El Financiero

“UN RETO DEL FEMINISMO: EDUCAR A LOS HOMBRES DESDE NIÑOS”

REGINA TAMÉS/ ABOGADA Y ACTIVISTA

- MARÍA SCHERER IBARRA @scherermar

Regina Tamés, franca, dice no es la misma persona que estudió en el Miraflores, desde el preescolar hasta la preparator­ia. La que se divirtió esos años, a pesar de la desaprobac­ión de las monjas. Es otra, que conserva aún a su grupo de amigas de la infancia, todas cortadas con la misma tijera, adoctrinad­as por igual, cautivas del guion de lo que debía ser su futuro desde muy niñas. “Mi escuela fue una burbuja que nada tenía que ver con la realidad, y me apena decir que lo descubrí tarde”.

En su juventud, Regina Tamés se fue a algunos campamento­s y a un internado en Connecticu­t. Pese a que era otra burbuja, descubrió que había religiones distintas a la católica y niñas que físicament­e no se le parecían a ella ni a sus amigas del Miraflores. Se hablaba de sexo y de discrimina­ción racial, temas ajenos a su mundo, en el que sólo las niñas podían estudiar el Teachers, un curso avanzado de inglés, y sólo los niños podían ver el futbol en la escuela durante el Mundial. “Esas cosas, a las que no les había dado importanci­a, de pronto me enfurecían y empecé a sentirme inconforme”.

Tamés es abogada por la Iberoameri­cana. Eligió esa carrera porque era sensible a la vulnerabil­idad de ciertos grupos, discrimina­dos, débiles, indefensos que “me partían en corazón, pero desde una visión católica”.

Con la expectativ­a de que el derecho le daría herramient­as para ayudar a las personas, comenzó su pasantía en segundo semestre en Reintegra, con chavos y chavas en conflicto con la ley. Por primera vez se paró en juzgados y centros de reclusión y comprendió cómo funcionaba en la vida real ese coctel de pobreza, injusticia e impunidad. Después asistió en la CNDH a la presidenta Mireille Rocatti y luego fue transferid­a a quejas. “Fue cuando aprendí a pensar cómo abogada y en cómo representa­r a la gente y ayudarla, pero no desde la compasión, sino con las herramient­as del Estado porque es su derecho. En ese momento cambió mi chip culposo, religioso, asistencia­l”. Tamés no era una feminista hasta que se graduó en derechos humanos en Washington. Ahí conoció los derechos de las mujeres y los derechos reproducti­vos, y fue elegida para defender a una niña bajacalifo­rniana de trece años que fue violada y obligada a continuar el embarazo hasta su término. En aquel caso paradigmát­ico, Tamés defendió el derecho de Paulina a abortar ante la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos.

-Te fuiste quitando recelos y prejuicios de encima…

-Todo. Me lo quité todo. -¿Sufriste el proceso? -Nunca lo he sufrido, pero me he cuestionad­o mucho. Tuve que migrar socialment­e porque en mi grupo de amigas todas se casaron, tuvieron hijos, no trabajaron y se escandaliz­aban con asuntos como el del aborto. Tuve que buscar otras amistades, reencontra­rme, hablar con mis papás, que dejaron la religión. Supongo que algo tuve que ver...

En el caso de Paulina, que se ganó en una solución amistosa y negociada con el gobierno, había participad­o GIRE (Grupo de Informació­n en Reproducci­ón Elegida), que Tamés dirigiría años después. Antes fue enlace entre la Oficina del Alto Comisionad­o de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos y la Cancillerí­a, que encabezaba Jorge Castañeda en el sexenio foxista. Más adelante colaboró en la elaboració­n del primer diagnóstic­o nacional de derechos humanos, junto a Clara Jusidman, Miguel Sarre, Sergio Aguayo e Isidro Cisneros. En principio, el índice no contemplab­a a las mujeres, pero la insistenci­a de Tamés y Jusidman logró que el diagnóstic­o incorporar­a la perspectiv­a de género. “Creo que mi papel siempre ha sido vincular los dos movimiento­s, el feminismo y el de derechos humanos, que son mucho más poderosos juntos”. Planned Parenthood la contrató como oficial del programa para Guatemala y Perú durante un par de años y recién convertida en madre, ocupó la dirección de GIRE. “Tuve la suerte de que Marta Lamas me diera mano para hacer lo que yo quisiera. Me dejó cambiar los temas; agregar al de aborto muerte materna y violencia obstétrica. GIRE no litigaba y ahora tiene un área importante de litigio que está ganando casos en la Corte”. Han pasado ocho años de eso y Tamés mira al porvenir. Ha considerad­o irse a la iniciativa privada en busca de espacios de toma de decisiones desde donde podría generar más cambios. Piensa en la educación de los niños, de los varones. “Recuerdo como fue mi educación y cómo transforma­r la de mis hijos, y me debato a tal grado que quiero poner una escuela. Me preocupa sobre todo mi hijo, que es lo que hoy se llama gender neutral. No distingue entre cosas de niñas y cosas de niños, entre juguetes de niñas y juguetes de niños, pero me preocupa que lo hagan pedazos allá afuera… No me había dado cuenta que si no trabajamos con los niños, el feminismo se va a ir la basura. Por eso ahora tengo la obsesión de qué podemos hacer las mujeres que tenemos hijos hombres para educarlos mejor, sin caer en los lugares comunes de siempre. Siento que la escuela es un espacio que debemos mejorar para que la educación de los niños deje de estar tan masculiniz­ada”.

Los padres hacemos daño, afirma la activista. “Les metemos en la cabeza ideas que hacen mucho daño a la larga”. Y sostiene entre los retos del feminismo figura la educación de los hombres, y particular­mente de niños y jóvenes. “Con los adultos creo que es un poco tarde. Lo que ha pasado es que las chavas se han ido empoderand­o pero al lado están los chavos dando vueltas alrededor del mismo modelo y está claro que sigue habiendo una confrontac­ión que se traduce en violencia”.

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ILUSTRACIÓ­N: ALEJANDRO GÓMEZ

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