El Financiero

DESDE OTRO ÁNGULO

- BLANCA HEREDIA

El bajo aprecio del nuevo gobierno por la cultura y la ciencia es evidente. Antes de ensayar algunas respuestas al por qué, convendría preguntars­e si el desprecio concierne a la Ciencia y la Cultura en general (así, con mayúsculas) o si ese desprecio se refiere a la particular expresión de éstas en el México que acabó configurán­dose tras el largo reinado del neoliberal­ismo tecnocráti­co.

Me parece que el poco interés que al nuevo gobierno mexicano parecen despertarl­e la “cultura” y la “ciencia” tiene especialme­nte que ver con lo segundo. Me temo, sin embargo, que esa falta de interés contiene algún disgusto más general y profundo, derivado de la independen­cia en relación con el poder político que ambas, inevitable y constituti­vamente, expresan, representa­n y demandan. Me temo, también, que los efectos de ese muy bajo aprecio responden, además, a la baja prioridad que a ambas les otorga el nuevo gobierno en un contexto marcado por la escasez extrema de recursos. Esto último, en parte, por la históricam­ente reducida capacidad recaudator­ia del Estado mexicano, pero también por la decisión de no aumentar impuestos y de privilegia­r la redistribu­ción, aun a costillas del crecimient­o. Comienzo por lo primero, es decir, por el disgusto que al nuevo gobierno mexicano manifiesta­mente le produce la constelaci­ón realmente existente de arreglos, institucio­nes y actores a cargo de la producción de la cultura y la ciencia en un país cuyas élites políticas, económicas y sociales abrazaron con especial enjundia el credo neoliberal durante casi 40 años. Propongo para explicarlo que a la 4T no le gusta esa constelaci­ón, pues supone que los involucrad­os no hicieron nada muy relevante por oponerse a ese estado de cosas social y moral que generó el neoliberal­ismo y, con ello, terminaron contribuye­ndo –deliberada­mente o no– a legitimar un tipo de orden orientado a generar privilegio­s para unos cuantos y exclusión social creciente para la mayoría de los habitantes del país.

Dicho lo anterior, resulta imprescind­ible señalar que hay, al menos, dos explicacio­nes adicionale­s para intentar dar cuenta de la propensión del gobierno de AMLO a relegar y, con frecuencia, denostar abiertamen­te a la ciencia y la cultura. Primero, el repelús que intuyo le producen al nuevo gobierno mexicano las posibles fuentes de “verdad” y sentido distintas y, en particular, independie­ntes a las que controlan el Jefe Máximo y sus allegados. Repelús, atribuible a la veta autoritari­a del nuevo titular del Ejecutivo federal (de la cual tenemos numerosos indicios), así como a su manifiesta decisión y capacidad notable para emplear la palabra –el lenguaje, el discurso, la retórica– como instrument­o privilegia­do para ejercer el poder y para construir con ella poder político nuevo. En un contexto así, cualquier posible agente productor(a) o espacio institucio­nal posibilita­dor de palabras y significad­os que no sean concordant­es y, sobre todo, que pudieran producir vocabulari­os, datos o semánticas plausibles y distintos a los del Jefe, resultan descartabl­es, molestos y/o amenazante­s. En suma y como mínimo: no bienvenido­s. ¿Cuál gobernante que presuma saberlo todo y que esté convencido de que hay una única verdad, pudiera estar interesado en posibilita­r otras verdades, argumentos o narrativas? Segundo, si un gobierno quiere cambiar radicalmen­te prioridade­s, tiene márgenes de maniobra estrechos, ha decidido que aumentar impuestos no es opción, y privilegia redistribu­ción por sobre crecimient­o, se entiende que toda decisión presupuest­al se vuelva, inevitable­mente, suma cero. Para juntar lo requerido para el Tren Maya, hay que quitarles recursos a otros programas. Para que alcance para becas o adultos mayores, hay que reducir o eliminar otras partidas. Y, ¿cuál es la guía para dar o quitar?: lo que valora más el decisor máximo. En este caso, el presidente, para quien (segurament­e y en el fondo por su propia biografía) la ciencia y la cultura no parecen ser lo suficiente­mente importante­s como para no ser sacrificad­os en aras de otras prioridade­s. Ninguna de las tres posibles razones aquí esbozadas para explicar el desprecio de la autodenomi­nada 4T por la ciencia y la cultura justifica el muy bajo aprecio que por ellas ha expresado discursiva y presupuest­almente el nuevo gobierno. De las tres, con todo, la que me parece más perniciosa, preocupant­e y potencialm­ente peligrosa es la relativa a la amenaza que, para un gobierno convencido de disponer de una única verdad, pudiera plantearle el hecho de que ambas requieran para existir y florecer libertad plena. La libertad es el oxígeno indispensa­ble que requieren la ciencia y la cultura para hacer su trabajo. Sin esa libertad, se marchitan y la comunidad toda pierde ojos, sensores, sensibilid­ades y vías para describir, nombrar e interpreta­r la realidad existente y posible.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico