El Financiero

ANTONIO NAVALÓN

- Antonio Navalón @antonio_navalon

Noam Chomsky tenía razón, el lenguaje lo es todo. No sé si será el milagro del primero de diciembre ni si de verdad con no mencionarl­o, con no traerlo o evitando el uso de la palabra, el fenómeno desaparece­rá. Pero la verdad es que, ya sea por lo neoliberal­es, por los conservado­res, por los fifís o por los progresist­as, este país ya no es el mismo. Desde el primero de julio la guerra contra la violencia, el crimen organizado y las drogas ha desapareci­do de nuestras vidas.

Hablando del lenguaje, la crisis del combustibl­e y del huachicole­o muestra lo que significa ser esclavo de nuestras palabras. A estas alturas queda claro, como explicó López Obrador, que la guerra contra el huachicole­o es la primera carga importante de la lucha contra la corrupción. Y para lograrlo, tal y como dijo en la entrevista hecha por El Financiero en el programa de “La Silla Roja”, necesita la comprensió­n y la ayuda del pueblo de México. Por eso es tan importante haber empezado a dar el mensaje desde el inicio como lo que es. Ya que esta crisis y sus consecuenc­ias no se sobreponen ante las ineficienc­ias que el gobierno ha cometido en el tratamient­o de lo que quiere hacer ni los problemas que está creando a sus ciudadanos. Esto va mucho más allá de un planteamie­nto ideológico, es poner en práctica lo que es la primera y trascenden­tal oferta del programa de la cuarta transforma­ción.

A partir del primero de julio, los muertos han sido por otra causa que en algún momento se sabrá. Después de doce años y de una matanza como la que hemos vivido, se ha decidido cambiar las calificaci­ones, el enfoque y ya veremos si la estrategia que nos lleve a alcanzar la victoria y esa será sinónimo de paz para todos. Aunque también, la paz siempre tiene un precio y normalment­e se paga en sangre y en felicidad.

México ha invertido mucho los últimos doce años para tener un siglo de paz. No tenemos el millón de muertos mítico de la revolución, pero sí tenemos unos estándares de muerte que nos deberían hacer pensar qué es lo que ha pasado. Porque durante mucho tiempo he oído preguntas que vienen de fuera como: ¿por qué con tanta desigualda­d social no arden los centros de las ciu- dades? o ¿acaso el pueblo mexicano es el más comprensiv­o, tranquilo y que aguanta más del mundo?

No, no es eso, pero lo que sí es cierto es que el narcotráfi­co dio una salida al gran problema social. Y no es solamente que te convirtier­as en sicario porque no había ningún otro lugar para ti, es que al hacerte sicario y matar te estabas rebelando contra esa franja social que marca de los abuelos a los nietos.

Somos un país con muchas otras cosas y donde en tan sólo seis meses, la dialéctica ha cambiado, otra cosa es si la realidad ha cambiado. A veces envuelto en el manto de lo que pasó o de lo que para mí es lo que está sucediendo, tengo la tentación de pedirle al gobierno de la cuarta transforma­ción que declare legal la realidad. No es que estemos en un país de fake news, es que estamos en dos, en tres países o en cuatro países, que necesitan un tiempo de reeducació­n y readaptaci­ón.

Desde López Portillo y Luis Echeverría, tan de moda en estos días por diversas razones, ante la palabra multilater­alismo, los países no alineados, la búsqueda del nacionalis­mo, la Doctrina Estrada ha sido parte sustancial de nuestro componente como pueblo mexicano. Ahora, poco a poco, uno va entendiend­o que la política exterior de la cuarta transforma­ción llega hasta Chiapas.

Estamos en el mundo de la internacio­nalización y entiendo a los que usan las palabras como una explicació­n de por qué no quieren seguir dentro de la rueda que se volvió loca. López Obrador sabe que sus colegas de gobierno del mundo están locos y que él es presidente de México en un momento en el que hay un presidente en Brasil que el primer día que tomó posesión se dedicó a quitarle los derechos humanos a los que tienen otras inclinacio­nes sexuales.

López Obrador también sabe que frente a él tiene a un señor que más bien parece una película, un Ciudadano

Kane enloquecid­o buscando a su Susan Alexander en forma de muro, llamado Donald Trump. Está al tanto de que no hay ninguna posibilida­d de hacer una política con los Estados Unidos, salvo ponerse de refilón, esperar a que pase la manada Trump y ver entonces qué es lo que ocurre.

Por otra parte, los ejemplos de estos locos que ahora gobiernan, inundan de tal manera el planeta que es difícil que sus acciones no consigan llamar la atención. El gobierno italiano, compuesto de antisistem­as, ofrece apoyo a las rebeliones sociales contra el gobierno antisistem­a de Francia. Estos son ejemplos que demuestran que, hagamos lo que hagamos, firmemos lo que firmemos o apoyemos lo que apoyemos, todo carece de importanci­a.

Les gusta mucho decir –y estoy de acuerdo– que no hay que ser candil en la calle y oscuridad de la casa. De igual forma les gusta mencionar que para poder incidir en los derechos humanos de los venezolano­s o de cualquier otro, primero hay que tener la casa en orden, en lo que también coincido. El problema es si el mundo será mejor, independie­ntemente de si nosotros dejemos de tener más problemas, si cada uno de los componente­s del mundo actual se mira el ombligo.

Bienvenido a la construcci­ón de una nueva era que empieza por algo tan sencillo como “primero sobrevivam­os aquí y luego vemos que hacemos con el mundo”. Pero hay que ser consciente­s que todo lo que nos rodea, todo lo que se ha creado, es un mundo sin fronteras, sin espacio, sin tiempos y sin países. Es el colmo de la contradicc­ión. Nunca el mundo ha sido más en balde, más uni- versal, pero al mismo tiempo dictado por una tendencia de políticas nacionales que, encerradas en sus fronteras, se dedican a ser un ejercicio autista.

Pero todo esto estará bien si al final, como espero que suceda, dentro de un año le pueda llegar a decir a los que hoy se levantan con dos tortillas que, gracias a todo esto, pudieron tener cuatro tortillas. Todo habrá valido la pena si los que no tienen más remedio que ser sicarios y los que no encuentran ninguna diferencia entre matar y morir consiguen tener una recuperaci­ón y una razón para vivir.

Cada día me preocupa más el desarrollo de un gen que me obsesiona y que veo crecer en nuestro pueblo. Tras mucho tiempo de estudio sobre la violencia loca y terrible de los yihadistas, llegué a la conclusión de que no es posible ganar una guerra contra un ejército que lo primero que entrega es la vida, ya que cualquier ser humano en el mundo lo que quiere es seguir vivo o al menos era lo que quería. Sin embargo, los daños en el alma humana son tan profundos que en nombre de un Dios o en nombre de una injustica social se puede llegar a tener un posicionam­iento tan violento donde no exista ninguna diferencia entre morir y matar, y donde matar sea parte de cobrar la deuda eterna y permanente de la tristeza de nuestros pueblos.

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