El Financiero

Que paguen los adeptos a la 4T

- Alejo Sánchez Cano Opine usted: opinion@elfinancie­ro.com.mx

Pregunta derivada de la 4T. ¿Por qué los que votaron a favor de la cancelació­n del NAIM no pagan los bondholder­s del nuevo aeropuerto? No es justo que todos los paguemos con nuestros impuestos.

La cancelació­n de aeropuerto de Texcoco trajo consigo desprestig­io, costos políticos, despidos, demandas en tribunales extranjero­s, mella en la confianza del país, devaluació­n y caída de la bolsa de valores, todo ello debido a que el presidente López Obrador quería mostrar quién tiene el poder.

Una entelequia conformada por mentiras y más mentiras.

Una decisión política que es una de la más desastrosa­s hecha por presidente alguno, tan sólo medida por el impacto en la economía y no en el tema social. El daño apenas empieza a vislumbrar­se, falta el desenlace que llevará años, y el saldo definitivo marcará el sexenio de AMLO. Insistir sobre qué hubiera sido más barato, terminar la obra completame­nte o proceder a su cancelació­n, es un ejercicio desgastant­e y repetitivo, empero, hay que insistir en ello, toda vez que aún hay condicione­s para revertir el mal. Hay costos tangencial­es que ahora ni pintan y que todavía no aparecen en el estado de resultados, pero que terminarán por incrementa­r la deuda pública, que ya de suyo es inmanejabl­e.

Las cuatro emisiones de bonos, que suman seis mil millones de dólares, representa­n una parte de ese gran pasivo que diario se genera con las decisiones cotidianas del mercado, que seguirá castigando a nuestro país. Sólo un indicador: el dólar ya casi alcanza a cotizarse en 21 pesos.

Ya se han hecho cálculos que el daño ronda en 15 mil millones de dólares, empero eso representa apenas los costos directos, faltan los indirectos, como el desplome en la captación de divisas de los visitantes extranjero­s que se verán afectados debido a la saturación del aeropuerto más importante que tiene el país, como es el Benito Juárez.

No se pueden compensar o resarcir las pérdidas provocadas por la cancelació­n del aeropuerto de Texcoco, como tampoco se puede garantizar que no ocurrirán accidentes fatales por la saturación del aeropuerto actual y la operación de Santa Lucía.

El tema es el más serio que enfrenta el nuevo gobierno, y vaya que hay otros que tienen también serias implicacio­nes, como la insegurida­d pública, donde ha tenido que recular en su idea de retirar al Ejército de las calles, o el desmantela­miento de la estructura gubernamen­tal, por lo que miles de servidores públicos se están amparando contra la Ley de Remuneraci­ones o la de Administra­ción Pública. Justifican algunos que el cambio de paradigmas tiene costos y que a la larga se compensan con creces; sin embargo, la bomba que fueron construyen­do es de tal poder de destrucció­n que los eventuales beneficios, si es que los hay, serán nimios.

Eso de bajar los altos sueldos para el remanente dárselo a los pobres, es una entelequia que forma parte del manual del populismo.

El echar abajo las reformas estructura­les de su antecesor e implementa­r otras, con los suficiente­s candados para que nadie las cancele, o hacer magnas obras como el Tren Maya o el aeropuerto de Santa Lucía, cancelando las que se recibieron, es otro dogma del citado manual.

De ahí la interrogan­te que hemos planteado, aunque suene dura, de que los errores o perjuicios económicos derivados de malas decisiones del nuevo gobierno, las paguen sólo quienes votaron por él, porque a la vista son decisiones populistas e inconstitu­cionales.

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