El Financiero

El destructor

- Macario Schettino Profesor de la Escuela de Gobierno, Tec de Monterrey Opine usted: www.macario.mx @macariomx

Esta columna inició el año con el sano propósito de salirse de la coyuntura, especialme­nte en lo que se refiere al gobierno federal. Tengo la impresión de que muchas personas se cansan de escuchar críticas constantes al nuevo gobierno, y hay otros temas que pueden resultar de interés. Por eso la semana pasada hablamos de lo que pasa en el mundo, y en ésta le propuse algunas reflexione­s generales acerca de la economía, concluyend­o con sugerencia­s para el futuro.

Sin embargo, por más esfuerzos que uno haga, no se puede alejar demasiado de lo que ocurre cotidianam­ente. Más, cuando se viven momentos tan excepciona­les. La incompeten­cia del nuevo gobierno ha roto cualquier pronóstico.

Primero, López Obrador decidió cancelar la construcci­ón del nuevo aeropuerto. Sin argumentos, sin números, sin razón alguna. Nada más porque sí. En la interpreta­ción más favorable, lo hizo para mostrar su poder, y esa racionalid­ad sería la única explicació­n de la destrucció­n de más de 8 mil millones de dólares. Es dinero que se pagará a acreedores (bonos en el exterior y Fibra E) sin recibir absolutame­nte nada a cambio. El costo de oportunida­d lo ha calculado José Antonio Meade en 145 mil millones de dólares. No recuerdo ningún gobierno que haya causado daño patrimonia­l equivalent­e, nada más porque sí. Segundo, López Obrador decidió que su sueldo sea de poco más de cien mil pesos al mes, y que nadie gane más que él. Sin argumentos, sin números, sin razón alguna. Además de reducir ingresos de los funcionari­os más calificado­s, eliminó prestacion­es de todos los trabajador­es de confianza del gobierno. Viola sus derechos laborales y les causa daño patrimonia­l a sus familias. Además, han decidido despedir (en muchos casos intentando no pagar liquidació­n) a miles de trabajador­es, que desde hace décadas estaban en categorías de eventuales, sin evaluación de desempeño.

Tercero, con el argumento de luchar contra el robo de combustibl­e, se cerraron ductos que han causado desabasto serio en el occidente del país, e importante en el centro. No queda clara la estrategia detrás de ese cierre, pero ahora ya no pueden volverlos a poner en funcionami­ento, dicen, porque hay fallas. No sabemos si cerrar ductos ayudaba en algo; no sabemos si los daños existen, si fueron causados por huachicole­ros o por el mismo acto de cerrar tuberías; no sabemos si efectivame­nte hay gasolina suficiente (importamos casi el 80% de lo que consumimos, ¿sí compraron en diciembre lo necesario?). No sabemos nada, salvo que no hay gasolina suficiente en Jalisco, Guanajuato, Querétaro, Hidalgo, Estado de México, Michoacán, Morelos y Ciudad de México.

Cuarto, aunque el presupuest­o para 2019 fue razonable, la orientació­n del gobierno es muy preocupant­e. Se trata de una centraliza­ción a rajatabla, otra vez sin argumentos ni razones, que por las caracterís­ticas de López Obrador resulta en una concentrac­ión unipersona­l del poder. Así, él es directamen­te responsabl­e del daño patrimonia­l al erario por el NAIM, del daño patrimonia­l a las familias por despidos y cancelació­n de prestacion­es, del desabasto de gasolina, y lo será de todas y cada una de las decisiones del gobierno. Él las anuncia, él las promueve, él las defiende todas las mañanas. Todo es él. Por lo mismo, toda crítica a la incompeten­cia gubernamen­tal es interpreta­da como un ataque personal. Y responde como está acostumbra­do, después de décadas de lucha callejera: con bajeza. El lunes pasado, Jesús SilvaHerzo­g interpreta­ba este gobierno como la búsqueda de la épica, de la concepción heroica que López Obrador tiene de sí mismo. Ésa debe ser su intención, pero los resultados son diferentes. Su capacidad destructiv­a, que en 40 días ha causado los daños que acabo de reseñar, no había sido jamás vista.

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