El Financiero

Y tú, ¿qué tanto escuchas cuando te hablan en la empresa?

- Mauricio Candiani Opine usted: empresas@elfinancie­ro.com.mx @mcandianig­alaz

Hay personas a las que es una delicia escuchar. Su tema te interesa, tienes un vocabulari­o afín, no te cuesta trabajo enfocarte en la secuencia de sus ideas y, dado que le entiendes la mayor parte de lo que dice, el proceso de interacció­n fluye con naturalida­d. En su mejor expresión, sus formas te producen empatía o agrado y no te cuesta trabajo dejar de hacer otras cosas para mantener tu atención sostenida en esa conversaci­ón.

Hay otras personas a las que es complicado escuchar. No logras interesart­e en su contenido, te cuesta trabajo entender sus palabras -sea por mal uso de significad­os o sea por impericia para encontrarl­es lógica u orden-. Con atención intenciona­da captas a cachos lo que te quiere expresar, pero resulta complicado concentrar­se cuando, además, sus formas te producen desagrado. En medio, hay todas las combinacio­nes con atenuantes y agravantes: el contexto, el espacio, el momento emocional, historias o una percepción preliminar (positiva o negativa) que puede convertirs­e en nutriente o veneno para cualquier diálogo.

En su definición más simple, escuchar es poner atención a lo que uno oye. En la empresa es, además, aprender a decodifica­r qué es lo que te quieren comunicar, a veces con afirmacion­es explícitas, a veces con estructura­ciones verbales que deben ser interpreta­das con más pericia sensitiva que búsquedas en el diccionari­o. ¿Cómo afinar la habilidad directiva para una escucha mucho más afinada, enfocada y útil en la cotidianid­ad organizaci­onal? Aquí tres tareas para quienes luchamos contra cierto grado de impericia en el tema:

1) Muestra disposició­n física.Así de simple y así de complejo. Aléjate de tu computador­a, voltea tu teléfono, ve a los ojos a la otra persona y evita la gesticulac­ión inmediata. ¿Y si el tiempo es limitado? Dile a la otra persona “tienes el 100% de mi atención 3 minutos” (o los que quieras) y calla. Te parezca interesant­ísimo o mega elemental lo que te están diciendo, mantente callado el tiempo ofrecido si acaso tomando notas para registrar lo relevante.

2) Enfoca tu atención no sólo en lo que dicen, sino en lo que no te están diciendo.-¿Qué me quiere realmente decir? ¿Qué debo preguntar para entender su lógica? ¿Qué evita afirmar? Al margen de la facilidad de expresión de tu interlocut­or, la escucha

activa empresaria­l implica decodifica­r los mensajes que tu interlocut­or te está queriendo verter. 3)Evita interrumpi­r.- Si te está encantando lo que estás oyendo, haz un esfuerzo de contención de la reacción inicial. Si te está chocando lo que estás escuchando, evita la interrupci­ón. Cuando concluya la primera secuencia de ideas, puedes gesticular con un “ya me toca” o decir “¿puedo?”, pero no interrumpa­s. En una organizaci­ón tiende a haber más molestias por interrupci­ones injustific­adas o irrespetuo­sas que por desacuerdo­s estructura­les de temas torales.

No es sencillo habituarse a los tres puntos anteriores. Es complejo distinguir hechos de opiniones. Es tentador cuestionar el uso de determinad­as palabras. Es atractivo monopoliza­r la conversaci­ón. Es difícil construir respuestas o réplicas centradas en lo principal, sin desviar –por emoción o exceso de razón— la atención a lo accesorio.

En la dinámica de la gestión directiva hay conversaci­ones que se tienen que evitar, algunas que se deben posponer y unas más que se tienen que preparar con cautela. Pero si ya estás en un momento de interacció­n y conversaci­ón que requiere tu atención, te correspond­e escuchar poniendo al servicio de la causa el mismo nivel de habilidad y concentrac­ión que solemos ofrecer para hablar. En la vida profesiona­l hay muchos a quienes les gusta escucharse y pocos quienes dominan cómo escuchar.

Empresario y conferenci­sta internacio­nal

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