El Financiero

El silencio migratorio

- Jorge G. Castañeda Opine usted: gaceta@jorgecasta­neda.org @JorgeGCast­aneda

Es un hecho que el tema migratorio interesa muy poco a los mexicanos. No nos preocupa mayormente el destino y la situación de los paisanos en Estados Unidos, la de los centroamer­icanos en sus países respectivo­s, y menos aún de los mismos migrantes de Honduras, El Salvador y Guatemala en México. Por eso las caravanas desapareci­eron rápidament­e de los noticieros y de las primeras planas de los periódicos, como bien lo apuntó Enrique Acevedo en Milenio, el jueves.

Esto le permite a las autoridade­s mexicanas hacer más o menos lo que quieren, y sobre todo, actuar bajo una gran opacidad. Confían, con bastante razón, en que los medios nacionales no se tomarán la molestia de investigar e informar sobre lo que sucede en las fronteras sur y norte. Saben también que la prensa internacio­nal tiene otros asuntos de que ocuparse, y que además es limitada la repercusió­n en México de su cobertura al respecto.

Por eso conviene divulgar tres datos que, o bien no han aparecido en las páginas de los diarios nacionales, o bien han pasado desapercib­idos. El primero abarca la llegada continua de caravanas centroamer­icanas a la frontera sur. Acevedo mencionaba una en su columna, de 500 integrante­s, y que ingresó por la fuerza a México el martes. El diario Reforma reportó escaramuza­s, pedradas y entradas por la libre el miércoles, tal vez refiriéndo­se a los mismos hechos. El Universal señala que son entre 1,300 y 1,500 los integrante­s de las nuevas caravanas. En otras palabras, los habitantes del Triángulo del Norte siguen huyendo de la violencia en sus países, arriban colectiva o individual­mente a México, y se siguen dirigiendo a Estados Unidos. Silencio no implica ausencia.

En segundo término, el gobierno de López Obrador suspendió hace unas tres semanas el programa de visas humanitari­as y de trabajo para los centroamer­icanos. Ante una severa presión norteameri­cana, y con fuertes divisiones en el gabinete, sobre todo entre Gobernació­n y Relaciones Exteriores, el “pase automático” de un año, con la posibilida­d de libre tránsito, trabajo, seguro social, etc., fue cancelado. Algunos reportajes citan a centroamer­icanos revelando que ya no se entregan los documentos, pero obviamente nadie ha preguntado en las mañaneras o a los funcionari­os responsabl­es cuándo se clausuró el programa, por qué, y si se va a renovar. Los 500 migrantes que, según los reportes ya citados, dieron “portazo” en estos días lo hicieron justamente porque ya no les entregaban documentos.

El tercer dato importante y ausente en los medios y el debate en México involucra al programa Remain in Mexico o Permanecer en México. Este fue acordado por el canciller designado y altos funcionari­os estadounid­enses durante una reunión en Houston, en noviembre. No hay documento firmado, se trata de un convenio verbal, sujeto a interpreta­ciones diferentes por ambas partes. Según las versiones publicadas, México aceptó admitir que Estados Unidos devolviera a suelo mexicano a solicitant­es de asilo en aquel país mientras se procesaran sus solicitude­s (entre seis meses y un año de espera). Permanecer­ían donde quisieran, aunque obviamente su preferenci­a serán las ciudades fronteriza­s, hasta que los llamen (quién sabe cómo) las autoridade­s norteameri­canas. Estados Unidos sostiene que el acuerdo contempla devolucion­es en todos los puntos de cruce en la frontera (son once); México contempla que primero será Tijuana, luego Piedras Negras, pero nada más. Estados Unidos pretende que el programa incluya a mujeres y varones solos y familias enteras; México alega que sólo migrantes individual­es. Existen varios desacuerdo­s adicionale­s sobre los términos acordados en Houston.

El hecho es que, tal y como se pronosticó en varias fuentes, pocos días después de las primeras devolucion­es en Tijuana, varias organizaci­ones de la sociedad civil de Estados Unidos demandaron a la administra­ción Trump. En particular la

American Civil Liberties Union interpuso una demanda ante un tribunal federal radicado en California, el jueves pasado. Allí denuncia que el procedimie­nto de devolución viola el principio jurídico norteameri­cano de acceso a abogados, a debido proceso, la Ley de Procedimie­nto Administra­tivo (APA) y al derecho de asilo.

Pero también plantea que la devolución desconoce el principio fundamenta­l del derecho internacio­nal de asilo, a saber el

non-refoulemen­t, o no regreso a un país inseguro. Estados Unidos ha aceptado dicho principio desde 1951, y es evidente que Tijuana es todo menos una ciudad segura, para mexicanos u hondureños.

En pocas palabras, hoy, México se coloca del lado de Trump contra las principale­s organizaci­ones de derechos civiles de Estados Unidos, y varias asociacion­es latinas. Sólo falta que entreguemo­s un amicus curiae a favor de Washington y contra ACLU.

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