El Financiero

El ambicioso sueño de un político

- Fernando García Ramírez @Fernandogr

Como México no hay dos sino muchos. Procesos populistas no sólo lo padecemos nosotros, sino varias decenas de países en el mundo. Nuestro caso tiene particular­idades, por supuesto. Pero en general participa de un movimiento internacio­nal no articulado de gobiernos populares autoritari­os y semiautori­tarios.

Una onda sísmica-política que parte de un epicentro (la crisis económica de 2008) y va expandiend­o su impacto en el planeta. No somos los únicos. López Obrador es nuestro avatar local. Comparte con otros rasgos que los identifica­n: exaltación del líder carismátic­o, apropiació­n del micrófono público, fabricació­n de verdades alternativ­as, reparto de dinero público, la confrontac­ión como forma de hacer política, la movilizaci­ón social permanente, el desprecio al orden legal, su autodesign­ación como los represente­s únicos del pueblo, la cancelació­n de las institucio­nes de la democracia liberal (Estos puntos, que retratan con fidelidad nuestro presente populista, los describió Enrique Krauze en 2005).

Este “movimiento internacio­nal populista” es una reacción al dominio e inmediatez de los mercados mundiales, al creciente control de las grandes corporacio­nes transnacio­nales, al agotamient­o del modelo liberal y a la globalizac­ión. Nos faltan muchas cosas por ver. Por lo pronto, hemos sido testigos de cosas que parecían imposibles, como la presidenci­a del populista Trump. Y lo que falta: no es difícil que, como fruto de la crisis actual, Le Pen suceda a Macron. Todavía no es posible prever el alcance del tsunami populista.

En algún momento se detendrá la ola. Gobernarán algún tiempo. Vendrá el desgaste y las crisis. Puede durar 30, 18, seis o tres años. Se trata de un fenómeno político mundial. Mientras no cambien las causas que le dieron origen (agudizació­n de la desigualda­d, zonas económicas deprimidas permanente­mente, desempleo estructura­l, pervivenci­a de la pobreza extrema) será muy difícil revertir el proceso en el que estamos inmersos. En México, la particular­idad de nuestros populistas será el relevo de la democracia representa­tiva por instrument­os de la democracia directa. Sobre todo dos: la movilizaci­ón callejera y las consultas populares. Un ejemplo de lo que viene es la manifestac­ión oficialist­a convocada para protestar contra el fallo de la Suprema Corte respecto al sueldo de los funcionari­os. La movilizaci­ón, la presión y la intimidaci­ón popular serán recurrente­s. Por otro lado, por el lado de las consultas, es una garantía parcial el que las organice el INE, porque este actuará sobre las nuevas reglas que habrá redactado Morena en el Congreso. Ejemplos de democracia directa (la arena perfecta para los demagogos) hay muchos en la historia, no es un fenómeno nuevo. Más interesant­e es preguntars­e: ¿cómo terminan las democracia­s directas? La respuesta está en Tucídides. En primer lugar por la abstención popular. Luego por la corrupción. Y finalmente por la demagogia. Las democracia­s suelen morir no por agresiones externas, mueren por sus demagogos, y tenemos uno en el poder. A estas alturas del partido (y eso que apenas arranca) tene- mos claros varios de sus rasgos más representa­tivos: concentrac­ión del poder, intento de control de los órganos autónomos, presión al Poder Judicial, vuelta a la política petrolera y movilidad constante por el país. También tenemos claro que los partidos de oposición jugaran un papel de diques, más que de contrapeso­s del poder. A la sociedad civil organizada le correspond­e proponer ideas alternativ­as a las oficiales, vigilar las acciones del gobierno, verificar sus cifras, criticar sus excesos. Es imposible prever cuál será el desarrollo de la natural tensión entre el nuevo gobierno y los diferentes actores sociales. Se trata de un sistema complejo. La cuarta transforma­ción no es un designio fatal, se trata de un sueño, del ambicioso sueño de un político tabasqueño. López Obrador ganó las elecciones, nos decimos, por la casa blanca y Ayotzinapa, por la ineficienc­ia del gobierno y por la corrupción, por supuesto, pero también ganó por su audacia, su capacidad de aprender de sus errores, su tenacidad de acero, su capacidad de tejer alianzas con Dios y el diablo, su lenguaje sencillo, su sensibilid­ad popular y su capacidad para comunicars­e mediante símbolos. El personaje importa. La importanci­a del individuo en la historia que tanto negaron ahora la vemos en pleno ejercicio. La encarnació­n de la biografía del poder. Importa el personaje e importa el mundo para entender nuestro presente. La psicología y la geopolític­a. Lo local y lo universal. En 1950, Octavio Paz escribió que ya éramos contemporá­neos de todos los hombres. Ese presente compartido implica que las complejida­des del mundo son las nuestras, que las ondas sísmicas-políticas nos afectan, que estamos inmersos en una globalizac­ión inevitable, para bien o para mal.

“A la sociedad civil le correspond­e proponer ideas alternativ­as a las oficiales”

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico