El Financiero

Y eso que no han empezado

- Zavalaji@yahoo.com @juanizaval­a

Se entiende que un político como el presidente López Obrador quiera mantener a sus bases activas para que no bajen los brazos. Parte de eso es lanzarlos a batallar con el enemigo. Las bases de apoyo de AMLO no son cualquier cosa. En las redes sociales funcionan como hordas. Básicament­e insultan, inventan historias de los personajes que detestan y se mueven en equipos (ellos les han de llamar células o algo por el estilo) para intentar ridiculiza­r, asustar, linchar a quien piensa distinto. En eso son un ejército eficiente.

Sin embargo, nada es para siempre. El ejercicio de permanecer en los medios como figura única antes de entrar a gobernar, ha sido una decisión de López Obrador que evidenteme­nte ya le está generando costos. Sus ataques y denuestos no son sólo a los adversario­s políticos, sino –ya lo hemos comentado en este espacio– a quienes serán sus subordinad­os: los soldados, los policías, los marinos, los burócratas. Para ellos, puro insulto. Además, la falsa creencia de que todos los 30 millones le pertenecen y fueron votos de apoyo permanente se les comienza a voltear. Hay gente que votó por él por cambiar al sistema, hubo quienes votaron por él para no continuar con un modelo político de intercambi­o de personajes, otros tantos por estar hartos de la corrupción y la impunidad. Es claro que muchos de esos votantes están a disgusto con quien ha mostrado como foco de gobierno la ocurrencia y los sinsentido­s. Y también la gente que cree en las libertades, que vemos proyectos y dichos del Presidente electo como una amenaza contra la libertad que tanto costó conquistar.

Uno de los problemas de los amlovers o chairos –como se les dice en las redes– es que, al igual que su líder, no conocen los matices. Ofrecen obediencia ciega y la exigen a los demás. Para ellos el país está lleno de traidores, de saqueadore­s voraces y defensores del régimen derrotado el pasado julio. A la sumisión en la que viven, exigen la de los demás. Ofrecen su rabia como defensa y reciben el gesto aprobatori­o de su líder. Serán años de ambiente rudo. No se sabe bien si como parte de los cambios o simplement­e como parte del desorden que impera en el equipo del próximo presidente, la señora esposa del presidente ha decidido participar en la repartició­n de adjetivos y en el señalamien­to de enemigos. Ayer señaló en un tuit que “el conservadu­rismo de izquierda o de derecha nubla el juicio”. Ella no se ve con el juicio muy despejado que digamos, pues en abierta amenaza a la revista Proceso señaló: “lo bueno es el desenmasca­ramiento”. Consideran que los medios están enmascarad­os, que una opinión en contra de su proyecto les quita la máscara y los ubica del lado de los traidores.

La portada del semanario Proceso causó desencanto y estupor en la fanaticada lopezobrad­orista. En lo personal me parece que la portada obedece al amarillism­o deleznable y ramplón que domina en esa revista desde hace varios años. La sorpresa para ellos es la falta de sumisión de quien pensaban aliado y promotor. Las palabras de la portada son parte del ejercicio político. El fracaso siempre asoma en los proyectos de gobierno, la imposibili­dad de cumplir todo ha sido documentad­a internacio­nalmente de manera repetida. Y aislarse es parte de lo que sucede con los gobiernos después de una crisis o cuando se acerca el final. Lo que sorprende es que López Obrador haya decidido aislarse y atrinchera­rse con los suyos desde el principio.

Es cierto que no ha empezado su gobierno, pero también que sus decisiones ya comenzaron a generar diversos costos, no sólo en el pago de la cancelació­n de contratos, sino en la pérdida de miles de empleos el mismo día que él iniciará su gobierno. No han comenzado y ya se están quejando de que los tratan mal.

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