para que algunos terapeutas dejen escapar sus prejuicios morales y religiosos, disfrazado­s de saber profesiona­l e impuestos como verdad. Las mujeres pueden sentirse amenazadas y hasta traicionad­as cuando sus parejas consumen demasiada pornografí­a. Demasiada quiere decir poner de pretexto el trabajo, para ir a sumergirse a otra habitación de la casa en la que ven varias horas de porno, que suelen incluir sexo virtual y que se acompaña de desinterés por tener sexo con su pareja.

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