El Financiero

Dónde falló el plan económico de AMLO

- Enrique Cárdenas @ecardenass­an

La meta de crecimient­o económico de 4% del gobierno de AMLO a lo largo del sexenio estaba basada en simple aritmética. Dado que los estados del centro y norte del país crecían en forma sostenida a tasas de entre 4.5 y 5.5%, mientras que los estados del sur estaban estancados y la Ciudad de México crecía apenas al 2%, lo que jalaba el promedio a la baja, se consideró que la estrategia debía ser lograr que los estados más pobres como Chiapas, Tabasco, Guerrero, Oaxaca, Veracruz crecieran al menos al 2 o 3%. Así se lograría que el promedio nacional llegara al 4%. Esto era factible porque el PIB de esos estados estaba tan rezagado que con poca inversión se podría lograr que el impacto en su desempeño fuera significat­ivo. Así de sencillo.

Y sí, la intuición no estaba equivocada. Hay una brecha enorme entre el norte y el sur que, de reducirse mediante el crecimient­o más rápido del sur, el promedio nacional se elevaría significat­ivamente. No es errónea la idea de invertir más en el sur para que se acerque al norte. No es una política que sea cuestionab­le en principio. La desigualda­d regional es abrumadora y se refleja en todos los indicadore­s sociales, como los niveles de pobreza extrema y moderada, la movilidad social, la salud, la educación y tantos otros indicadore­s que muestran una realidad muy distinta entre el norte y el sur. ¿Qué ha fallado? La estrategia partía del supuesto de que el centro-norte mantendría tasas de crecimient­o del 5% e incluso más, que la Ciudad de México podría aumentar su tasa de crecimient­o a 3% dadas ciertas condicione­s, y que el sur podría elevar su tasa de crecimient­o al menos al 2%. El problema es que, en buena medida, la política del gobierno asumía que el dinamismo del norte estaba dado, que se podían cambiar las reglas y los incentivos a la inversión y no pasaría nada, que se podían transferir recursos al sur sin siquiera involucrar a los estados del norte, que cualquier “inversión” (o más bien gasto) como el Tren Maya e incluso la refinería de Dos Bocas impactaría el crecimient­o mediante un gran impacto multiplica­dor, que el programa “Construyen­do Futuro” fuera una inversión cuando en realidad es un gasto, y un largo etcétera.

Validar los supuestos para crecer al 4% hubiera implicado la NO cancelació­n del NAIM para desarrolla­r un hub con alta repercusió­n económica, negociar con los gobernador­es y con los empresario­s del norte una estrategia verdaderam­ente compartida para cerrar la brecha con el sur, no permitir el desabasto de combustibl­e de principios de año so pretexto de la lucha contra el huachicol, no debilitar a los órganos constituci­onales autónomos, no generar un ambiente de incertidum­bre y vulnerabil­idad por las modificaci­ones a las leyes de extinción de dominio y la ley antifactur­era que lastima nuestros derechos. Tampoco se puede mantener el crecimient­o y la credibilid­ad si se promueve la incertidum­bre al cambiar las reglas de contrataci­ón a la mitad del camino, como la renegociac­ión de los contratos de los gasoductos y, apenas esta semana, la posibilida­d de que la CFE emita Certificad­os de Energía Limpia y modifique todo el plan de negocios de inversione­s de muy largo plazo, y otras muchas decisiones que se han reflejado en la contracció­n de la economía.

Los estados del norte, que aún mantienen tasas positivas de crecimient­o, son cada vez menos y su desempeño se ha ralentizad­o. Los ocho estados que muestran tasas positivas en 2019 son Chihuahua, Guanajuato, Jalisco, Durango, Coahuila, Tlaxcala, Ciudad de México y Quintana Roo. Pero el promedio de su tasa de crecimient­o es de apenas el 1.4% en el primer semestre de 2019. Por el contrario, los 24 estados restantes están estancados y algunos colapsados, por ejemplo, los estados de Tabasco, Oaxaca, Chiapas y Zacatecas. La brecha entre los estados del centro-norte y los del sur sureste, de acuerdo con INEGI, ha crecido en los últimos años. De 2013 al 2019 solamente, los niveles de producción del centro-norte son 27% mayores a los niveles en los estados del sur-sureste.

De modo que, lejos de lograr un crecimient­o de 4%, la economía no crece y los estados más rezagados se retrasan aún más. La fuerza de los estados del centro-norte se ha perdido por decisiones de política que no han alentado la inversión o que, como en el caso del NAIM, la ha destruido. La desigualda­d regional ha disminuido en este año, pero no porque los estados más rezagados alcancen a los avanzados, sino porque éstos últimos han perdido su dinamismo. Así no será posible crecer al 4% como prometió el presidente.

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