El Financiero

La banda ofrecerá dos conciertos el lunes y martes próximo, a las 21:00 horas. Localidade­s agotadas.

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ir una escena que no sólo en la base do lo que hoy se

be Ben Sisario en da de eso hubiese nda que supiera melódica de los l punk: los Pixies.

e la banda, Gary ias ocasiones que ajo amarrar tocas. No podía decir o tampoco podía “Rock alternativ­o e vino a la menFool The World: and Called Pixies y Caryn Ganz. s como Nirvana, clararían abiertamen­te

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ZÓCALO CAPITALINO

Pixies clausura el Festival de las Juventudes el sábado próximo, a las 21:30 horas, en la Plaza de la Constituci­ón. Entrada libre.

TEATRO METROPÓLIT­AN

haber sido influencia­dos por los Pixies. De hecho, según un artículo publicado por David Fricke en la revista Rolling Stone en 2007, la fama de Pixies se incrementó a raíz de que Dave Grohl, el ex baterista de Nirvana, confesara públicamen­te que Smells Like Teen Spirit era “un plagio enorme” del sonido de la banda bostoniana. “Kurt Cobain siempre se preguntó a qué sonaría un grupo que mezclara a los Beatles con Black Sabbath: eso eran los Pixies”, observa Fricke. Usualmente, las bandas comparten una hermandad que va más allá de la música: un barrio, una amistad longeva, una clase social, una corriente musical... Sin estos elementos jamás hubiesen existido los Beatles, The Clash u Oasis. Los Pixies se cuecen aparte. Su unión —tan bizarra como su música— hace creer que Dios sí juega a los dados. ¿O de qué otra manera hubiera sido posible que acabaran juntos un humilde músico de iglesia cristiana con bursitis (Black Francis, voz y guitarra), una porrista y estudiante de biología que ya había sido expulsada de siete universida­des (Kim Deal, bajo), un inmigrante descendien­te de una de las familias más acaudalada­s de Filipinas (Joey Santiago, guitarra) y un empleado de RadioShack que no encontraba trabajo como ingeniero eléctrico (David Lovering, batería)?

Tras el lanzamient­o de su primer álbum, Surfer Rosa (1988), Black Francis se posicionó como la antítesis del rockstar de la época. Sin importar la situación, este chico regordete siempre andaba con peinado de instituto privado, pantalones holgados, playeras anchas y, para las ocasiones especiales —como presentaci­ones en canales locales de televisión— camisas de señor california­no.

RABIA SIN CAUCE

En los 80, las canciones de protesta ya no iban al ritmo de los cuatro cuartos, sino al de las tornamesas del hip hop. En 1985, durante un discurso en Nueva Jersey, Ronald Reagan utilizó de manera proselitis­ta el éxito de Bruce Springstee­n Born In The USA, al decir que “los sueños de los jóvenes norteameri­canos” reposaban en esa canción, que en realidad criticaba las políticas armamentis­tas de EU. “Mi tarea —dijo— es hacer esos sueños realidad”. En aquel momento, quedó claro que el rock había dejado de ser contestata­rio. En el undergroun­d, en cambio, había mucha rabia contenida. Desemplead­os e incrédulos de la retórica presidenci­al, muchos jóvenes encontraro­n en la escena independie­nte la rebeldía que el rock ya no les podía ofrecer. Black Francis fue uno de ellos. Su ira —escriben Frank y Ganz— se tradujo en esa irreverent­e manera de cantar que recuerda más a un niño rabioso que a una estrella punk. Todo comenzó en una borrachera en algún lugar de Boston en 1986. Francis estaba despechado por una mujer. Era un enorme fan de los Beatles y sabía que no había mejor canción para la ocasión que

Oh! Darling. Comenzó a cantar. A llorar. “¡No, no, no, canta como si de verdad odiaras a esa perra! ¡A la mierda los Beatles!”, gritó alguien en medio de la fiesta. “Pixies fue el resultado de nuestras propias limitacion­es. Sabíamos que no éramos grandes músicos, entonces nos adaptamos. Mi estilo nació de aceptar mis limitacion­es como guitarrist­a. Cuando comenzamos había muchas bandas que tocaban lo más rápido y difícil posible. Yo lo veía como algo imposible. Para mí era imposible y decidí buscar un sonido con las menos notas posibles. Un máximo de cinco. Si son más de cinco notas, en realidad no estás pensando lo suficiente musicalmen­te hablando”, dijo Santiago en una entrevista con la revista digital

Playlist, en 2015. Acompañado­s desde hace cuatro años por la bajista argentino-estadounid­ense Paz Lenchantin —en sustitució­n de Kim Deal—, los Pixies se niegan a desaparece­r. Porque de pequeños y de fantástico­s no tienen nada. Son de carne y hueso. Músicos de sudor y saliva que a sus 50 aún conservan el espíritu adolescent­e.

3O ANIVERSARI­O DEL

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