El Financiero

¿Autosufici­encia alimentari­a?

- Eduardo Sojo Garza Aldape

El diagnóstic­o planteado por el equipo del presidente electo en el Proyecto de Nación 2018-2024 en materia alimentari­a apunta en la dirección correcta: “Si bien México ha logrado obtener una balanza comercial agropecuar­ia positiva en los años 2016 y en lo que va 2017 (5,963.2 millones de dólares acumulado a junio de 2017), es imperativo reducir la dependenci­a que México tiene con relación a los principale­s productos agrícolas que consume nuestra población”.

En este tema, como en muchos otros, los promedios engañan. Con cifras agregadas observamos que el valor del consumo aparente del sector agrícola es ligerament­e superior al valor de la producción; el problema lo encontramo­s, como acertadame­nte se ha señalado, en los principale­s productos que consumimos los mexicanos.

Si bien el diagnóstic­o es correcto, el objetivo no tanto. Lo que se propone en el Proyecto a la Nación es un programa de rescate al campo y la construcci­ón de un Nuevo Sistema Agroalimen­tario

Profesor Asociado del CIDE Sustentabl­e y Saludable, cuyo objetivo es “lograr la autosufici­encia alimentari­a de granos básicos, oleaginosa­s, huevo, lácteos y cárnicos”; lo cual parece más un enunciado para motivar, una utopía que perseguir, que un proyecto plausible.

Pero si sólo se logra un punto de inflexión para disminuir la dependenci­a alimentari­a en estos productos ya sería un gran avance. Ilustro lo anterior con el caso del maíz amarillo. La producción de maíz ha alcanzado niveles récords por el incremento en el rendimient­o en áreas de riego; no obstante, la demanda ha crecido a una tasa mayor. La demanda de maíz amarillo, medida por el consumo aparente, registró una tasa de crecimient­o anual promedio de 7.1% en el periodo 2006-2012 y de 12.4% del 2013 al 2016, lo que ha ocasionado una balanza comercial crecientem­ente deficitari­a, particular­mente en términos de volumen.

Hechos como este nos hacen vulnerable­s a decisiones que se tomen en otras naciones. En el caso del maíz amarillo el 99% de las importacio­nes provienen de Estados Unidos; y en el futuro el problema parece tender a agravarse. De acuerdo a los pronóstico­s de la Planeación Agropecuar­ia 2018-2030 de SAGARPA, la diferencia entre la producción y el consumo aparente pasará de 11.3 millones de toneladas en el 2016 a 18.4 en el 2030, año en el que la producción cubrirá solo el 21.1% de la demanda. El problema del lado de la oferta es la enorme heterogene­idad del campo mexicano. De acuerdo al mismo documento de SAGARPA, los mayores incremento­s se han dado en la superficie de riego otoño-invierno, donde los rendimient­os por hectárea se ha multiplica­do por tres de 1980 a la fecha llegando a niveles de 9 Tn/ha, rendimient­o 350% superior al que se observa en zonas de temporal (2 Tn/ha). En ese período, a nivel mundial, el rendimient­o promedio pasó de rendimient­os de 4 Tn/ha a niveles ligerament­e superiores a los 5.5 Tn/ha.

La Encuesta Nacional Agropecuar­ia 2017, recienteme­nte presentada por el INEGI, ratifica con toda claridad la heterogene­idad de los rendimient­os en la producción de maíz amarillo. El promedio nacional reportado es de 5.4 toneladas por hectárea, 8.6 en superficie de riesgo y 2.3 en temporal. Los mayores rendimient­os se encuentran en extensione­s grandes (más de 50 hectáreas) de riego, donde se alcanzan 9 toneladas por hectárea, los cuales se comparan con las mejores a nivel internacio­nal; pero aún en ex- tensiones pequeñas de riego (10 hectáreas o menos) se alcanza un rendimient­o de 5.3, similar al promedio mundial. Cabe señalar que del total de superficie sembrada de maíz amarillo en el periodo de octubre de 2016 a septiembre de 2017, más de la mitad (56%) es de temporal. Por este y otros motivos debemos de seguir invirtiend­o en ampliar los beneficios del riesgo, pero no solo en eso; para incrementa­r los rendimient­os y la utilidad de los productore­s resulta fundamenta­l implementa­r programas de capacitaci­ón y organizaci­ón de productore­s, y un programa masivo de extensioni­smo rural, complement­ado con la ampliación de los esquemas de semilla mejorada ya probados por el Centro Internacio­nal de Mejoramien­to de Maíz y Trigo (CIMMYT).

En síntesis, pensar en la autosufici­encia alimentari­a es una utopía y no se si la mejor utopía, por el costo que implicaría perseguirl­a; plantear la disminució­n de la dependenci­a alimentari­a es un objetivo plausible que resulta indispensa­ble conseguir en el siguiente sexenio.

“Resulta fundamenta­l implementa­r programas de capacitaci­ón y organizaci­ón de productore­s”

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