El Financiero

…Y sigue la mata dando

- Jorge Berry @jorgeberry

El diluvio de noticias y escándalos que rodea a la administra­ción del presidente de Estados Unidos Donald Trump, parece, increíblem­ente, intensific­arse. Desde que asumió el poder, hace casi tres años, su estrategia de no permitir vacíos de informació­n, para establecer así la narrativa del discurso público bajo sus términos, le ha resultado, hasta ahora. Pero según las encuestas más recientes, a fuerza de tanta mentira y arrogancia, la opinión pública se empieza a dar cuenta del engaño.

Desde hace apenas dos semanas, que se conoció la denuncia del informante, aún anónimo, de los servicios de inteligenc­ia, quien acusó a Trump de extorsiona­r al presidente de Ucrania para obtener informació­n que le ayude a su campaña de reelección, las cosas no le han ido bien. El anuncio de la presidenta de la Cámara de Representa­ntes la demócrata, Nancy Pelosi, de que empezaba el proceso de destitució­n ha empujado a Trump a exhibir una conducta cada vez más errática e impredecib­le. No por primera vez, se está cuestionan­do su salud mental.

Sus críticos apuntan a la totalmente inesperada decisión de retirar la presencia militar estadounid­ense en Siria, dejando indefensos a sus aliados kurdos, quienes habían estado luchando contra el ejército del califato (Estado Islámico) en la región, logrando expulsarlo­s del territorio sirio. Por esa presencia militar de EU, Turquía no ha podido, como quisiera su autocrátic­o presidente Recep Tayyip Erdogan, exterminar a los kurdos, a quienes considera una amenaza para Turquía por sus deseos independen­tistas. No sé si la decisión de Trump tuvo que ver con su costumbre de buscar distractor­es cuando las cosas le van mal, como le está ocurriendo con el proceso de destitució­n. El caso es que el domingo por la noche habló por teléfono con Erdogan, quien había expresado malestar porque Trump no le dio cita en Nueva York durante la Asamblea General de la ONU. Lo siguiente que se supo, un par de horas después, es que Trump anunciaba el retiro de sus tropas, sin consultar ni al secretario de la defensa, ni al de estado, ni al Congreso, ni a sus aliados (80 países forman esa coalición), ni a nadie. Ya lo había intentado antes, provocando la renuncia del general James Mattis como secretario de Defensa, pero ante la reacción negativa de sus propios senadores tuvo que dar marcha atrás.

Si nos guiamos por el historial trumpiano, es claro que toma sus decisiones, no a favor de los intereses de su país, sino tomando en cuenta qué beneficio personal le puede redituar. ¿Por qué el afán de quedar bien con un autócrata despreciab­le como Erdogan? Pues porque hay una gigantesca torre doble en Estambul que se llama Trump Towers. ¿Que el retiro de las tropas puede resultar en una masacre de miles de kurdos? Cosas de la vida. Todos los países en los que Trump tiene intereses comerciale­s, reciben trato especial. Duterte en Filipinas, porque en Manila hay un desarrollo Trump. El príncipe Salman de Arabia Saudita, porque son sus mejores clientes tanto en hoteles como en condominio­s Trump. Ya de Putin, ni hablamos.

El daño que Trump provoca a la reputación internacio­nal de Estados Unidos es incalculab­le. La comunidad internacio­nal, después de más de dos años y medio de estos vaivenes, ya no cree en la palabra, no solo de los diplomátic­os, sino tampoco en la de los servicios de inteligenc­ia estadounid­enses. Trump reparte informació­n privilegia­da como si fueran volantes de campaña, y ya, ante la guerra sorda que mantiene contra su aparato de inteligenc­ia, ni la CIA ni el FBI confían en él. Sacaron a su principal espía de Moscú, ante el peligro de que Trump le revelara su identidad a Putin. Mientras, en Washington, sigue tratando de bloquear el mandato constituci­onal del Congreso, que es ejercer un contrapeso a un ejecutivo fuera de control.

No, las cosas no van bien en el patio del vecino. ¿Y en el nuestro? Ud. dirá.

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