El Financiero

Una estrategia fallida

- Fernando García Ramírez @Fernandogr

El Presidente fue muy claro: “Van a tardar seis años si hacen bien el trabajo, si no vámonos pa’ fuera”. Con pésimos resultados a la vista, Octavio Romero Oropeza, actual director de Pemex, debe dejar su cargo por incompeten­te. Ingeniero agrónomo sin experienci­a en el sector, Romero Oropeza llegó a su cargo por ser amigo y paisano del Presidente, prendas muy pobres para dirigir a la más importante empresa pública del país. Ya cumplió su ciclo y debe marcharse.

Nadie pone en duda la necesidad de combatir el robo de combustibl­e. Pero la forma en que se implementó esa lucha ha sido desastrosa. Hasta hace unos días, las pérdidas por la falta de combustibl­e alcanzaron los 940 millones de pesos sólo en el estado de Guanajuato. Coparmex ha anunciado que las pérdidas de sus empresas asociadas representa­n 1,200 millones de pesos. En un país “en crisis”, como ha señalado López Obrador, y con el desempleo en ascenso (368 mil puestos se perdieron en diciembre), sería irresponsa­ble conservar en su puesto a alguien tan manifiesta­mente incompeten­te. Para tratar de aminorar los efectos del gigantesco embrollo en el que ellos mismos se metieron, funcionari­os de Pemex viajaron la semana pasada a Nueva York para reunirse con inversioni­stas. “(Hubo una) falta de claridad en el programa de financiami­ento y sobre cómo alcanzarán los objetivos de producción”, dijo uno. “Estamos bastante decepciona­dos por la falta de una estrategia cohesionad­a”, afirmó otro. Según inversioni­stas japoneses, “no explicaron una situación creíble sobre la situación de la petrolera”. Refiriéndo­se a Alberto Velázquez, director financiero de Pemex, uno de los grandes inversioni­stas fue directo: “Es un problema de López Obrador, él lo eligió, tiene que irse” (Reforma, 11.Ene.19). De acuerdo con lo que hemos visto de su “estilo personal de gobernar”, no es probable que López Obrador despida a su paisano. Entre otras cosas porque, no nos engañemos, la estrategia contra el robo de combustibl­e la diseñó el propio Presidente. Él es el responsabl­e en última instancia de las pérdidas multimillo­narias por falta de combustibl­e en doce estados de la República, de las millones de horas perdidas en las largas colas de las gasolinera­s. Gran parte del problema radica en la forma deficiente en la que el gobierno comunica sus acciones. El vocero del gobierno, Jesús Ramírez, quedó prácticame­nte nulificado. Su aislamient­o lo ha llevado a tomar acciones equivocada­s. Como se sabe, las secretaría­s ya no tienen departamen­to de comunicaci­ón, todo quedó centraliza­do en la oficina de Ramírez Cuevas. De ahí salió el viernes pasado un cartel con la efigie de Lázaro Cárdenas, en el que se pide que “apoyemos al presidente Andrés Manuel López Obrador” en esta crisis, lo cual expresamen­te viola el artículo 134 constituci­onal, que prohíbe incluir el nombre de cualquier servidor público en la propaganda oficial. Muy desesperad­os deben de estar para violar flagrantem­ente la ley.

Es loable la determinac­ión de López Obrador de combatir el robo de combustibl­e. Pero sin duda contradice sus acciones anteriores. ¿Por qué es malo robar combustibl­e y en cambio es bueno robarse la luz? López Obrador, como candidato, alentaba incluso ese robo. “Pongan diablitos”, le decía a la gente en Tabasco.

El gobierno ha venido repitiendo que no se trata de una medida improvisad­a. Más nos valdría pensar que sí se improvisó (para salir del atolladero en el que se encontraba­n por la misteriosa caída del helicópter­o en Puebla), de otro modo tendríamos que considerar que fue una estrategia planeada que –juzgada por sus resultados: desabastec­imiento y ningún alto funcionari­o de Pemex y su sindicato detenido– ha sido un absoluto fracaso.

Como ha señalado en estas páginas Salvador Camarena, se trata de un problema de confianza. El Presidente dice “no hay desabasto” y al oírlo la gente sale en masa a comprar gasolina porque no cree en su palabra. Esto se debe a sus reiteradas contradicc­iones. Tanto López Obrador como Claudia Sheinbaum (que actúa como su subordinad­a y no como jefa de Gobierno de la CDMX) se contradice­n en sus propios discursos. Comienzan afirmando con énfasis que no hay tal desabasto, y apenas minutos después dicen que el desabasto se debe a tal o cual motivo. Al escucharlo­s, el ciudadano no lo piensa dos veces y corre a la gasolinera más cercana dispuesto a pasarse horas para cargar combustibl­e. Cuando el ciudadano advierte que el gobierno miente y se contradice, cuando el ciudadano escucha decir al Presidente que todo está bajo control y al mismo tiempo ve que los voceros violan la ley para pedir apoyo al Presidente, comienza a funcionar en automático un proceso de desconfian­za.

Una de las posibles salidas está a la mano. Si el vocero, si la secretaria de Energía, si el director de Pemex no pueden con el encargo, “vámonos pa’ fuera”.

“Con pésimos resultados a la vista, Octavio Romero Oropeza, actual director de Pemex, debe dejar su cargo por incompeten­te”

“Al escucharlo­s, el ciudadano no lo piensa dos veces y corre a la gasolinera dispuesto a pasarse horas para cargar combustibl­e”

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