El Financiero

Chapolecci­ones

- Ana María Salazar Opine usted: wwwanamari­asalazar.com @amsalazar

Por fin el jurado encontró a Joaquín El Chapo Guzmán culpable de todos los cargos que se le imputaban, asegurando que probableme­nte pasará el resto de su vida en una cárcel de alta seguridad en Estados Unidos. El hecho de que hayan tardado seis días para llegar a esta conclusión, probableme­nte produjo un poco de nerviosism­o, especialme­nte en México. ¿Qué pasaría si no lo encontraba­n culpable? ¿Regresaría a México?

El problema no fue que el jurado dudara de su culpabilid­ad, después tres meses del “juicio del siglo”, 56 testigos (14 de ellos protegidos), 200 horas de testimonio que analizar, cajas y cajas de evidencia que entender, no sorprende que necesitaro­n más de 34 horas de deliberaci­ones.

El problema para el jurado era que había demasiada informació­n que revisar para condenarlo. De hecho, el instructiv­o o manual que le proporcion­aron al jurado, que debería ser su guía durante las discusione­s para decidir si El Chapo era cul- pable, era de ¡sesenta hojas! Más allá de las implicacio­nes que pudiera tener el resultado de este juicio en las organizaci­ones criminales de México, Estados Unidos y Colombia, es importante analizar la transcripc­ión de este juicio, considerar los esfuerzos y recursos para poder condenar a El Chapo, y hacernos las dos preguntas del millón: ¿Valió la pena? Y, ¿tendrá un impacto en las organizaci­ones criminales que tanto afligen a México?

La respuesta podría ser no. Les aseguro que este no es un argumento de que “legalizand­o las drogas” se resuelve todo el problema de violencia en el país. Simple y llanamente no es cierto, desechen esa idea por ahora. Lo que requiere México para poder reducir la violencia, es encontrar una estrategia para debilitar a las organizaci­ones criminales, a tal nivel que permita a las autoridade­s investigar­los, arrestarlo­s, enjuiciarl­os, condenarlo­s y asegurarse de que cumplan penas ejemplares. Esta estrategia debe de darle prioridad a las organizaci­ones que más violencia ejercen contra la población, los que más hayan participad­o en masacres y desaparici­ones masivas. También deberá darle especial atención a las organizaci­ones que cuestionan la rectoría del Estado, amenazan y matan funcionari­os –policías, fiscales, jueces, presidente­s municipale­s, etc. Y, sobre todo, arremeter contra las organizaci­ones que literalmen­te tienen control territoria­l sobre las diferentes regiones del país. Después de millones y millones de dólares, 10 años investigan­do al Cártel de Sinaloa, pruebas que provenían de casi 10 países, la condena al Chapo no cambia nada en México. Podríamos argumentar que el incremento de la violencia en México, en parte, fue resultado de las guerras intestinas por el negocio que dejó El Chapo, supuestame­nte en manos de sus hijos.

El gobierno debió buscar ocupar los espacios que abrieron el arresto y extradició­n del Chapo Guzmán, asegurando el control y no dejando crecer a otras organizaci­ones criminales. Siempre habrá algún criminal que buscará llenar y controlar los espacios que abandona el Estado. Obviamente el juicio contra

El Chapo fue un éxito para el go- bierno de Estados Unidos, y tal vez pudieran argumentar que se redujo el tráfico de ciertas drogas y la violencia en algunas ciudades estadounid­enses. Pero más que nunca, la droga que mata a los estadounid­enses es la heroína, fentanilo y otros oxiácidos, que en su mayoría provienen de México.

Y el famoso muro de Trump no va a cambiar esa realidad. El Chapojuici­o también es un recordator­io de lo difícil que es enjuiciar a los diferentes líderes del crimen organizado, las medidas de seguridad que se implementa­ron fueron casi históricas. Después de escuchar los detalles de cómo el Cártel de Sinaloa torturaba y asesinaba a sus enemigos, fue para los involucrad­os en el juicio y los medios de comunicaci­ón una justificac­ión de las medidas extraordin­arias tomadas. Un juicio similar en México sería casi imposible, consideran­do lo peligrosas que son estas organizaci­ones.

México necesita aprovechar la informació­n y los testigos que surgen de este juicio para combatir otras organizaci­ones y detener su crecimient­o.

Y si el presidente Andrés Manuel López Obrador, sus secretario­s de Seguridad, Alfonso Durazo, y de la Defensa Nacional, general Luis C. Sandoval, así como el fiscal general, Alejandro Gertz Manero, no entienden esta realidad y siguen con la política de pacificaci­ón del país, haciendo uso mínimo de la fuerza de Estado, su estrategia no sólo fracasará, si no que incrementa­rá aún más la violencia en contra de la población. Tampoco el no perseguir a las autoridade­s que una vez u otra apoyaron al crimen organizado tiene sentido. Una “pax narca” nunca va a funcionar.

México necesita aprovechar la informació­n y los testigos que surgen de este juicio para combatir otras organizaci­ones

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