Evaluación y mejora en una democracia
En esta semana tuve una larga conversación con un supervisor de un estado del norte del país. Es héroe de mil batallas: más de 15 años de servicio, siempre en escuelas de arreglo multigrado en la zona desértica de su estado.
Me comentó de un reciente desacuerdo en el contexto de las escuelas a su cargo. Llegó a la zona una investigadora del INEE, con la consigna de conducir las entrevistas de alumnos, familias, docentes y directivos sobre las “condiciones de enseñanza y aprendizaje” de esas comunidades escolares. Los directores se negaron a recibirla, con todo y su oficio de autorización correspondiente, porque “ya se va a acabar el INEE” y porque “la evaluación ha humillado a los maestros y los ha culpado de los malos resultados”. Y entonces Rafael (así le voy a llamar al supervisor) les dijo algo como esto: “Por primera vez en la historia de la zona llega un investigador a ver y registrar lo que pasa y lo que ustedes piensan. Acá no ha llegado ninguno (ni de la secretaría, del sindicato o siquiera del instituto de infraestructura educativa) para tratar de entender cómo afecta el contexto a nuestra enseñanza y nuestro aprendizaje, ¿y ustedes no la van a dejar pasar a la escuela y hacer sus entrevistas? ¿Ella qué culpa tiene de lo que otros hicieron mal? ¿Y qué tal si alguien sí puede hacer algo por nosotros con estos datos, o al menos por otras escuelas como las nuestras?”
El relato apasionado de este supervisor trae, a mi juicio, muchos aprendizajes para la vida Presidente Ejecutivo de Mexicanos Primero escolar cotidiana y para la política pública. Uno: la importancia de que coloquemos, todos, a la evaluación en su carácter de contacto –y– registro de la realidad para cambiarla.
Dos, que saldrá muy caro y sería muy lamentable que, en lugar de una reformulación, compactación y hasta refundación del INEE, tengamos en contraste un remedo de unidad de evaluación que sea juez y parte. No se trata de defender una institución como tal, o a sus integrantes concretos, sino de asumir que debe fortalecerse una función social en una verdadera democracia y que no puede ser arrollada por la conformidad forzada con el titular en turno. Evaluar para mejorar: es una consigna para el derecho a aprender, una consigna de equidad y justicia a los maestros, una consigna también para la democracia.