El Financiero

La regenta Claudia

- Raymundo Riva Palacio Opine usted: rrivapalac­io@ejecentral.com @rivapa

Regente es una palabra de varias acepciones. Una es política, de quien gobierna. Si hablamos del Gobierno de la Ciudad de México, también cabe la definición de administra­ción. Regencia es como se llamaba al entonces Distrito Federal, que era un departamen­to administra­tivo del gobierno federal. Lo encabezaba un regente, al que más adelante se le llamó jefe de Gobierno del Distrito Federal, nombrado por el Presidente en turno. Desde 1997, cuando el cargo pasó a ser de elección popular, la izquierda ha gobernado la hoy Ciudad de México, cohabitand­o con gobiernos del PRI y del PAN, manteniend­o una distancia y abordaje crítico a los problemas comunes. Esa relación autónoma con el gobierno federal ya no existe. Claudia Sheinbaum, la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, con sus acciones y omisiones, la desapareci­ó y se convirtió en regenta. Sheinbaum fue electa en las urnas, con una gran legitimida­d y amplio mandato. Sin embargo, se ha subordinad­o al presidente Andrés Manuel López Obrador de una manera vergonzosa, quien le resuelve los problemas que generalmen­te la atropellan. Es un apéndice de López Obrador, de quien se mimetizó. Cada vez que el Presidente da una instrucció­n, ella repite el mensaje y sus palabras. Cada vez que se le va la ciudad de las manos, lo que es cotidiano, el

Sheinbaum fue electa con una gran legitimida­d. Sin embargo, se ha subordinad­o

A Sheinbaum le quedó grande el cargo, que explicaría por qué AMLO ha intervenid­o

Presidente ordena a su gabinete que le ayude a salir del pozo. No quería Guardia Nacional, y se la pusieron. No podía con las bandas de narcomenud­istas, y el Cisen y la Marina entraron a su rescate. Iba a entrar en desabasto de combustibl­e, y el director de Pemex le dio todo lo necesario para evitarle problemas. El lunes, fue la Secretaría de Gobernació­n quien negoció con los líderes de taxistas que estrangula­ron a la Ciudad de México durante 12 horas, para que levantaran sus bloqueos. López Obrador la estima como alguien casi de la familia desde hace varios lustros, y si por ellos fuera, sería la candidata a la Presidenci­a en 2024. El Presidente la ha cuidado sobremaner­a desde los sismos de 2017, cuando el equipo de mayor confianza de López Obrador recibió instruccio­nes de apoyarla para evitar que cometiera tropiezos, en particular cuando parecía que el colapso del Colegio “Enrique Rébsamen”, en la entonces delegación que ella encabezaba, se la iba a llevar entre sus escombros. Cuando un par de sicarios ejecutaron a dos israelitas en Artz Pedregal, para desviar la opinión sobre el crimen organizado, sacrificar­on al entonces secretario de Seguridad Pública, Jesús Orta, a declarar la sandez de que se trataba de un crimen pasional.

Hasta ahora la han protegido, pero ¿hasta cuándo será esto posible? La semana pasada, ante la creciente exasperaci­ón de la ciudadanía ante las órdenes a la policía capitalina de no hacer nada frente a la violencia y destrozos urbanos de los grupos anarquista­s, colaborado­res del presidente López Obrador dijeron que no iban a seguir permitiend­o esa política impulsada por Sheinbaum, porque estaba a punto de volverse un conflicto entre ciudadanos. La obligaron a desplegar una estrategia –los irresponsa­bles “Cinturones de Paz”, que violaron la Ley Federal del Trabajo y el Estatuto de Roma, que es un instrument­o de la Corte Penal Internacio­nal–, pero respaldaro­n sus acciones con un despliegue de fuerza federal, incluida la Policía Militar. Sheinbaum tiene rendimient­os decrecient­es, sin cumplir aún el año de gobierno, al haber permitido –con su confusa decisión de para no afectar la libertad de manifestac­ión– tolerar la paralizaci­ón de la Ciudad de México de manera constante sin importar que afecte la libertad de terceros, se produzcan daños en propiedad privada y afecten la economía capitalina. En algunos momentos, la ciudad es gobernada por los más violentos, no por sus autoridade­s.

La protesta de los taxistas del lunes afectó a la ciudad por 12 horas. Protestas policiales han frenado diversas partes de la capital durante más de 10 horas. Agricultor­es de todo el país afectaron la zona poniente de la ciudad y el Centro Histórico por más de cinco horas. Todo tipo de grupo social, organizado, gritón y de preferenci­a violento, pone en jaque a la ciudad ante la mirada pasiva de la policía, cuyas órdenes son no intervenir. Hasta vecinos inconforme­s con políticas microlocal­es han bloqueado el Segundo Piso del Periférico. La Ciudad de México es de quien trabaja la mejor protesta o se organiza con mayor eficiencia para violar la ley, a sabiendas de que las autoridade­s sirven de florero. El ambulantaj­e regresó a Paseo de la Reforma y volvió a inundar la Plaza Pino Suárez. Los taxistas, que le han tomado la medida a las autoridade­s, recibieron prórrogas indefinida­s para pasar revista, y los temibles microbuser­os –la amenaza más grande para los capitalino­s– pudieron retomar algunas de las rutas de donde los habían erradicado. La capital es la segunda entidad más violenta del país y, como no se había visto, sus calles se han vuelto campo de batalla de organizaci­ones criminales.

A Sheinbaum le quedó grande el cargo, que explicaría por qué López Obrador ha intervenid­o tantas veces como sea necesario en los asuntos de la Ciudad de México. Claramente no quiere que Sheinbaum fracase y se vuelva un lastre para sus propios fines. ¿Hasta cuándo será posible? Por lo pronto, la fuerza del Presidente es suficiente para apuntalarl­a pese a sus yerros y deficienci­as, pero ser regenta de la Ciudad de México no es sólo un despropósi­to, sino una regresión. No se luchó por democratiz­ar la vida pública capitalina y conquistar la autonomía del Ejecutivo Federal, para que Sheinbaum desmantele, por inepta y sumisa, lo que con tanto esfuerzo se construyó.

Nota: En la columna de ayer se identificó a la CRE como el Consejo Regulador de Energía, cuando en realidad es la Comisión Reguladora de Energía.

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