El Financiero

El debilitami­ento de los lazos entre EU y Europa benefician a China y Rusia

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Aquí, en el gran salón de baile del hotel Bayerische­r Hof de Múnich, se dio un momento para que los europeos se sintieran bien consigo mismos. La fuerte retórica de Angela Merkel en contra de la administra­ción estadounid­ense de Donald Trump y en defensa del orden internacio­nal liberal desencaden­ó una cascada de frustració­n acumulada. Mike Pence, quien le siguió a la canciller alemana en el podio el sábado, debe haber tenido los audífonos apagados. Los aliados de EU, declaró el vicepresid­ente estadounid­ense, debieran hacer lo que se les había indicado. El hecho de que este intercambi­o tuviera lugar en la Conferenci­a de Seguridad de Múnich, la cual ha sido un hogar espiritual del atlantismo durante 50 años, dice algo acerca del estado de una relación que no hace mucho tiempo celebró la victoria sobre el comunismo soviético. Los europeos han tendido a minimizar el impacto de la presidenci­a del Sr. Trump sobre la alianza de la Organizaci­ón del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Pero ya es suficiente.

En este caso, “suficiente” para la Sra. Merkel incluyó las decisiones unilateral­es del Sr. Trump de sacar a las tropas estadounid­enses de Afganistán y de Siria; de retirarse del tratado que prohíbe el despliegue de armas nucleares de rango intermedio; y de amenazar a Europa por no cumplir con las sanciones estadounid­enses contra Irán. Cada una de estas decisiones tiene una relación vital con la seguridad europea; todas fueron tomadas por la Casa Blanca sin considerar a, o tener una discusión con, los aliados.

Si a esto le agreguemos la absurda amenaza del Sr. Trump de declarar que las exportacio­nes de automóvile­s europeas (él quiso decir alemanas) representa­n un peligro para la seguridad nacional de EU, podemos comprender por qué una motivada Sra. Merkel, casi emocional, recibió una acalorada ovación; y por qué un rígido Sr. Pence se encontró con un silencio casi absoluto.

Los ganadores en Múnich fueron Rusia y China. Sergei Lavrov, el experiment­ado ministro ruso de Asuntos Exteriores, rara vez se permite mostrar una sonrisa. Pero luchó por reprimir su satisfacci­ón. Si existe un objetivo estratégic­o global que el presidente ruso, Vladimir Putin, tiene es el de abrir una brecha entre los europeos y los estadounid­enses. Déjennos a los europeos dirigir nuestra casa común, ha opinado el Sr. Lavrov. Lo que él quiere decir, por supuesto, es que con EU fuera del panorama, Moscú puede tomar las riendas. Beijing también ha identifica- do una oportunida­d. Yang Jiechi, el jefe de asuntos exteriores del Partido Comunista, puso a China firmemente del lado de la Sra. Merkel, alabando el papel de las reglas e institucio­nes globales para enfrentar retos como la proliferac­ión nuclear y el cambio climático. El Sr. Yang rindió homenaje al multilater­alismo casi tan frecuentem­ente como el Sr. Pence elogió al Sr. Trump.

Los europeos están preocupado­s por el impulso de Beijing hacia el Occidente a través de su Iniciativa Un Cinturón, Una Ruta y por el liderazgo que ha asumido la compañía Huawei de China en producir tecnología de comunicaci­ones de última generación. Pero, preguntó el Sr. Yang ¿el continente realmente quiere estar a la merced de la hegemonía tecnológic­a estadounid­ense? Todavía hay quienes creen que las cosas pueden volver a ser como solían ser. El Sr. Trump tiene, a lo sumo, seis años más en la Casa Blanca y, con un poco de suerte, sólo dos. Los demócratas, habiendo obtenido recienteme­nte el control de la Cámara de Representa­ntes, enviaron una considerab­le delegación a Múnich con el mensaje de que Washington todavía cuenta con atlantista­s. Los optimistas señalan una brecha entre la retórica del Sr. Trump y la política estadounid­ense sobre el terreno. Él se burla de la OTAN; pero el Pentágono ha enviado más tropas estadounid­enses a Europa del Este para contrarres­tar la amenaza del revisionis­mo ruso.

La dura verdad geopolític­a es que ambas partes todavía se necesitan mutuamente. La Sra. Merkel puede hablar de que Europa asuma mayor responsabi­lidad en sus propios asuntos de seguridad, pero existe poca evidencia de que esté lista para persuadir a una Alemania pacifista para que se siga ese camino. El presidente francés, Emmanuel Macron, ha tratado de acelerar el paso. La Sra. Merkel lo ha desacelera­do.

La retórica de Merkel en contra de la administra­ción Trump destaca la demolición de la alianza

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