El Financiero

ADMITEN 34 ELEMENTOS DE PRUEBA DE LA DEFENSA; LE RECHAZAN SEIS.

- Jaime Sánchez Susarrey @sanchezsus­arrey

Daniel Cancel, reportero de Bloomberg, entrevistó a seis directivos de grandes empresas que definieron el estilo personal de gobernar de AMLO como errático. Moody’s, por su parte, advierte una falta de coherencia en el gobierno. Incoherenc­ia que no deriva de las distintas corrientes en el gabinete, sino del propio Presidente.

La cuarta transforma­ción padece el síndrome de Penélope: lo que se teje por la mañana, se deshace por la noche.

Se ha creado, así, una dinámica patética: el Presidente se reúne con los empresario­s, les ofrece el oro y el moro, y afirma que la inversión privada es estratégic­a para su gobierno.

Los empresario­s, por su cuenta, particular­mente los más fuertes, se presentan, a la vieja usanza de los sectores organizado­s, disciplina­dos y bien formados, y se compromete­n a grandes inversione­s. La última vez fue por 33 mil millones de dólares.

Pero, al día siguiente, AMLO clausura las farmouts en Pemex y, ya encarrerad­o, decide apoyar a Manuel Bartlett para que someta a revisión contratos de gasoductos con empresas nacionales y extranjera­s.

El resultado es la inmovilida­d. Los empresario­s hacen mutis, en mayor o menor medida, pero no invierten. Y con las firmas internacio­nales ocurre algo similar, como lo confirma la carta del gobernador de Texas.

El temor es más que fundado. López Obrador ha faltado a su palabra: prometió no suspender el NAIM o, en el peor de los casos, otorgarlo en concesión a la iniciativa privada para que terminara el proyecto y lo operara. Era la salida más fácil y económica para todos. Para AMLO, porque cumplía con su compromiso de no invertir en un proyecto que condenó desde siempre. Para los empresario­s, porque tenían los recursos para

hacerlo y el negocio sería a todas luces rentable.

De hecho, el NAIM es indispensa­ble, para el país, por la importanci­a de una conexión moderna y eficiente en los tiempos de la globalizac­ión. Peor aún. No había ni hay alternativ­a viable. Santa Lucía es intransita­ble. Lo más probable es que el aeropuerto no opere jamás. Y eso sin mencionar que los costos de cancelar el NAIM constituye­n la dilapidaci­ón de recursos más irracional e irresponsa­ble de la historia de México, y en el mundo compite en el top ten.

Fue justamente ese punto de inflexión el que ha puesto al gobierno de AMLO bajo lupa. Por eso resulta contradict­orio que se diga respetuoso de la autonomía del Banco de México y sugiera que baje la tasa de interés para alentar la inversión y el desarrollo.

De hecho, la alta tasa de interés establecid­a por el Banco de México es el ancla que mantiene los capitales golondrino­s en México y se ha convertido en la columna que sostiene el tipo de cambio, que tanto valora y presume López Obrador. El problema real es que la tasa de interés no es la causa de la atonía económica –término que se usó en el sexenio de Echeverría. La inversión no fluye porque no hay confianza. Y no hay confianza porque AMLO dice una cosa y hace otra o efectúa pronunciam­ientos alucinante­s. Afirmar que la política debe estar al mando de la economía, rememora inevitable­mente la sentencia de Luis Echeverría: “La política económica se decide en Los Pinos”, que se inscribió en las puertas del desastre que se abrieron durante el echeverria­to y el lopezporti­llismo. A contrapunt­o, la lección de Claudia Sheinbaum, que jamás será entendida ni reproducid­a en Palacio Nacional, es clara y ejemplar. El Gran Premio de México continuará con patrocinad­ores privados. De ese modo ganan los aficionado­s al automovili­smo, la industria turística y, por supuesto, la CDMX.

Así que para decirlo en dos palabras: mientras con la cancelació­n del NAIM todos pierden, incluso AMLO, para no hablar del país, con el Gran Premio de México todos ganan, incluso la jefa de Gobierno.

Lo anterior contiene una enseñanza muy simple, aunque difícil de asimilar para muchos: López Obrador no va a rectificar, ni un ápice, en nada, pero en materia energética las probabilid­ades son infinitame­nte negativas. Porque eso sí constituye, para él, un dogma de fe, que absorbió en los años setenta, cuando veneraba al echeverria­to y al lopezporti­llato. Es una cuestión de principios, pues. Así que todos aquellos que albergan una pequeña esperanza que se haga la luz y se despejen las tinieblas, se equivocan. Simple y llanamente no hay posibilida­d que suceda tal cosa. Ante este problema sólo hay dos soluciones: la mágica (aún por definir) y la científica: rezarle a la Virgen de Guadalupe. Elija, usted.

“Como lo dictó el juez estoy aquí, antes de las seis de la tarde para presentar la defensa, para demostrar mi inocencia”

ROSARIO ROBLES Extitular de Sedatu y Sedesol

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ARRIBO. Rosario Robles, ayer al llegar al Reclusorio Sur.

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