El título, sólo eso
No hay aplauso ni elogio que valga si no hay un trofeo de por medio en este caso. En Monterrey se pide a gritos acepten a sus equipos en el selecto grupo de “los grandes” del futbol mexicano: presumen trofeos, afición, poder económico y un constante esfuerzo por hacerse de los mejores jugadores disponibles en el mercado.
Lo presumen porque lo tienen, porque quieren y pueden, porque con esta fórmula encontraron una manera de ampliar sus horizontes deportivos y una oportunidad para competir con el resto.
Es justo reconocer y agradecer el enorme esfuerzo de Monterrey y Tigres por contratar juga-
dores de alta calidad; de encontrar en el extranjero refuerzos de verdad y elevar el nivel de la Liga desde su trinchera. Pueden, como todos los equipos, errar en algunas elecciones, pero en esta parte del país los casos fallidos son los menos. Ahora, el nivel de inversión viene acompañado de responsabilidades, de tal forma que al “poder y querer le acompaña ya el deber”, y si las inyecciones económicas demuestran el tamaño de sus aspiraciones, ahora toca entrar al terreno de las obligaciones, de cristalizar y hacer efectivos los proyectos. Toca ganar, sí: “Ganar, ganar, ganar y volver a ganar”, como alguna vez dijera el gran Luis Aragonés, que en paz descanse. Asumirse como grande y poderoso contrae retos más complicados como el dejar de ser competidor y convertirse en ganador. En convertir las aspiraciones en realidades y cristalizar los enormes esfuerzos que realizan las empresas que respaldan a estos dos equipos.
Justo o no, ser grande implica pensar siempre a corto plazo cuando se trata de trofeos. Implica saber manejar la presión y entender la crítica. Implica abandonar el amparo emocional utilizando la Liguilla como pretexto.
Monterrey y Tigres tienen la obligación permanente de estar en la cima y nada por debajo del título merece ser bien visto.
A grandes inversiones, grandes obligaciones, así es en cualquier empresa y ésta, de enormes dimensiones como el futbol, no es la excepción.