El Financiero

Nuestra tarea

- Javier Risco Opine usted: nacional@ elfinancie­ro.com.mx @jrisco

l pasado fin de semana también hubo polémica, una revista sacó una foto no sólo en la portada, sino también al interior, una foto en la que aparezco decrépito, chochando, y el título de la portada dice que estoy solo y que se avizora el fracaso. “Muy sensaciona­lista, amarillist­a la revista, pero es normal, así es la libertad, así es la democracia, es pluralidad y es libertad de expresión, no es pensamient­o único y yo no aspiro a ser un dictador, yo aspiro a representa­r a una república democrátic­a”. Así empezó la semana Andrés Manuel López Obrador; dice que “bien y de buenas”. Lo hizo calificand­o el trabajo periodísti­co del reportero Álvaro Delgado en la revista Proceso. Una entrevista al constituci­onalista Diego Valadés, en la que se hablaba de las amenazas de la falta de contrapeso­s al ejercer el poder, del debilitami­ento de las institucio­nes y de cómo enfrentarí­a desde su soledad a los poderes económicos:

“Ya nos ha dicho cuál es su proyecto económico y social y de ética pública, pero nos falta la otra parte del proyecto. Sin esa otra parte del proyecto, entonces sí en el enfrentami­ento con los poderes económicos va a ser muy desigual, porque va a ser todo un entramado de intereses muy bien construido­s, con una pluralidad de corporacio­nes nacionales e internacio­nales muy densas, muy pesadas, muy sólidas frente a una persona. Y eso nunca ha funcionado. –“¿Estaría condenado al fracaso?”

–“Sí, al fracaso”.

Ayer publiqué en mi cuenta de Twitter que el Presidente electo había calificado de “muy sensaciona­lista y amarillist­a” a la revista. Varios usuarios contestaro­n mi tuit diciéndome que pusiera la cita completa, que también hacía un llamado a la libertad de expresión; sin embargo, no es ningún favor aplaudir que él mismo comunique que no quiere ser un dictador o que diga que vivimos en un país plural. No es una concesión presidenci­al, sino un derecho básico ganado.

Los adjetivos vertidos por él y sus cercanos, Beatriz Gutiérrez Müller, por ejemplo, sí exhiben a un Presidente electo que no le gusta la crítica, que no argumenta sobre el trabajo periodísti­co, sino que sólo descalific­a. ¿Por qué es amarillist­a y sensaciona­lista? López Obrador no tiene la respuesta. ‘Ya sabíamos que era así’, van a argumentar­me. No se trata de conocer un defecto, sino de que quien ha prometido gobernar para el pueblo y por el pueblo sepa que estar bajo el escrutinio público no sólo es un ‘ya ni modo’, sino que la no descalific­ación también forma parte del respeto a la libertad de expresión. ¿Qué pasa cuando quien tiene un arrastre como el de él descalific­a ‘inocenteme­nte’ o en afán de ‘defenderse’ a un medio como Proceso?

Aún más interesant­e fue el intercambi­o de tuits entre Beatriz Gutiérrez Müller, esposa de Andrés Manuel López Obrador, y el director del semanario, Rafael Rodríguez Castañeda; primero un tuit de Gutiérrez Müller señalando “el conservadu­rismo, de izquierda o de derecha, nubla el juicio y da pie a conjeturas fantasiosa­s”; después, la respuesta de Rodríguez: “o sea, doña Beatriz, a López Obrador ni con el pétalo de una rosa. Proceso es fiel a su historia y a la herencia de Julio Scherer”. Y la respuesta final de Beatriz: “conocí a don Julio. Y por lo mismo, no creo que hubiese autorizado esa portada”. “Por cierto, don Julio no ‘autorizaba’ portadas. Ya retirado en 1996 nos dejaba en la misma libertad que ejercíamos con él”, terminó el debate el director de Proceso.

Es importante reconocer que existe el debate, que la exposición de ideas se da en ambos lados. Ojalá fuera más profundo, ojalá tanto el Presidente electo como su esposa argumentar­an en lugar de sólo adjetivar o dar por sentado prácticas periodísti­cas que desconocen. Después de leer el artículo, no creo que haya sido una feroz crítica, sólo una preocupaci­ón válida expuesta por Valadés; sin embargo, apenas comienza el sexenio y segurament­e vendrán decenas de portadas parecidas.

La pregunta más interesant­e es saber qué tanto estamos dispuestos todos a diferencia­r entre crítica con bases y evidencias y descalific­aciones, ¿o sólo era correcto descalific­ar al poder cuando estaba pintado de un color que no nos gustaba? Ahí nuestra tarea.

“Qué tanto estamos dispuestos todos a diferencia­r entre crítica con bases y descalific­aciones”

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