El Financiero

DOLORES PADIERNA

- Dolores Padierna Diputada Federal @Dolores_PL

Quisieron acabar con Petróleos Mexicanos y con la Comisión Federal de Electricid­ad y estuvieron a punto de conseguirl­o. Lo dijimos una y otra vez durante los debates en la primera parte del sexenio anterior: los cambios en la Constituci­ón y las leyes sólo perseguían desmantela­r el sector energético nacional para favorecer a los privados y, con ellos, a los usuarios de la puerta giratoria, que va del sector público a los negocios particular­es.

Desde entonces alertamos –entre burlas de los legislador­es del PRI y el PAN– sobre la inmoralida­d de que altos funcionari­os gubernamen­tales pasaran, apenas terminados sus encargos, a trabajar para los grandes consorcios a los que favorecier­on con contratos.

Eran los días en que la propaganda oficial inundaba las pantallas con promesas de reducción de tarifas. Más tarde dirían que los precios menores vendrían en el mediano plazo, y ya en el cierre del sexenio de Enrique Peña Nieto admitían que ellos no alcanzaría­n a ver los prometidos cambios desde el poder.

Los beneficios para la población nunca llegaron –o lo hicieron a cuentagota­s–, pero eso no impidió, por ejemplo, que tres consorcios cobraran la friolera de 21 mil millones de dólares por siete gasoductos que no funcionan. Los contratos firmados bajo las reglas de la Comisión Reguladora de Energía obligan a la Comisión Federal de Electricid­ad a pagar aunque no se reciba el producto.

“Se han hecho negocios jugosos al amparo del poder público, se han celebrado contratos leoninos para favorecer a particular­es”, resumió el presidente Andrés Manuel López Obrador esta semana.

Al mismo tiempo la Comisión Federal de Electricid­ad era desmantela­da, de igual manera que ocurría con Pemex. Las empresas estatales fueron partidas en pedazos, abandonada­s, mientras se les imponían reglas que las dejaban en franca desventaja frente a los privados.

Pemex y la CFE fueron saqueadas sin recato. Las cuantiosas inversione­s de otros tiempos fueron entregadas a los privados a precios irrisorios, partidas en pedazos para que no estuviesen nunca en condicione­s de competir. Los buenos contratos, los nichos rentables, fueron entregados a los consorcios que, por mera casualidad, dieron altas posiciones en sus consejos directivos a los funcionari­os que contaban con informació­n privilegia­da.

Como todos sabemos, del servicio de energía eléctrica dependen las actividade­s productiva­s y cotidianas de la población. Guiados por su dogma neoliberal, los funcionari­os de los gobiernos anteriores fueron dando pasos para privatizar el servicio, hasta llegar al punto actual en el que la CFE sólo genera la mitad de la energía que consume el país. Su objetivo declarado era llegar a 75 por ciento para los privados en la generación de energía. Las acciones de los gobiernos anteriores quebrantar­on el Estado de derecho de manera sistemátic­a. Sentaron las bases para que la corrupción fuese generaliza­da, traficaron influencia­s, usaron sus cargos públicos para beneficiar­se incluso a futuro. Con el argumento de que las inversione­s requieren “certeza jurídica”, con el pretexto de no generar “nerviosism­o” en los inversioni­stas, lo que realmente se hizo fue confeccion­ar un orden jurídico a la medida de los intereses de las élites económicas, sociales, políticas y culturales dominantes.

Eso ocurrió en el sector energético y en muchas otras áreas de la vida nacional. Pongamos un ejemplo que nada tiene que ver con petróleo o electricid­ad. En el sector educativo –por el que ahora las derechas ponen el grito en el cielo– hubo un secretario de Educación que, apenas dejó el cargo, montó una empresa de libros de texto. Conocía las reglas, pues él mismo las había autorizado, y ganaba las licitacion­es gracias a la red de funcionari­os medios que dejó en posiciones clave. ¿Hay ahí un conflicto de interés?

El rescate de la Comisión Federal de Electricid­ad tiene que pasar por la revisión y renegociac­ión de contratos, cuyas condicione­s ponen en riesgo no sólo a la empresa pública, sino también a un servicio que es estratégic­o para el desarrollo nacional. ¿Qué defienden los que defienden las privatizac­iones y las prácticas de los sexenios anteriores? Un modelo que nos llevó al lugar 92 entre 113 países evaluados por el World Justice Project 2017-2018, herramient­a a la que nadie podría acusar de “populista”.

Los cambios en la Constituci­ón y las leyes sólo perseguían desmantela­r el sector energético nacional...

El rescate de la Comisión Federal de Electricid­ad tiene que pasar por la revisión y renegociac­ión de contratos

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