LEONARDO KOURCHENKO
Un juez federal en Argentina, presentó apenas ayer, acusaciones formales en contra de la hoy senadora y expresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Las acusaciones por más de 22 delitos, parecen más cercanas a una novela del boom latinoamericano, a una típica historia del surrealismo de nuestras regiones, que a una auténtica acusación judicial. El juez Claudio Bonadío construyó el caso en contra de la señora Kirchner, por cohecho, asociación ilícita, corrupción y 19 cargos más, al sostener que la expresidenta encabezó y dirigió una red de sobornos, coimas –“mordidas”- que desde el sector privado, empresarios pagaron para obtener licencias, permisos, contratos y quién sabe cuántos beneficios más. El juez llega al extremo de señalar – asegura que con sólidas evidencias– que en la propia residencia privada de la señora Kirchner – en las calles de Uruguay y Juncal, barrio de Recoleta en Buenos Aires– se entregaron más de 70 millones de dólares en 87 entregas en efectivo. Suena irreal pensar que un sistema organizado y coordinado desde la presidencia, cometiera el exceso y el cinismo de exigir costales de dinero que se entregaran en la propia residencia particular de la presidenta, cuando ocupaba justamente, la residencia oficial de Argentina, La Casa Rosada. Es de película. Pero el juez Bonadío asegura que tiene bajo su posesión, “Los Cuadernos” que registran todas las operaciones contables, las entregas de dinero, las cantidades de cada paquete, los responsables y los autores del soborno. Si ese registro en efecto existe, resulta incomprensible que no se hubiese destruido, una vez que la señora Kirchner dejó el poder en 2015. Según las acusaciones, existen evidencias de que esta sofisticada y al mismo tiempo muy burda operación de corrupción, entró en vigor desde tiempos de Néstor Kirchner, el fallecido esposo de Cristina y expresidente de la nación.
Los cuadernos son el tesoro encontrado al allanar su casa, que ahora asegura la senadora, sufrió daños con la entrada de agentes en búsqueda de evidencia.
Así como Karime Lozano en Veracruz, llenaba sus planas con la repetida consigna de “merezco abundancia, merezco abundancia”, los cuadernos de Cristina dejan una detallada relación de una extensa red de corrupción, sobornos y pagos para obtener beneficios del gobierno. No existe evidencia de que la propia señora Kirchner, presidenta en ese momento, haya recibido personalmente los pagos, pero el juez afirma en su presentación de cargos, que era ella “la jefa de la asociación delictiva” montada desde el poder para el enriquecimiento de su grupo y de su familia.
Ya existe un expresidente latinoamericano encarcelado, preso y sentenciado por dirigir una red de corrupción y cohecho desde la oficina presidencial: Otto Pérez Molina, de Guatemala, quien cumple sentencia junto con la exvicepresidenta: ambos acusados de recaudar comisiones de cuotas arancelarias en aduanas entre México y Guatemala.
Por lo pronto Cristina goza del fuero constitucional desde el Senado y se ve improbable que un juicio de desafuero prosperara en este momento. Por ello el juez ha dictado prisión preventiva, lo que impide que abandone el país.
El presidente Mauricio Macri, interrogado al respecto, ha señalado que es un asunto de los tribunales que procederán conforme a las leyes y que “el presidente no tiene porque intervenir en ello”.
Tres exmiembros del gabinete han sido ya acusados y llevados a juicios, algunos han ofrecido colaborar para reducir sentencias; más 8 empresarios del alto nivel, fueron igualmente imputados. Choferes, secretarios, testigos, empleados menores de entregas y traslados del efectivo forman parte del juicio que hasta el momento tiene ya detenidos y acusadas a 42 personas.
Parece difícil que Cristina logre evadir en esta ocasión –no es la primera vez que enfrenta un proceso judicial– la acción de un juez y un abultado expediente en su contra. De comprobarse estos hechos y encontrar culpables a los colaboradores, la expresidenta podría enfrentar un juicio de desafuero que muy probablemente concluiría en la cárcel.
La multicitada corrupción de los Kirchner, podría finalmente, ser comprobada y demostrada en hechos y declaraciones, y con ello, derrumbar el mito del “matrimonio ejemplar” que dirigió al país entre 2003 y 2015. Pero es una historia que aún está por escribirse, puesto que Cristina goza aún de apoyo, seguidores y respaldo popular.