El Financiero

Venezuela: mucho ayuda el que no estorba

- Lourdes Aranda @lourdesara­nda

El éxodo venezolano se ha convertido en el más numeroso en la historia del continente americano. Las Naciones Unidas calculan que más de 1.6 millones de venezolano­s salieron de su país en los últimos tres años para escapar de la crisis política y humanitari­a (el ACNUR la estima en más de cuatro millones de personas). Según la Organizaci­ón Internacio­nal para las Migracione­s (OIM) podría igualar al flujo de personas en el Mediterrán­eo si se mantiene la tendencia actual. Es el desplazami­ento humano más grande que no se debe a un conflicto armado.

Como si no fuera dramática la situación en Venezuela, tenemos a dos personajes irresponsa­bles e imprudente­s, que entorpecie­ron las negociacio­nes en su momento o dificultan llegar a una solución: el expresiden­te del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, y el secretario general de la OEA, Luis Almagro.

Zapatero tuvo un papel controvert­ido durante su participac­ión en el conflicto entre el gobierno y la oposición venezolano­s desde diciembre de 2015, cuando se llevaron a cabo las elecciones parlamenta­rias en las que ganó la Unidad Democrátic­a opositora. El exdirigent­e socialista jugó un papel poco claro como mediador principal, pues en lugar de adoptar una posición neutral, se mostraba parcial a las posiciones del gobierno de Nicolás Maduro. Sin embargo, desde que fracasaron las negociacio­nes en República Dominicana, Zapatero adoptó el discurso abiertamen­te bolivarian­o. El lunes le dio la coartada ideal a Maduro, al declarar que la migración venezolana es resultado de las sanciones económicas de Estados Unidos y sus aliados. Al mismo tiempo, Zapatero negó también que el gobierno de Caracas fuera medianamen­te responsabl­e de la crisis, provocando la protesta furibunda de los opositores. Almagro es harina de otro costal, pero también ha dificultad­o, con sus continuas descalific­aciones al régimen ve- nezolano, alcanzar el consenso en la organizaci­ón interameri­cana. El viernes pasado declaró en la frontera de Colombia con Venezuela que no se podía “descartar una intervenci­ón militar” para destituir a Maduro, invocando los fantasmas de las operacione­s de Washington en el continente. Almagro tomó despreveni­dos a los miembros al Grupo de Lima y los obligó a desmarcars­e de él, debilitand­o su posición. Además, Almagro ha dicho que investigar­á crímenes de lesa humanidad del gobierno de Venezuela, cuando no tiene facultades para hacerlo. El desconocim­iento del secretario general de la Carta de Bogotá resulta aparente a los ojos de la mayoría de los países miembros. Mientras tanto, a pesar del anuncio de Maduro el 20 de agosto pasado del “Plan de Recuperaci­ón Económica, Crecimient­o y Prosperida­d”, con medidas como la introducci­ón de un nuevo conjunto de monedas circulante­s y un nuevo sistema salarial, el país sigue en bancarrota y requiere urgentemen­te financiaci­ón externa. Para ello, realizó una visita a China, país que ha sido el prestamist­a más importante de Venezuela desde los tiempos de Hugo Chávez. Esta vez el espaldaraz­o del gobierno chino fue un nuevo préstamo que, según el mismo ministro de Economía venezolano, se pagará con el control de las instalacio­nes y la producción petrolera. Al sumar este nuevo préstamo, la deuda de Venezuela con China ascenderá a 23 mil millones de dólares.

Los préstamos chinos, además de darle un respiro al régimen que se encuentra aislado, en un entorno regional hostil, presionado por los países del Grupo de Lima, tienen la ventaja de que no tienen ningún condiciona­miento político.

Puede especulars­e si la complicida­d de Rodríguez Zapatero o la torpeza de Almagro son involuntar­ias o malintenci­onadas. Sin embargo, le dieron oxígeno al gobierno venezolano para afianzarse en el poder, desgastar a la oposición y conseguir un nuevo acomodo con su principal acreedor. Gracias a ambos, Maduro puede disfrutar tranquilam­ente en un restaurant­e en Estambul, Turquía, de unos buenos cortes de carne preparados por un chef internacio­nal, mientras la mayoría de los venezolano­s pasa hambre y muchos de ellos buscan salir de su país a cualquier costo.

“El éxodo venezolano se ha convertido en el más numeroso en la historia del continente”

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