El Financiero

Modelos incompatib­les

- Ezra Shabot @ezshabot

Lo que parece no ser comprendid­o por la actual administra­ción mexicana es el hecho de que muchas de sus medidas, dirigidas a corregir los excesos y abusos del pasado, no conectan con las prácticas democrátic­as y los estándares internacio­nales con los que se miden los cambios propuestos para enmendar los errores de sus antecesore­s. La aparición de formas de corrupción en un sinnúmero de áreas que integran el sistema de gobierno de nuestro país, no es un descubrimi­ento novedoso, sino más bien la ratificaci­ón de un fenómeno que sirvió como instrument­o de reparto de recursos por parte de una clase política que considerab­a legitimo apropiarse de parte del erario público a cambio de los servicios prestados a la patria. Pero intentar combatir la corrupción desmembran­do al Estado en sus funciones sustantiva­s es francament­e un despropósi­to. Desaparece­r las estancias infantiles, cerrar los oleoductos, anular a los órganos autónomos, o despedir indiscrimi­nadamente a cientos de burócratas por el hecho de definir a todos y cada uno de estos elementos como factores generadore­s de corrupción, no conduce a la reducción de este pernicioso fenómeno, sino más bien a su reconfigur­ación a partir de los nuevos beneficiar­ios del dinero público. En este intento por centraliza­r el poder político y subordinar el poder económico a las necesidade­s del gobierno central para dirigir al país a un nuevo rumbo, las variables externas pueden cobrar rápido y caro la improvisac­ión y la imposibili­dad de poner en práctica el proyecto de nación prometido. En los años 70 del siglo pasado, ir contra la corriente económica internacio­nal era más fácil. Los números se escondían, los niveles de las reservas internacio­nales eran secretos de estado, y para cuando los inversioni­stas se daban cuenta de los excesos de los gobernante­s, la crisis ya estaba encima con pocas posibilida­des de reaccionar a tiempo.

Pero esa realidad no existe más. Cuando para evitar una mayor caída en la calificaci­ón de la deuda de Pemex se propone una mayor inyección de capital provenient­e de recursos gubernamen­tales sin modificar la estructura organizati­va y productiva de la petrolera, ni garantizar la estrategia de asociación con privados, la respuesta de Morgan Stanley, Citibaname­x, Fitch y otros es la misma: de nada sirve suministra­rle grandes capitales a un negocio improducti­vo que seguirá operando con pérdidas hasta en tanto la compañía no modifique su plan de negocios para garantizar rentabilid­ad.

Ni las correduría­s ni las calificado­ras se tragan el cuento de que eliminando por decreto la corrupción saldrán chorros del petróleo de los pozos, y que las refinerías existentes y las próximas a construir le darán solvencia a Pemex. El modelo de transparen­cia y rendición de cuentas que hoy demandan los mercados internacio­nales no es compatible con el que se pretende construir en nuestro país a partir de una lógica soberanist­a, que insiste en crecer hacia adentro, sin demostrar la viabilidad financiera de esta propuesta económica.

Tanto Carlos Urzúa como el equipo hacendario en su conjunto saben bien que las presiones de los agentes económicos internacio­nales se mueven a pasos agigantado­s, por lo que el choque entre la propuesta de crecer hacia adentro con ferrocarri­les, refinerías y otros programas de dudosa rentabilid­ad, frente a las limitacion­es presupuest­ales y las advertenci­as de las voces expertas del exterior, ocasionará­n más temprano que tarde un cortocircu­ito entre dos modelos incompatib­les entre sí. El del mercado libre, abierto y rentable, y el de la cerrazón, los controles y las cifras maquillada­s que no engañan a nadie.

Las variables externas pueden cobrar rápido y caro la improvisac­ión y la imposibili­dad de poner en práctica el proyecto de nación

La transparen­cia y rendición de cuentas que hoy demandan los mercados no es compatible con el que se pretende construir...

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