Viene otro terremoto
Diario tiembla, hay desde imperceptibles hasta los que marcan la vida, de estos seguiremos hablando todos, los que estamos y los que vienen, hasta la eternidad.
Los movimientos telúricos aparte de las desgracias, exhiben lo peor de la condición humana, representada en esos mal llamados servidores públicos que esquilman el producto de las donaciones para los necesitados y desvían los recursos públicos destinados al desastre.
La corrupción y la negligencia dañan más que el reacomodo de las placas tectónicas.
Desde la antigüedad, la vulnerabilidad de los seres humanos ha orillado a buscar explicaciones de todo tipo ante el poderío de la fuerza de la naturaleza. También se construyen toda una serie de conjeturas y predicciones, todas ellas rechazadas por la ciencia. Como la ahora señalada por la astróloga cubana Mhoni Vidente, quien asegura que volverá a temblar con intensidad entre el 22 y 24 de octubre de este año.
El 19 de septiembre ya está en el calendario como el día de las calamidades y las muertes. Después del 19 de septiembre de 1985, la probabilidad de que ocurriera otro terremoto en esa fecha era virtualmente imposible, pero volvió a repetirse el suceso y tal vez con mayor impacto entre la población. Lo ocurrido en la CDMX no se compara con lo que vivieron los habitantes de Chiapas, Oaxaca y Morelos. Los estragos continúan a la vista de todos.
Las capacidades de los gobiernos para enfrentar, o al menos prevenir, los terribles daños que ocasionan los sismos son limitadas, ni Japón, el país que tiene las capacidades más desarrolladas para proteger a la población, pudo contener el daño.
Los efectos en la tierra del sol naciente han sido devastadores, basta recordar el ocurrido el 11 de marzo de 2011, de 9 grados Richter, en donde hubo más de 300 mil muertos, buena parte provocados por el posterior tsunami y el escape de la radiación de un complejo nucleoeléctrico.
El problema es que, ante esta amenaza, en México no se han podido establecer las políticas públicas que protejan a la población en condiciones de alta vulnerabilidad, como precisamente quedó demostrado el año pasado en el sureste del país.
Ha habido avances, particularmente en el tema de la prevención; sin embargo, estamos a años luz de atender la contingencia con celeridad y eficacia.
De hecho, si no fuera por la sociedad civil que por mucho rebasó la capacidad de respuesta de las autoridades en los sismos de hace 33 años y del año pasado, eso hubiera sido de consecuencias inenarrables.
Ante la desgracia, el pueblo reacciona de inmediato, sin distingo de clases sociales. Esa solidaridad mexicana, esa compasión innata del pueblo mexicano es incomparable en el orbe y así será con las nuevas generaciones. El gobierno, ante el embate de la tierra, ha quedado rebasado, ya en la respuesta en los días posteriores al siniestro, ya en la ayuda a la población afectada.
En lugar de que el Congreso se distraiga en asuntos triviales, como los irresponsables tuits de Martí Batres o sus deslices en el saludo a la bandera o más aún en su Tupper Challenge, deben precisamente estar trabajando en el diseño de políticas públicas que atiendan el gravísimo problema que representa estar asentado sobre las placas tectónicas más peligrosas del planeta, como la de Cocos, Rivera y San Andrés. Ahora con la conformación del Paquete Económico 2019, en el cual el presidente electo López busca hasta por debajo de las piedras recursos para cumplir sus descabelladas promesas, como el de subvencionar a los jóvenes llamados ninis, deberían los legisladores atender el tema de los sismos y los daños que representan para la población y para la economía nacional.