El Financiero

Pueblo y democracia

- Macario Schettino Opine usted: www.macario.mx @macariomx

Ayer le describí, de forma muy general, el libro de Yascha Mounk, El pueblo contra la democracia. Hoy quisiera plantearle algunas opiniones mías al respecto.

Lo primero es que me parece una excelente idea la división que hace Mounk entre democracia y liberalism­o para entender el fenómeno actual. Su mapa de cuatro espacios (democracia liberal, democracia iliberal, liberalism­o no democrátic­o, dictadura) permite entender mejor los diferentes sistemas políticos que hoy existen.

Sin embargo, lo que no deja del todo claro, aunque lo analiza en el capítulo 3 del libro, es cómo la democracia iliberal es inherentem­ente inestable. En todos los ejemplos que analiza, lo que ocurre es que un movimiento (casi siempre con un único líder) aprovecha el descontent­o general para desacredit­ar las caracterís­ticas liberales (desprestig­io de expertos y organismos autónomos, acusacione­s a las élites, regodeo en el sufrimient­o) para tomar el poder. Una vez ahí, se van eliminando los derechos y libertades, se desmantela el cuerpo burocrátic­o, se concentra Profesor de la Escuela de Gobierno, Tec de Monterrey el poder, y acaba en una franca dictadura. Es decir: calificar al populismo de democracia iliberal es ignorar que de lo que se trata es de un movimiento autoritari­o de principio a fin. En cuanto a las tres causas que Mounk percibe de este fenómeno: redes sociales, estancamie­nto (y desigualda­d) económico, e identidad (étnica), no hay mucha novedad. Yo estoy convencido de que los argumentos economicis­tas no tienen fuerza, y son más resultado de la proclivida­d de los académicos por encontrar siempre causas económicas de todo lo que ocurre (triste herencia de Marx). No abundaré en eso ahora, pero la desigualda­d ha crecido en muy pocos países (China, Estados Unidos, Reino Unido), y en muchos casos hay que irse a buscar lo que tiene el 0.1% de la población para defender la idea. No sabía, cuando leí el libro, que era director del Centro Tony Blair, pero eso parece explicar su orientació­n económica. Por cierto, es el capítulo más breve y con más errores del libro. Como usted sabe, en esta columna se privilegia la explicació­n comunicaci­onal, y por eso el impacto de redes sociales me parece mucho más relevante. Pero no de la forma en que Mounk lo plantea. Él se concentra en dos eventos importante­s. El primero es la difusión de celulares en África y el incremento en violencia que eso provocó, y la Primavera Árabe. A mí me parece que lo que las redes han logrado, al romper el flujo de informació­n “de uno a muchos”, como bien apunta Mounk, es destruir la lógica que sostenía a la democracia liberal en su tercera reencarnac­ión, así como los periódicos destruyero­n la primera, y el cine y la radio la segunda.

La tercera causa, para Mounk, es el fin de la homogeneid­ad étnica, que a su juicio explica el éxito de la democracia liberal en el siglo XX. Dice que cada país tenía a un grupo étnico como élite, y eso le daba estabilida­d, pero la transforma­ción social ha derrumbado esa homogeneid­ad. Me parece que tiene parte de razón, pero que limita la fuerza de la explicació­n al concentrar­se en el carácter étnico. Las élites en las naciones no fueron sólo homogéneas en cuestión étnica, también en género, preferenci­as, costumbres. Precisamen­te por eso lo que vemos hoy es una explosión “identitari­a” que, al obligar a pertenenci­a a grupos, anula la individual­idad y hace imposible la democracia liberal. La identifica­ción inadecuada, o insuficien­te, de las causas, provoca que las soluciones que ofrece Mounk en los tres últimos capítulos suenen banales: reducir barreras estructura­les a las minorías étnicas; reconstrui­r el estado de bienestar; limitar las redes y educar ciudadanía.

Pues sí.

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