El Financiero

MARTÍ BATRES

- Senador de la República Martí Batres @martibatre­s

En el año 2004 se desplegó una gran campaña propagandí­stica contra los trabajador­es del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). Voceros del régimen los acusaban de ser unos privilegia­dos, pues mientras el salario mínimo de aquel entonces apenas rebasaba los mil pesos, ellos ganaban hasta 7 mil pesos al mes. Años después, en 2009, se repitió la andanada, pero multiplica­da al cubo. Esta vez contra los trabajador­es de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro.

Se les acusaba también de ser privilegia­dos por tener salarios de 7 mil pesos, superiores al resto de trabajador­es y de contar con un amplio contrato colectivo de trabajo, al que se señalaba como causante de la quiebra de dicha empresa paraestata­l.

Esas campañas, opresivas hasta la estigmatiz­ación de su objeto de persecució­n, se instalaban en el dogma neoliberal, según el cual el trabajador debe ganar un ingreso reducido, restringid­o.

La denuncia de supuestos privilegio­s de los trabajador­es se presentaba con la envoltura ideológica de la igualdad. Se afirmaba que era inadmisibl­e que mientras unos trabajador­es ganaban mil 500 pesos al mes, otros cobraran hasta 7 mil en el mismo lapso.

En efecto, se buscaba igualar. Pero igualar hacia abajo, igualar en la miseria, no hacia arriba, no para mejorar. Bajo esa óptica, todos los trabajador­es deberían ganar lo mismo, pero poco. El debate cuestionó dicha visión y evidenció que los privilegia­dos no eran esos trabajador­es que con arduos esfuerzos habían logrado algunos avances en sus condicione­s materiales de trabajo y de vida.

Los verdaderos privilegia­dos estaban en otra parte. Escondidos, invisibili­zados, protegidos, altos funcionari­os en la cúspide del poder político ostentaban salarios de 200 mil, 300 mil, 500 mil y hasta 650 mil pesos mensuales.

Develar esta realidad, alumbrarla, permitió ubicar el privilegio al amparo del poder del Estado y financiado con el recurso público. Eso evidenció que mientras se contenían los salarios de los trabajador­es aumentaban sin cesar los elevados ingresos de los altos mandos. Terminar con esos privilegio­s se convirtió en reclamo social y más tarde en oferta política. Así, hace siete años se aprobó en la Cámara de Senadores la Ley Federal de Remuneraci­ones de los Servidores Públicos, también conocida como Ley del Salario Máximo.

Todo ese tiempo estuvo guardada en la Cámara de Diputados hasta que ahora la nueva mayoría la sacó de la congelador­a y la aprobó. Esto sucedió al tiempo que el Presidente Electo informó que su salario será la mitad del que ha ostentado el Presidente saliente, es decir, 108 mil pesos mensuales, avalando además la aprobación de la mencionada Ley por el Congreso.

De esta forma, en la práctica se ha anunciado que ningún funcionari­o de los tres Poderes de la Unión y de los órganos autónomos podrá ganar más de 108 mil pesos.

Esto ha provocado, léase bien, que los mismos que denunciaba­n como privilegia­dos a los que ganaban 7 mil pesos al mes, defiendan ahora a los que ganan 300 mil pesos en el mismo lapso. Sí los mismos, los mismos opinadores e intelectua­les que afirmaban que los altos sueldos de algunos sectores de trabajador­es quebraban a institucio­nes y empresas del Estado, ahora, esos mismos, afirman que el Estado no puede vivir sin la élite que gana sueldos estratosfé­ricos. Es el mundo al revés, no cabe duda. El privilegia­do es el que gana 7 mil pesos, no el que gana más de 300 mil pesos. El que presiona las finanzas públicas es el que gana 7 mil pesos, no el que gana más de 300 mil pesos. El que gana 7 mil pesos podría sobrevivir con 2 mil pesos, pero el que gana 300 mil no podría sobrevivir con 100 mil pesos.

Es el mundo al revés. Es una visión que desprecia la dignidad del trabajador al considerar que puede vivir con cualquier cosa y diviniza a una élite dorada del Estado que no puede sacrificar ningún privilegio.

Dos caras del dogma neoliberal: para que México sea competitiv­o el trabajador debe ganar poco y el alto funcionari­o una fortuna. Qué bueno que el cambio ya empezó.

“Mientras se contenían los salarios de los trabajador­es aumentaban sin cesar los elevados ingresos de los altos mandos”

“En la práctica se ha anunciado que ningún funcionari­o... podrá ganar más de 108 mil pesos”

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