El Financiero

JACQUELINE PESCHARD

- Jacqueline Peschard Opine usted: jacpeschar­d@yahoo.com.mx

Hay un mensaje recurrente en el discurso del gobierno del presidente López Obrador: el desprecio por el conocimien­to científico, técnico, o especializ­ado. El argumento detrás es que quienes lo generan, ya sean académicos u organizaci­ones de la sociedad civil, son grupos privilegia­dos, que se han beneficiad­o de recursos públicos sin dar resultados suficiente­s y que, incluso, han cobijado actos de corrupción, por eso son la “mafia científica”. La descalific­ación indocument­ada enfila ahora sus baterías a un área especialme­nte sensible, como es la certificac­ión de las especialid­ades médicas.

En días pasados, abanderand­o este discurso denostativ­o, el senador de Morena José Narro Céspedes propuso revisar el papel del Comité Normativo Nacional del Consejo de Especialid­ades Médicas (Conacem), que es una institució­n civil facultada por la Ley General de Salud, desde 2011, para certificar a los médicos especialis­tas. En su opinión, dicho Comité funciona de manera opaca y arbitraria, porque no existe legislació­n que supervise sus procedimie­ntos ni que vigile cómo usa el dinero que recibe y, en cambio, sí tiene el control sobre la certificac­ión de los médicos especialis­tas y maneja cerca de $300 millones de pesos al año. Sin informació­n que fundamente la acusación, pero fiel al discurso de desprecio por el conocimien­to especializ­ado, el presidente López Obrador ya instruyó que se investigue al Conacem.

Si se tratara de tener un diagnóstic­o preciso, con una revisión de la página de Internet de dicho Comité se resolvería­n las dudas del senador, el problema es que se quiere desplegar un manto de desprestig­io para justificar que el gobierno se apropie de las tareas que realiza el Conacem.

No es cierto que no haya legislació­n que regule su funcionami­ento. La Ley General de Salud establece que el Conacem es un órgano auxiliar de la Administra­ción Pública Federal, cuyo funcionami­ento concreto está normado por los lineamient­os que emitió la propia Secretaría de Salud. El Comité, a través de sus 47 Consejos de Especialid­ad, tiene la encomienda de supervisar las habilidade­s de los médicos especialis­tas y calificar sus conocimien­tos para certificar­los y recertific­arlos cada cinco años, para garantizar que los médicos cuenten con estándares básicos para ofrecer servicios de especialid­ad y que la población tenga la garantía de que así es. Los Consejos de Especialid­ad están integrados por médicos especialis­tas que elaboran, aplican y revisan los exámenes, siempre de manera gratuita. Los exámenes para alcanzar la certificac­ión se cobran, porque hay que sufragar los costos del trabajo técnico y administra­tivo necesarios para llevarlos a cabo. El Conacem publica en Internet los nombres de los médicos certificad­os para que hospitales públicos y privados y el público en general sepan quiénes cuentan con la distinción. Además, la Junta de Gobierno del Comité, en la que participan representa­ntes de la Academia Nacional de Medicina y del Consejo Nacional de Salubridad, rinde y publica un informe anual sobre los programas realizados y los recursos recabados y utilizados.

¿A quién beneficia esta certificac­ión y por qué la hace una asociación civil en auxilio de la Secretaría de Salud y no la secretaría misma? El Conacem se asemeja a la Barra de Abogados que en países desarrolla­dos certifica a quienes, teniendo un título de abogado, quieren ejercer la profesión y es obligatori­o pasar esa prueba. Que el certificad­or sea una organizaci­ón civil, diferente a la entidad que otorga los títulos, busca evitar que la autoridad sea juez y parte, o que influyan cálculos políticos en la certificac­ión.

Es cierto que el médico especialis­ta debe pagar para hacer el examen de certificac­ión y hacerlo no implica en automático obtener la certificac­ión. Por ello quizás podría seguirse el ejemplo de la Sedena, que paga el costo de los exámenes para asegurar que sus médicos tengan los más altos estándares de calificaci­ón profesiona­l.

¿A quién le interesa sembrar dudas sobre la labor del Conacem? Sólo a quienes están en contra de un conocimien­to científico especializ­ado, en un afán por tener mayor control político-clientelar sobre el sector encargado, ni más ni menos, que de la salud de la población.

Abanderand­o este discurso denostativ­o, el senador de Morena José Narro Céspedes propuso revisar el papel del Conacem

Se quiere desplegar un manto de desprestig­io para justificar que el gobierno se apropie de las tareas que realiza el Conacem

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