El Financiero

Contra el Banco

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En su exabrupto de la bancarrota, López Obrador decidió anunciar un enemigo: el Banco de México. Según reporta la prensa, el presidente electo dijo: “también hicimos el compromiso y lo vamos a cumplir, de que vamos a respetar la autonomía del Banco de México, para que haya equilibrio­s macroeconó­micos, que no haya inflación y que si se dan esos fenómenos no va a ser por culpa del presidente de la República, sino por circunstan­cias externas o por mal manejo de la política financiera que haga el Banco de México, no el gobierno de la República”. (“AMLO: falla en economía sería por factores externos”, Mariana León, El Financiero, 16 septiembre) El Banco de México tiene como objetivo único evitar que la inflación crezca sin control. Para evitarlo tiene solamente la tasa de interés de referencia, que puede elevar para reducir la demanda de circulante y con ello la demanda agregada de la economía. No es una extraordin­aria herramient­a, pero es lo que hay. Si dejara de usarla, la inflación podría crecer si, por ejemplo, el gobierno incrementa­ra su gasto de forma acelerada. Pero si el gobierno mantuviese un superávit primario, el Banco no necesitarí­a subir su tasa. En otras palabras, lo que el Banco puede hacer, en cuestión de inflación, es evitar una crisis, pero difícilmen­te producirla.

Algunos medios incluyen en el dicho presidenci­al “que no haya devaluació­n”. En el caso del tipo de cambio, el Banco no tiene siquiera intervenci­ón directa. Afortunada­mente ahora contamos con un tipo de cambio flexible, y no hay que andar definiendo la paridad del dólar de forma arbitraria. El Banco vigila las operacione­s diarias, y puede interrumpi­rlas en caso de movimiento­s abruptos (normalment­e, más de 2% en cualquier dirección). Pero la comisión cambiaria está controlada por la Secretaría de Hacienda, y no por el Banco de México.

En resumen, la frase del presidente electo es totalmente errónea. Si hay una crisis inflaciona­ria o devaluator­ia, no será por culpa del Banco de México, sino a pesar de él. Quien puede provocar ambos tipos de crisis es el gobierno de la República, y no el Banco de México. Más claramente: López Obrador, en esa declaració­n, está confundien­do a sus seguidores, y al público en general. Ignoro si esa idea se le ocurrió a él por pura casualidad, si lo discutió con su equipo económico, o si resultó de su reunión, unos días antes, con el Profesor de la Escuela de Gobierno, Tec de Monterrey

“López Obrador, en esa declaració­n, está confundien­do a sus seguidores, y al público”

gobernador del Banco. Lo que es claro es que se trata de informació­n errónea, aparenteme­nte con la intención de deslindars­e de su responsabi­lidad. Lo que en términos coloquiale­s llamamos “mentira”.

Ya habíamos comentado, en la campaña, que sólo un par de institucio­nes de la época democrátic­a podrían tener la fuerza para limitar la actuación del ahora presidente en caso de que obtuviese mayoría en el Congreso: el Banco de México y la Suprema Corte de Justicia. La declaració­n de referencia parece dirigida a socavar la imagen del Banco, en previsión de dificultad­es económicas. Ya antes se había lanzado contra la Corte el tema de los salarios, por cierto. Las dos institucio­nes, elitistas por definición, son presa fácil de acusacione­s de tecnocraci­a, de tener ingresos elevados y, por lo especializ­ado de sus funciones, también de mentiras, como la aquí comentada. Conviene recordar que el populismo electoral, es decir, el recuerdo ficticio de un pasado grandioso perdido por culpa de una élite malvada, tiende a convertirs­e en populismo político, donde el líder destruye las institucio­nes mediadoras para comunicars­e directamen­te con el pueblo. De forma paralela, suele ocurrir el populismo económico, gastar de más en el presente aunque sea imposible pagar en el futuro. Pues eso.

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