…Y sigue la mata dando
El diluvio de noticias y escándalos que rodea a la administración del presidente de Estados Unidos Donald Trump, parece, increíblemente, intensificarse. Desde que asumió el poder, hace casi tres años, su estrategia de no permitir vacíos de información, para establecer así la narrativa del discurso público bajo sus términos, le ha resultado, hasta ahora. Pero según las encuestas más recientes, a fuerza de tanta mentira y arrogancia, la opinión pública se empieza a dar cuenta del engaño.
Desde hace apenas dos semanas, que se conoció la denuncia del informante, aún anónimo, de los servicios de inteligencia, quien acusó a Trump de extorsionar al presidente de Ucrania para obtener información que le ayude a su campaña de reelección, las cosas no le han ido bien. El anuncio de la presidenta de la Cámara de Representantes la demócrata, Nancy Pelosi, de que empezaba el proceso de destitución ha empujado a Trump a exhibir una conducta cada vez más errática e impredecible. No por primera vez, se está cuestionando su salud mental.
Sus críticos apuntan a la totalmente inesperada decisión de retirar la presencia militar estadounidense en Siria, dejando indefensos a sus aliados kurdos, quienes habían estado luchando contra el ejército del califato (Estado Islámico) en la región, logrando expulsarlos del territorio sirio. Por esa presencia militar de EU, Turquía no ha podido, como quisiera su autocrático presidente Recep Tayyip Erdogan, exterminar a los kurdos, a quienes considera una amenaza para Turquía por sus deseos independentistas. No sé si la decisión de Trump tuvo que ver con su costumbre de buscar distractores cuando las cosas le van mal, como le está ocurriendo con el proceso de destitución. El caso es que el domingo por la noche habló por teléfono con Erdogan, quien había expresado malestar porque Trump no le dio cita en Nueva York durante la Asamblea General de la ONU. Lo siguiente que se supo, un par de horas después, es que Trump anunciaba el retiro de sus tropas, sin consultar ni al secretario de la defensa, ni al de estado, ni al Congreso, ni a sus aliados (80 países forman esa coalición), ni a nadie. Ya lo había intentado antes, provocando la renuncia del general James Mattis como secretario de Defensa, pero ante la reacción negativa de sus propios senadores tuvo que dar marcha atrás.
Si nos guiamos por el historial trumpiano, es claro que toma sus decisiones, no a favor de los intereses de su país, sino tomando en cuenta qué beneficio personal le puede redituar. ¿Por qué el afán de quedar bien con un autócrata despreciable como Erdogan? Pues porque hay una gigantesca torre doble en Estambul que se llama Trump Towers. ¿Que el retiro de las tropas puede resultar en una masacre de miles de kurdos? Cosas de la vida. Todos los países en los que Trump tiene intereses comerciales, reciben trato especial. Duterte en Filipinas, porque en Manila hay un desarrollo Trump. El príncipe Salman de Arabia Saudita, porque son sus mejores clientes tanto en hoteles como en condominios Trump. Ya de Putin, ni hablamos.
El daño que Trump provoca a la reputación internacional de Estados Unidos es incalculable. La comunidad internacional, después de más de dos años y medio de estos vaivenes, ya no cree en la palabra, no solo de los diplomáticos, sino tampoco en la de los servicios de inteligencia estadounidenses. Trump reparte información privilegiada como si fueran volantes de campaña, y ya, ante la guerra sorda que mantiene contra su aparato de inteligencia, ni la CIA ni el FBI confían en él. Sacaron a su principal espía de Moscú, ante el peligro de que Trump le revelara su identidad a Putin. Mientras, en Washington, sigue tratando de bloquear el mandato constitucional del Congreso, que es ejercer un contrapeso a un ejecutivo fuera de control.
No, las cosas no van bien en el patio del vecino. ¿Y en el nuestro? Ud. dirá.