Chivo en cristalería
El gran salón de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas se sacudió con una carcajada generalizada. El presidente de Estados Unidos, Donald J. Trump comenzaba su discurso en el tradicional aniversario de la fundación de la ONU. La risa fue la reacción a la exposición Trumpiana de su propia grandeza, al afirmar que sus primeros 19 meses de administración han sido los más exitosos de la historia. Trump volteó, sorprendido, a ver al auditorio. “Esta no es la reacción que esperaba”, dijo un desorientado Trump. Ciertamente. Trump siempre empieza sus discursos con algo similar en sus frecuentes mítines políticos, y normalmente recibe aplausos atronadores. Es increíble que ni él, ni sus asesores, empezando por Stephen Miller, autor del texto, hayan tomado en cuenta que Trump estaría hablando ante líderes y diplomáticos que no se tragan sus patrañas a ciegas, como muchos de sus seguidores. La cruda realidad: el mundo entero se rió de Trump, y de paso, de Estados Unidos. Después del discurso, los periodistas de su país le preguntaron su opinión de las risas. “Fue intencional”, dijo Trump. “Fue escrito como un chiste”. Sí. Ajá. Donald Trump, con la vanidad herida, continuó con el discurso, y lo que dijo ya no causó gracia, sino preocupación. Lenta, pero inexorablemente, continúa con sus intenciones aislacionistas y nacionalistas, recreando un escenario similar al que se produjo en el mundo después de la Primera Guerra Mundial, y cuyas consecuencias fueron el ascenso de los nazis en Alemania, conflictos y disturbios en Gran Bretaña, Francia y España, respaldados por el expansionismo stalinista, y un derrumbe en los lazos comerciales y políticos de las naciones, que finalmente culminaron con la Segunda Guerra Mundial. Y eso ya no es un chiste.
Trump criticó a Siria, aunque resaltó la destrucción del Estado Islámico (debatible); habló maravillas de su relación con Kim Jong-un, el dictador de Corea del Norte, quien mientras le dora la píldora a Trump, continúa avanzando con su proyecto nuclear; se le fue encima a Irán, y dijo que en Venezuela sería fácil resolver la crisis con un golpe militar. (Hay, obvio, otras opciones, pero la situación venezolana sí requiere una solución pronta). También acusó a Alemania de volverse completamente dependiente de Rusia en temas energéticos.
Pero su tema central fue el nacionalismo. Se jactó de haber abandonado el tribunal de La Haya, y reiteró que Estados Unidos no le reconoce jurisdicción. Presumió también su salida de diversas organizaciones de la ONU como muestra de independencia. En pocas palabras, renunció al liderazgo mundial que sus antecesores construyeron a través del tiempo, y que ha mantenido la paz mundial en los últimos 70 años.
Al día siguiente, le tocó a Trump presidir la sesión del Consejo de Seguridad de la ONU, y continuó con su destem- plada retórica. Acusó a China (¿a China?) de tratar de influenciar las próximas elecciones intermedias de noviembre en Estados Unidos en favor de los demócratas. Dijo que es el resultado de su postura “inquebrantable” de enfrentar prácticas comerciales injustas de los chinos, cosa que ningún otro presidente de EU había tenido los pantalones de hacer. El delegado chino no lo podía creer. Atacó a todos, menos, claro, a Rusia y Putin. Esas cosas le funcionan a Trump en algún mitin en Texas o Alabama, pero no en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Total, otro numerito del hombre naranja en el escenario internacional, y el prestigio de Estados Unidos, en caída libre. Es claro que parte del histrionismo extremo del presidente de EU se explica por el caos en política interna que enfrenta en varios frentes. Le preocupan Kavanaugh, Rosenstein, Cohen, Manafort, sus hijos, las elecciones intermedias y, sobre todo, Robert Mueller. Pero le está costando a su país. El miércoles (ayer) China negó permiso a un buque de guerra de EU de hacer escala en Hong Kong. Cuidado. Esas cosas pasan cuando un loco anda suelto.
“La cruda realidad: el mundo entero se rió de Trump, y de paso, de Estados Unidos”
“Es claro que parte del histrionismo extremo de Trump se explica por el caos en política interna”