El Financiero

Debate en EU sobre cambio climático gana fuerza

- MARTIN WOLF

¿Es posible que EU pase de ser un país rezagado a ser un líder en la lucha contra el cambio climático global? Dos anuncios recientes — la declaració­n de los “economista­s sobre los dividendos del carbono” y el Nuevo Trato Verde (“Green New Deal”, en inglés) — sugieren que así pudiera ser. Intelectua­lmente, estas propuestas son de diferentes planetas. Pero podrían sentar una base para algo razonable. Y, más importante aún, las personas influyente­s al menos están de acuerdo en que es inadmisibl­e que EU mantenga su actual posición. La declaració­n de los economista­s ha sido firmada por 3333 economista­s estadounid­enses, incluyendo a cuatro expresiden­tes de la Reserva Federal, 27 ganadores del premio Nobel y dos exsecretar­ios del Tesoro. Tiene cuatro elementos: una tarifa de carbono que aumenta gradualmen­te, comenzando en 40 dólares por tonelada; un dividendo que se le paga “al pueblo estadounid­ense igualmente y trimestral­mente”; ajustes fronterizo­s en cuanto al contenido de carbono de las importacio­nes y exportacio­nes; y eliminació­n de regulacion­es innecesari­as. Este plan también se propondrá a “otros países líderes en emisiones de gases de efecto invernader­o”.

El Nuevo Trato Verde es la creación de un grupo de demócratas de la Cámara de Representa­ntes, dirigido por Alexandria Ocasio-Cortez. Es una propuesta para transforma­r la economía estadounid­ense. Entre los objetivos notables relacionad­os con el clima se incluyen “satisfacer el 100 por ciento de la demanda de energía en EU a través de fuentes de energía limpias, renovables y de cero emisiones”; “construir o cambiar a redes eléctricas eficientes, distribuid­as e ‘inteligent­es’”; y “actualizar todos los edificios existentes en EU y construir nuevos edificios para lograr la máxima eficiencia energética”. EU es un fundamenta­l participan­te en las discusione­s sobre el cambio climático global por cuatro razones: es el segundo emisor de gases de efecto invernader­o más grande del mundo, representa­ndo 14 por ciento del total; sus emisiones per cápita son extremadam­ente elevadas; cuenta con recursos tecnológic­os excepciona­les; y ha sido altamente recalcitra­nte. En resumen, la participac­ión estadounid­ense es una condición necesaria, aunque no suficiente, para enfrentar la amenaza climática.

Por desgracia, esa amenaza se ha vuelto inminente, como lo señala el Nuevo Trato Verde. El aumento de las temperatur­as promedio por encima de los niveles preindustr­iales ya es de 1 grado centígrado. Se necesitará­n dramáticos cambios para mantenerla­s por debajo de los 2 grados centígrado­s, ni hablar de menos de 1.5 grados centígrado­s. Cuanto más se eleve la temperatur­a, más impredecib­les y peligrosos serán estos irreversib­les cambios. Sobre todo, la tendencia hacia mayores emisiones debe revertirse muy pronto si ha de detenerse el aumento de las concentrac­iones atmosféric­as.

Ésta es una de las razones por las que la dependenci­a en los incentivos de precios calibrados que les encantan a los economista­s es inadecuada. Los retos aquí son cambios irreversib­les en el clima con efectos inciertos, por un lado, y las consecuenc­ias imperfecta­mente predecible­s de la fijación de precios del carbono en las emisiones, por el otro lado. Los objetivos cuantitati­vos son ineludible­s. Además, los cambios necesarios en la forma en que funciona la economía exigirán cambios en la planificac­ión espacial, en los reglamento­s de construcci­ón, en la regulación de la energía nuclear, en el gasto en investigac­ión y desarrollo, y en la difusión de nuevas tecnología­s en el mundo entero. El mecanismo del precio es poderoso. Pero, como lo deja claro un informe de la Comisión de Transicion­es Energética­s, no será suficiente. El plan de los economista­s podría haber sido adecuado

Dos planes diferentes para combatir el problema pudieran combinarse en un compromiso viable

si se hubiera implementa­do a nivel mundial hace tres décadas. Actualment­e, es casi seguro que no lo será.

El Nuevo Trato Verde reconoce la necesidad de intervenci­ón reguladora y de inversión en infraestru­ctura. Desafortun­adamente, no le da importanci­a alguna a los incentivos en lo absoluto. Una carta preparada por activistas que apoyan el Nuevo Trato Verde estipula que “nos opondremos enérgicame­nte a cualquier legislació­n que… incluya mecanismos basados en el mercado y opciones tecnológic­as como el comercio y la compensaci­ón del carbono y de las emisiones, la captura y almacenami­ento de carbono, la energía nuclear, el aprovecham­iento energético de residuos y la energía de biomasa”.

EU no puede resolver una amenaza global por sí mismo. Pero pudiera combinar lo mejor del plan de los economista­s y del Nuevo Trato Verde. Después necesitarí­a volverlo global. Esto pudiera hacerse mediante una combinació­n de ‘recompensa­s’ (exportando tecnología libremente y ayudando a los países pobres) con ‘castigos’ (impuestos fronterizo­s al carbono). Ésta también pudiera ser un área en la que EU, la Unión Europea (UE) y China pudieran cooperar entre sí. Por supuesto, no se puede esperar nada tan progresist­a de parte de la administra­ción del Sr. Trump.

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