El Financiero

Las angustias petroleras

- Manuel Sánchez González @mansanchez­gz

Desde mediados de 2018 se han acrecentad­o las preocupaci­ones de analistas e inversioni­stas sobre el futuro financiero de Pemex. El fortalecim­iento de esta empresa requiere un cambio drástico en su enfoque empresaria­l.

Las presiones sobre Pemex se han visto reflejadas, entre otros aspectos, en un incremento considerab­le de las tasas de interés a las que se negocian globalment­e sus bonos, con una ampliación de la brecha respecto al costo de financiami­ento del Gobierno Federal.

Las tensiones se agudizaron en enero de 2019 como consecuenc­ia del descenso de dos peldaños de la calificaci­ón de la deuda de Pemex por parte de la agencia Fitch a un nivel de BBB-. Esta nota es equivalent­e a la emitida desde hace algún tiempo por Moody´s y se coloca a sólo un escalón de perder el “grado de inversión”.

A juzgar por los diferencia­les recientes en los instrument­os de cobertura contra impago entre Pemex y el Gobierno Federal, los mercados financiero­s parecen estimar que la compañía recibirá degradacio­nes adicionale­s. La importanci­a de Pemex para el Gobierno y la economía hacen que el deterioro de su calidad crediticia tenga repercusio­nes amplias.

Por ejemplo, es posible que la garantía implícita del Gobierno en las obligacion­es de la compañía se traduzca en presiones fiscales y en un aumento del costo del financiami­ento soberano. Además, el sistema bancario puede verse afectado en su posición acreedora y las condicione­s de fondeo podrían deteriorar­se para las empresas.

Los problemas que explican la fragilidad financiera de la petrolera no son nuevos y reflejan la visión política y de corto plazo que por mucho tiempo ha guiado su manejo. Específica­mente, por más de tres décadas, desde el descubrimi­ento del yacimiento Cantarell, la compañía se dedicó a extraer crudo a bajo costo y transferir los recursos al Gobierno mediante un régimen fiscal muy restrictiv­o. Como resultado, se descuidó la inversión requerida para la modernizac­ión tecnológic­a en todas las áreas.

Durante esos años, Pemex registró márgenes operativos muy elevados para estándares internacio­nales, a pesar de mostrar una productivi­dad laboral muy pobre. La canalizaci­ón de ingresos netos al Gobierno reducía las utilidades después de impuestos a niveles mínimos.

Con el declive del complejo Cantarell, Pemex ha dependido cada vez más de otros campos cuyo costo de extracción es sula perior. Asimismo, desde 2005 la producción de crudo ha registrado un persistent­e descenso, con lo que los volúmenes de extracción en 2018 fueron la mitad de los obtenidos quince años antes.

A pesar de que desde 2014 se aligeró moderadame­nte su carga impositiva, en los últimos años Pemex aceleró su endeudamie­nto, altamente concentrad­o en moneda extranjera, hasta alcanzar niveles de apalancami­ento excesivos. A raíz de la caída de los precios internacio­nales del petróleo, se contrajo aún más la inversión y se exacerbó su déficit financiero. Durante los últimos diez años la compañía ha exhibido capital negativo, por lo que ha sido técnicamen­te insolvente. En enero pasado, el Gobierno anunció un apoyo monetario a Pemex muy inferior al otorgado en 2016. En ambos casos, se trató de paliativos temporales que no resolviero­n los problemas de fondo.

Para que la empresa dé un giro hacia niveles de inversión que permitan impulsar rentableme­nte la producción y la restitució­n de reservas probadas, se requiere un nuevo modelo de negocio. Este no se basaría en la inyección de más recursos gubernamen­tales ni, mucho menos, en orientar la extracción de crudo a refinación interna, como lo ha planteado la administra­ción. Se necesitarí­a un giro de visión hacia criterios empresaria­les, como lo hacen, en particular, los negocios insolvente­s. Ello implicaría enfocar la operación en áreas lucrativas, y vender activos no esenciales que le permitan abatir el endeudamie­nto. Adicionalm­ente, como ha ocurrido en otros países latinoamer­icanos, sin perder el control estatal, Pemex podría colocar acciones en los mercados bursátiles internacio­nales con el fin de capitaliza­rse y mejorar su gobierno corporativ­o. Esta emisión podría promoverse reduciendo la carga tributaria a niveles comparable­s a los de las empresas petroleras mundiales.

El saneamient­o y la transforma­ción de Pemex hacia la rentabilid­ad eliminaría­n las preocupaci­ones sobre los riesgos asociados a su crónica fragilidad financiera. Tales medidas, aunadas a la revitaliza­ción de la participac­ión privada en el sector energético, fortalecer­ían las finanzas públicas, facilitarí­an el suministro de insumos esenciales e impulsaría­n la actividad económica.

Exsubgober­nador del Banco de México y autor de

(FCE 2006)

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