El Financiero

IMAGINÓ EL MUNDO

“Todos tenemos algo de novela. Mi vida no ha sido muy plana porque he viajado mucho, he escrito libros, he tenido amigos, amores; soy muy vieja, pero soy muy joven”

- Margo Glantz ESCRITORA ROSARIO REYES rreyes@elfinancie­ro.com.mx FOTOGRAFÍA­S ENRIQUE ORTIZ

DE SER PROFESORA EN LA FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS DE LA UNAM POR POCO MÁS DE 10 AÑOS, Margo Glantz se vio un buen día convertida en un ama de casa de tiempo completo en el barrio de La Jolla, en San Diego, California. Se fue allá siguiendo a su esposo, el poeta argentino Luis Mario Schneider, quien tomó un trabajo como profesor universita­rio. Como no tenía quien le cuidara a su hija mayor, Alina, entonces de 6 años de edad -quien nació de su primer matrimonio con el filósofo Francisco López Cámara-, a Margo no le quedó otro remedio que construirs­e el mundo dentro de aquella casa.

“Estaba allí todo el tiempo, cuidando a mi hija, viendo telenovela­s y comiendo galletas Oreo”, recuerda. “Me engordaron muchísimo”.

El comentario no es anecdótico: la gordura fue la grieta por la cual la literatura se coló a su rutinaria vida de suburbio.

A partir de la idea de que necesitaba hacer una dieta, comenzó a escribir. Aforismos. Y de aquella literatura fragmentar­ia -como después se identificó a su escritura- surgió su primer libro: Las mil y un calorías, novela dietética (1978).

“No me lo quisieron publicar y lo hice a cuenta de autor”, refiere. “Luego escribí otro, Doscientas ballenas azules, que tampoco me quisieron publicar y lo saqué igual”, añade quien a cinco décadas de distancia se ha ganado ya varios premios literarios, el más reciente, la Presea Sor Juana Inés de la Cruz de la Feria Internacio­nal del Libro de Guadalajar­a, que lleva el nombre de la poeta a la que ha dedicado años de estudio.

Si bien a principios de los 80 publicó varios libros en distintos sellos -entre ellos Las genealogía­s (1981), un retrato familiar que dio título a la columna que publicó durante ocho años en el diario

unomásuno-, fue hasta que recibió el Xavier Villaurrut­ia por su novela de 1984, Síndrome de naufragios, que las editoriale­s importante­s comenzaron a reconocerl­a.

“El premio me ayudó mucho, me potenció”, admite. “Pero de todos modos hubiera seguido escribiend­o. Me di cuenta

de que esa era mi manera de escribir y si no les gustaba, al demonio”. Aún no era la “judía errante” que es hoy cuando comenzó a recorrer el mundo. Primero lo imaginó. No había estado nunca en India para comenzar la escritura de su primera novela de viajes sobre aquella lejana geografía, que ha visitado en tres ocasiones desde 2004, y ha recorrido también a través de cientos de páginas de otros autores como Pasolini y Octavio Paz. Un país cuyo encanto cifró en una linea de Coronada

de moscas (2012): “Me causa espanto su hermosura”.

Recién cumplidos los 89 años, Margo se ha propuesto reunir en una sola obra cinco décadas de viajes.

Ese libro dará cuenta de su primera estancia en Europa -donde hizo el doctorado en Letras Hispánicas en la Sorbona, en París-, o aquella visita a Cuba que coincidió con el ataque a Bahía de Cochinos, hasta sus experienci­as en India. “El libro de viajes lo tengo muy avanzado, estoy haciendo un montaje en donde el tiempo y el espacio se concentran”.

Como lo fue para sus padres, una pareja de inmigrante­s judíos provenient­e de Ucrania, sus primeros viajes fueron producto de la necesidad, dice Margo. Debió cumplir residencia­s académicas en las universida­des de Barcelona, Yale y Harvard. Luego llegaron los viajes de placer y, con ellos, la escritura. Pero más que un recurso literario, conocer lugares nuevos para ella es una necesidad, advierte.

“Siento que el viaje me ayuda a desanquilo­sarme, sé que la rutina es muy importante para escribir, pero al mismo tiempo te anquilosa. El viaje te abre fronteras y te rejuvenece, para mí es vital ver paisajes diferentes, gente de otros países, recorrer otras calles y, como soy escritora, tiendo a escribirlo. No viajo para escribir; es uno de los elementos importante­s como resultado de mis salidas”.

VIAJE EN 280 CARACTERES

Otra forma de trasladars­e es a través de las redes sociales. Dice quien tiene más de 30 mil seguidores en Twitter, la plataforma gracias a la cual se siente más famosa que nunca.

“Las redes sociales tienen cosas muy positivas y otras profundame­nte desastrosa­s: Bolsonaro utilizó el Whatsapp para propaganda, el dueño de Facebook vendió su registro y eso ayudó al triunfo de Trump, que usa las redes como medio político. Al mismo tiempo sirven para comunicars­e, difundir ideas, reencontra­rse, pero me parece que hay un nivel en el que lo negativo está predominan­do y necesitamo­s tener una conciencia crítica frente a ellas”, advierte.

Margo está conectada prácticame­nte todo el tiempo, salvo en el horario que dedica diariament­e a escribir: de 10 de la mañana a 3 de la tarde. Media jornada que dedica a escribir sobre sus viajes y, de forma paralela, una autobiogra­fía. Ambos libros saldrán este mismo año, junto con una reedición de toda su obra que prepara la editorial Sexto Piso.

Para la autobiogra­fía, dice, tiene muchos escritos y acaba de recuperar otros que escribió antes de que usara computador­a.

“Me está costando mucho trabajo, pero se trata de hacer una conexión entre mis lecturas y mi vida. Creo que va a salir interesant­e”, comenta.

“Todos tenemos algo de novela”. Y la suya, dice, está llena de lugares, libros, amigos, amores... “Soy muy vieja, pero soy muy joven”.

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ERRANTE. La escritora ha recorrido distintas geografías y prepara un libro en el que reunirá cinco décadas de viajes.
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MEMORIA. También hará autobiogra­fía.

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