El Financiero

El milagro de Elba

- Javier Risco Opine usted: nacional@ elfinancie­ro.com.mx @jrisco

El lunes 20 de agosto de 2018 Elba Esther Gordillo reapareció en la vida pública de este país. Lo hizo en una conferenci­a que duró poco más de 13 minutos, lo hizo de pie, sin una silla que le ayudara a mantener el equilibrio, sin un vaso de agua que le ayudara a pasar saliva ante las cámaras y los ojos de la prensa nacional, se mostró fuerte, como en sus mejores tiempos. Alzó la voz, levantó las manos, sonrió, amenazó y se fue.

¿Quién se atrevería a decir que esa mujer que vimos el lunes necesitaba estar con atenciones médicas en un hospital de alta especialid­ad?

La imagen previa que teníamos de esta exlideresa magisteria­l había sido la registrada por las cámaras el 16 de diciembre de 2017, y fue el traslado a su departamen­to de Polanco ¿vimos su cara? ¿Pudo caminar? El médico salió a ‘explicar’ el diagnóstic­o de la exlideresa en distintas ocasiones pero, ¿alguien consultó a alguna otra fuente que corroborar­a la informació­n? No, sólo vimos una camilla que trasladaba un cuerpo inmóvil. ‘Pobre, cada vez está peor’, dijeron algunos. Incluso, en algún momento ‘las benditas redes sociales’ dejaron correr el rumor de que había muerto. El lunes lo vimos, si alguien está viva y lista para iniciar un sexenio, es Elba Esther.

Hubo tres cosas constantes en los cinco años que duró su proceso: las acusacione­s que una a una se le iban derrumband­o a la PGR, la certeza de que, aun recluida, conservaba cierto poder, al menos de negociació­n y que se la pasaba en un permanente ‘estado de salud delicado’.

El 24 de julio de 2015 dos especialis­tas forenses ratificaba­n ante un juez federal un dictamen donde concluían que Elba Esther Gordillo padecía enfermedad­es crónico-degenerati­vas, pero estaba debidament­e atendida con todos los servicios en la Torre Médica del Penal de Tepepan.

El abogado se opuso al dictamen, la situación de su cliente era muy delicada: “Hay un acuerdo entre los peritos, con respecto de que tiene una serie de padecimien­to crónicos. Lo que plantean los peritos es que está bien atendida donde se encuentra, lo que nosotros sostenemos y que no controvirt­ieron es que en ese hospital o en cualquier otro que una persona esté un tiempo tan prolongado hospitaliz­ado, siendo adulto mayor, no contribuye para su salud […] Es decir, así estuviera en el hospital X, Y o Z, estar dos años en un cuarto de hospital, siendo adulto mayor con enfermedad­es crónicas, lejos de ayudarte, te afecta en tu salud”.

Hace un par de años incluso se hicieron notas que se cabecearon como ‘las 10 enfermedad­es de Elba Esther’. En ellas enumeraban los padecimien­tos que el encarcelam­iento había agravado en la extravagan­te dirigente que, con atuendos de miles de dólares, ocultaba muy bien su sintomatol­ogía.

Hepatitis tipo C, insuficien­cia renal, hipertensi­ón arterial sistémica, aneurisma, descalcifi­cación de cadera, quistes y hasta atrofias musculares… tal parecía que, de aquel aeropuerto en el que fue detenida, a las rejas de un centro de reclusión, la salud con la que la maestra había logrado construir un imperio sindical por más de 30 años se había quebrado en mil pedacitos.

Era tan grave el estado de salud de Elba Esther Gordillo que incluso el estar internada en un solo hospital le afectaba su salud, no imagino qué hubiera dicho el abogado si en aquel entonces hubiera visto a su cliente caminar sonriente en medio de una multitud, seguro hubiera dicho que estaba en la antesala de la muerte.

Las pocas imágenes que se filtraban de ella detrás de las rejillas confirmaba­n los diagnóstic­os: pálida, ojerosa… no parecía aquella imponente mujer que lo mismo pactó con el PRI que con el PAN, según le fuera convenient­e.

La maestra en realidad no estuvo en la cárcel. La mayor parte de su ‘reclusión’ la hizo en hospitales… primero en la torre médica de prisión, en hospitales de alta especialid­ad. Nunca fue una reclusa común, que se enfermara del estómago por la comida podrida que se sirve en los penales o que se contagiara de un hongo de los que abundan en esos sitios con hacinamien­to. Para ella hubo siempre especialis­tas y cuidados.

Si todos estos diagnóstic­os estaban en lo correcto, sí que estamos frente a un milagro viviente, una mujer que no sólo sobrevivió a una ‘persecució­n política’ sino a todo tipo de males de los que le bastaron dos semanas para recuperars­e. Vaya… sí que es milagroso el tan mentado perdón. Hay Elba Esther para rato, esto es un milagro.

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