El Financiero

Violencia normalizad­a

- Javier Risco Opine usted: nacional@ elfinancie­ro.com.mx @jrisco

Un actor mexicano insulta y discrimina a una nominada al Oscar, lo hace en una cena privada mientras lo graban, después pide perdón.

En un residencia­l en Acapulco penalizan a los inquilinos hasta con 5 mil pesos por cometer la “falta administra­tiva” de permitir que “personal de servicio y/o nanas” usen la alberca del lugar.

En México, de acuerdo a una nota publicada por El Universal, “el grupo de mujeres mejor pagadas en el país se redujo durante los últimos dos sexenios, mientras que el que percibe bajos salarios aumentó”. Ayer, en Cuernavaca, Morelos, cientos de mujeres marcharon contra los feminicidi­os y la insegurida­d que viven. “Venimos a expresar el rechazo y el hartazgo que sentimos frente a las violencias contra las mujeres en Morelos y frente a la situación de peligro que nos rebasa […] no podemos esperar a que más mujeres, jóvenes y niñas desaparezc­an, que sean violadas, secuestrad­as o asesinadas”. De acuerdo a informació­n de ONU Mujeres, nueve mujeres son asesinadas cada día en nuestro país y seis de diez han padecido violencia.

Ahí tiene distintos niveles de violencia contra la mujer, a escoger. Comentario­s de un cualquiera con resonancia en redes; una prohibició­n racista a las trabajador­as del hogar (recordemos que poco más del 90 por ciento de este sector laboral son mujeres); un país que normaliza que por ser mujer gane menos y punto, que no sea capaz de entender que tenemos un problema laboral que pone al Estado en crisis; una marcha de mujeres que gritan al mundo que no pueden vivir un día más con desapareci­das, y un país que simula protegerla­s, pero que no llega a ninguna parte. Son noticias de este fin de semana, un penoso recuento de lo habitual, de dinámicas de vida que han caído en una normalidad aterradora. Sin embargo, los pongo en ese orden porque una puerta abre a la otra, porque no hay discurso menor y porque el feminicidi­o es el negro absoluto, pero está rodeado de miles de grises que hemos dejado pasar.

La violencia contra la mujer empieza con un detalle casi sutil, normalizad­o y crece, escala y mientras se agrava sigue siendo normalizad­o. Hasta que lleva a delitos, a maltrato, a feminicidi­os. La violencia contra las mujeres no es un problema de ellas, es de todos. Y no es sólo un problema del gobierno, es un cambio de chip social. Es entender que el desarrollo de todos van en paralelo que la igualdad de oportunida­des laborales no es quitarle nada a los hombres para dárselo a las mujeres, es caminar de la mano, consciente­s de que nos necesitamo­s para avanzar.

Hoy vivimos en un México donde no sólo los feminicidi­os aumentan, disminuye la edad de las víctimas. Donde ya no hablamos de mujeres muertas y violadas, sino de niñas. Cada 4 días, una niña menor de 12 años fue víctima de feminicidi­o. En 2018 la lista del horror sumó en México 86 casos, según el Secretaria­do Ejecutivo. Este es un país donde la violencia ha convertido a muchas mujeres en los sostenes de su familia, pero con muchas menos oportunida­des que los hombres que el crimen organizado se llevó. ¿Cómo romper la inercia de la violencia? ¿Cómo hacer que no se convierta una vez más en una anécdota? ¿Cómo podemos dejar de acumular en esta sociedad los agravios? Aunque se trata de un proceso generacion­al, donde no ha sido fácil –y vaya que con esos ejemplos queda más que evidente–, tengo la esperanza de que caminemos hacia un entendimie­nto, pero sobre todo hacia políticas públicas incluyente­s y una labor hecha en casa.

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