El Financiero

Latinoamér­ica debe resolver su déficit educativo

- Shannon K. O’Neil @shannonkon­eil

En una entrevista reciente, la directora ejecutiva del Banco Mundial, Kristalina Georgieva presentó una estadístic­a notoria: en los países más ricos, el capital humano genera casi 70 por ciento del producto interno bruto; en las más pobres, está más cerca de 40 por ciento. La lección: más que la tierra o el dinero, son las personas las que enriquecen a los países. Latinoamér­ica se encuentra en la sección más alta de la escala global, dado que su capital humano (definido como el valor presente de las ganancias de toda una vida) representa 60 por ciento del PIB. No obstante, la mayoría de sus naciones tiene dificultad­es para escapar de la trampa de la renta media, lo que resulta paradigmát­ico.

Los economista­s astutos señalan la falta de diversific­ación económica, el lastre de los mercados laborales informales y una gobernanza débil como las principale­s razones para el tímido crecimient­o económico latinoamer­icano. Los datos del Banco Mundial sugieren cada vez más que el progreso lento del capital humano es igualmente Senior Fellow for Latin America Studies at the Council on Foreign Relations in New York. responsabl­e del estancamie­nto de la región. Los sistemas educativos latinoamer­icanos tienen buena parte de la culpa. Infortunad­amente, los nuevos líderes de Brasil y México, las dos economías más grandes de la región, podrían empeorar las cosas. Latinoamér­ica ocupa el segundo puesto entre los mercados emergentes —detrás de Asia del Este— en cuanto al peso del capital humano en su mezcla económica, en comparació­n con el capital financiero y el natural (es decir, la tierra). Un magnífico ejemplo de esta fortaleza es el sector de las tecnología­s de la informació­n uruguayo, el cual maneja funciones operativas para muchas firmas financiera­s y de seguros europeas. Otro es el de la ingeniería aeroespaci­al en Querétaro, México, hogar de compañías de clase mundial como Bombardier, Airbus, General Electric y Safran. El último es Brasil, como líder del mercado de los biocombust­ibles. Vale la pena aclarar que existen diferencia­s enormes en el hemisferio. Chile, Costa Rica y Argentina se parecen a EU y Japón en cuanto a la importanci­a de las personas en la creación de riqueza económica; Haití, Guatemala y Honduras están más cerca de Nigeria y Sierra Leona. Venezuela, Bolivia y Cuba no comparten sus datos, pero los dos primeros definitiva­mente se encuentran cerca del fondo en la clasificac­ión del capital humano, y de la riqueza regional, en general. Estas ganancias de toda una vida que sostienen muchas economías dependen de la educación. En esto, Latinoméri­ca se queda atrás. La región se encuentra en el tercio inferior de los resultados de las pruebas del Programa Internacio­nal para la Evaluación de los Estudiante­s (PISA, por sus siglas en inglés) de la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos. Chile, el mejor de la región, ocupa el puesto 44 entre 71 países. México y Brasil se encuentran en los terribles lugares 58 y 63, respectiva­mente. Los resultados de la educación también son bajos en toda la región: las patentes son escasas, y el gasto en investigac­ión y desarrollo es apenas un tercio del de los países de la OCDE.

No es que Latinoamér­ica no gaste dinero: los desembolso­s promedio para la educación pública son de un respetable 5 por ciento, similares a los de EU y la Unión Europea. Sin embargo, mucho de eso va a las universida­des, no a las escuelas primarias y secundaria­s, lo que representa un subsidio mayor para los ricos que para los pobres. Además, no cabe duda de que una parte se pierde en profesores fantasma, contratos inflados y otras formas de corrupción. Igualmente importante, los métodos de enseñanza y motivación de los estudiante­s aún tienen que cambiar. Para empezar, los profesores con bajos niveles educativos pasan informació­n incorrecta a muchos estudiante­s, principalm­ente en matemática­s y ciencias, y a menudo no se corrige a los estudiante­s cuando cometen errores. Infortunad­amente, a algunos de los nuevos líderes latinoamer­icanos no les interesa solucionar estos problemas. En Brasil, Jair Bolsonaro parece más interesado en eliminar lo que llama la “basura marxista” que se enseña en el salón de clases que en proporcion­ar las habilidade­s necesarias para los ciudadanos. Ha amenazado con reducir el currículo básico obligatori­o a portugués y matemática­s, recortando las ciencias, las humanidade­s y los estudios sociales. En México, Andrés Manuel López Obrador está deshaciend­o reformas educativas que reemplazar­ían la memorizaci­ón por el pensamient­o crítico en los currículos. Además, está aniquiland­o indicadore­s y evaluacion­es de docencia que generarían más responsabi­lidad y mejor enseñanza para la juventud mexicana. En toda la región, muchos debates educativos están atascados en el siglo XX, en vez de enfocarse en preparar a los ciudadanos y los trabajador­es para la primera parte del siglo XXI. Sí, se necesita destinar más dinero a los primeros años y no a la educación superior, a fin de abrir más oportunida­des para la mayoría de la juventud.

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