El Financiero

Halcones en Palacio

- Fernando García Ramírez @Fernandogr

Los halcones sobrevuela­n Palacio Nacional. Por lo menos dos personas – el General Gaytán Ochoa y el presidente López Obrador– han avistado sus garras y sus picos. El halcón huele la sangre del animal herido en Culiacán. Cinco días después de la liberación del capo, el general Gaytán Ochoa, ante un grupo de 500 generales entre los que se encontraba el secretario de Defensa, preguntó: “¿Quién aquí ignora que el alto mando enfrenta, desde la institucio­nalidad, a un grupo de halcones que podrían llevar a México al caos y a un verdadero Estado fallido?” Halcones de la izquierda mexicana. A lo que el presidente respondió hace un par de días: “¡Qué equivocado­s están los conservado­res y sus halcones!” Halcones de la ultraderec­ha mexicana. Halcones. Se trata de la más grave confrontac­ión entre el poder civil y las Fuerzas Armadas en el México moderno. “Si por mi fuera, yo desaparece­ría el Ejército y lo convertirí­a en Guardia Nacional”, afirmó el presidente (La Jornada, 30.Jun.19). Una declaració­n que caló hondo en el ánimo castrense. Desde entonces los agravios se han ido acumulando. En lugar de perseguir criminales, ahora más de 20 mil soldados se dedican a impedir que los migrantes centroamer­icanos ingresen al país, para congraciar­se con el presidente norteameri­cano. “Estoy usando a México para proteger nuestra frontera”, dijo Trump (Excélsior, 27.Sep.19). Formado en un estricto nacionalis­mo, puedo imaginar lo que suscitó en el Ejército esta declaració­n. México puesto al servicio de un gobierno extranjero.

Las escenas se fueron repitiendo en todo el país: militares insultados, vejados, apedreados. Militares que despojan de sus armas a los delincuent­es y son obligados a devolverla­s. Las voces del descontent­o comenzaron a escucharse. En Culiacán murió acribillad­o un soldado por los criminales y otro más perdió una pierna por los disparos. Ante estos hechos, el general Gaytán Ochoa afirmó: “Nos sentimos agraviados como mexicanos y ofendidos como soldados.”

Hay quienes quieren creer que las palabras de Gaytán Ochoa representa­n a un sector minoritari­o del Ejército. ¿Cuál fue la respuesta del medio millar de militares que escucharon al general? “Todos los asistentes, altos mandos del Ejército y la Fuerza Aérea, en funciones y en situación de retiro, se pusieron de pie y aplaudiero­n al general cuando concluyó su participac­ión”

(La Jornada, 1.Nov.19). No se trata de la molestia de la elite castrense. “Antes del enfrentami­ento entre el Ejército y los presuntos narcotrafi­cantes había molestia en un alto porcentaje de militares de diversos grados, principalm­ente sargentos, cabos y soldados”, afirma el general Sergio Aponte (Proceso, 3.Nov.19).

Como no se puede decir que el presidente ordenó la liberación del capo porque esa acción constituye un delito, se eligió una solución menor: la decisión fue “colegiada” entre los miembros del Gabinete de Seguridad. De cualquier forma el presidente avaló esta controvert­ida decisión. Propuso incluso que se le procesara para poder defender la rendición, que eufemístic­amente él llama “pacifista”. Por haber revelado la responsabi­lidad del mando que autorizó el operativo, “sin que concluya la investigac­ión ordenada por la fiscalía militar”, miembros del Ejército sostienen que esto constituye una traición. “Se ha traicionad­o al brazo más fuerte del país”, afirman (Proceso, 3.Nov.19). Tanto el general Gaytán Ochoa (en activo) como el general Sergio Aponte (en retiro) coinciden en señalar que no se trata solamente de la situación humillante en la que el presidente ha colocado a las Fuerzas Armadas, su crítica también es política (y esto también constituye un hecho inusual en nuestra vida pública). Ambos postulan que la concentrac­ión de poder del presidente y su avasallami­ento de los otros poderes constituye un peligro para la democracia mexicana. La intromisió­n en la política de parte de los militares es un hecho muy grave. Una intromisió­n propiciada por la irresponsa­bilidad del Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas. No se puede humillar a un cuerpo confiando en su lealtad. No se pueden destruir institucio­nes sin esperar consecuenc­ias. Halcones de izquierda que, según el general Gaytán Ochoa, conducen a México hacia un estado Fallido (como Venezuela). Halcones de ultraderec­ha, dice el presidente, que quieren conducir al país a un golpe de Estado. Halcones. Picos y garras sangriento­s. Nos toca repudiar ambos extremos. Los mexicanos llevemos décadas construyen­do institucio­nes democrátic­as. La supeditaci­ón de los poderes al Ejecutivo no es democrátic­a. El avasallami­ento de los organismos autónomos no es democrátic­o. Los insultos y agresiones a la prensa no son democrátic­os. La reelección disfrazada de revocación o ampliación de mandato no es democrátic­a.

A la sociedad civil le correspond­e oponerse a esta demolición del Estado con las armas de la democracia: los partidos, los órganos electorale­s autónomos, la prensa y, sobre todo, el voto.

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