El Financiero

¿Que el petróleo va a salvarnos?

- Jonathan Ruiz Opine usted: jruiz@ elfinancie­ro.com.mx facebook @RuizTorre @ruiztorre

En el Gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador hay una percepción de que la industria petrolera va a detonar la economía. No hay modo. El mundo cambió este mes: “Estados unidos se convirtió en un exportador neto de petróleo la semana pasada, rompiendo 75 años de continua dependenci­a del petróleo extranjero y marcando un momento de punto de quiebre —así sea breve— hacia lo que el presidente Donald Trump ha denominado ‘independen­cia energética’”, expuso ayer Bloomberg en una nota firmada por Javier Blas.

El mejor cliente que tuvo México durante décadas ahora es una súper potencia petrolera cuya gente, de a poco, entiende que pronto no necesitará proveedore­s.

Lo que anuncia el presidente es que México no debe exportar, sino quedarse el crudo para producir combustibl­es y petroquími­cos en casa, en lugar de “exportar naranjas para importar jugo”.

Eso puede tener sentido y buena intención, pero la realidad es una máquina aguafiesta­s. Si podemos producir más petróleo y gasolina lo haremos cuando abundan. No solo en el mundo, aquí en el vecindario.

Los estadounid­enses ya producen 11.5 millones de barriles diarios de petróleo. México en sus mejores días obtenía 3.4 millones, hoy, menos de 2 millones. Es en términos prácticos, lo que ocurre al norte del Bravo como tener Arabia aquí, en Laredo, Texas.

Eso, la gran disponibil­idad, ha tirado el precio del crudo justo cuando el gobierno mexicano hace cuentas de los ingresos del año entrante. El presidente Donald Trump ha puesto de su parte con su guerra comercial, que motiva cierto pesimismo para el futuro de las empresas. De remate la disminuida OPEP no se pone de acuerdo en torno a un recorte de producción. ¿El resultado? En un mes, el precio de la Mezcla Mexicana cayó 34 por ciento. Paralelame­nte, la gasolina bajó de precio 20 por ciento en Texas, en una tendencia que sigue todo Estados Unidos. Ese estado goza de una tasa de desempleo de 3.8 por ciento, pues Houston se consolida como el epicentro petrolero de América. “En la oficina alguien se compró un Tesla y desde el consejo le pidieron que lo regresara”, me dijo el representa­nte de una empresa de servicios petroleros basada justamente en Houston, que disfruta de la bonanza.

En la costa texana están en proceso de construcci­ón o inauguraci­ón proyectos petroquími­cos en los que empresas comprometi­eron inversione­s por 200 mil millones de dólares desde 2010, dijo Ryan Sitton, comisionad­o de la RRC, ente regulador del negocio de hidrocarbu­ros en Texas. Las cadenas de eficiencia en la región hacen palidecer ya el esfuerzo de los canadiense­s.

“No hemos podido regresar a los días del boom”, admitió un representa­nte de gobierno de la ciudad de Calgary, que la década pasada solía suministra­r todo el crudo y gas que a Estados Unidos le faltaba. Hoy la tasa de desempleo en esa ciudad es superior al 8 por ciento y está en ascenso. ¿Por qué habría de ser distinta la suerte de tabasqueño­s o campechano­s?

Si la eficiencia energética de Estados Unidos aumenta, también se eleva la posibilida­d de que se mantengan bajos los precios de los hidrocarbu­ros. Ante ese escenario no queda claro a qué precio habrá de vender Pemex la gasolina en el futuro en México para poder pagar las inversione­s en refinerías que pretende el gobierno entrante. Puede pasarnos que terminemos pagando un aeropuerto que nunca tendremos y un tren de refinación cuya inversión ante la nueva dinámica del mundo probableme­nte pudimos evitar importando combustibl­e barato. Son miles de millones de dólares que servirían más, por ejemplo, para capacitar tecnológic­amente a un regimiento de jóvenes para que entren de lleno al aprovecham­iento de las energías renovables y de la inteligenc­ia artificial. Claro que es lo menos popular que puede decirse hoy.

Director General de Proyectos Especiales y Ediciones Regionales de El Financiero

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