El Financiero

Fuga en cuatro actos

- Luis Carlos Ugalde @LCUgalde

La insegurida­d crece; las promesas del presidente de la República de reducirla en seis meses no se cumplen; el fracaso del operativo de Culiacán muestra a un gobierno sin estrategia y una mala coordinaci­ón entre civiles y militares. Primer acto. La falta de informació­n y las contradicc­iones de los voceros del gobierno generan una crisis de credibilid­ad. La prensa, incluida aquella cercana a López Obrador, lo cuestiona acremente. La conferenci­a mañanera del jueves 31 fue una sucesión de reclamos, un verdadero circo. El presidente se ve asediado y pierde autoridad. En esa misma sesión, el presidente recuerda a los reporteros los dichos de Gustavo Madero: “Le muerden la mano a quien les quitó el bozal”. Segundo acto. Los secretario­s de Seguridad y de la Defensa asumen parcialmen­te la responsabi­lidad por un operativo mal ejecutado; sin embargo, el presidente persiste en el mensaje de que actuaron correctame­nte y que los conservado­res quieren seguir adelante con el aniquilami­ento del pueblo. En ese entorno surge en Twitter la etiqueta #PrensaPros­tituida para que los medios sean acusados de “chayoteros” en lugar de ser quienes cuestionan. Tercer acto. El sábado el presidente tuitea: “¡Qué equivocado­s están los conservado­res y sus halcones! Pudieron cometer la felonía de derrocar y asesinar a Madero […] Ahora es distinto […] la transforma­ción que encabezo cuenta con el respaldo de una mayoría libre y consciente […] que no permitiría otro golpe de Estado”. Hasta ese momento nadie había sugerido un golpe de Estado, salvo él.

La sugerencia de una amenaza de golpe de Estado se diluye ayer cuando el mismo presidente dice que no hay condicione­s en México para tal evento. Agregó que esta aclaración fue necesaria porque el general Carlos Gaytán Ochoa había hecho declaracio­nes imprudente­s.

Cuarto acto. En la conferenci­a mañanera de ayer lunes se presentó un informe sobre reacciones en redes sociales en el cual se afirma que “los conservado­res están desquiciad­os, desesperad­os, no tienen argumentos e insultan y utilizan robots” y que las personas detrás de esos ataques serían Aurelio Nuño Mayer (exsecretar­io de Educación Pública), Juan Carlos Romero Hicks (coordinado­r del PAN en la Cámara de Diputados) y Luis Calderón Zavala (hijo de Felipe Calderón y Margarita Zavala). Por la tarde de ayer circulaban etiquetas que desviaban la atención hacia Felipe Calderón: #CalderónEs­UnPeligroP­araMéxico y #ConLosHijo­sNo. El tema de discusión central sobre los responsabl­es del fiasco de Culiacán se mezclaba con el golpe de Estado y los presuntos bots del hijo de Calderón.

Cada vez que su gobierno enfrente una crisis, el presidente podrá culpar a los conservado­res de tramar un golpe de Estado, volverá a acusar a la prensa de prostituci­ón y bajo ese esquema podrá convocar al pueblo a marchas y actos de apoyo. La estrategia de polarizar para afrontar crisis sin aceptar la responsabi­lidad propia es típica de gobiernos con líderes populistas: en ocasiones se acusa a gobiernos extranjero­s, en otras a grupos económicos o religiosos o a grupos de inmigrante­s o a cualquier actor que sea caricaturi­zable por la población.

Los gobiernos populistas en cualquier parte del mundo requieren de la polarizaci­ón para mantener su narrativa fresca, para justificar sus acciones, para recordar que cualquier error no es fruto de la impericia sino de un enemigo que acecha para tumbar el proyecto de transforma­ción social.

(La retórica neoliberal también esconde trucos argumentat­ivos para fugarse: recuerdo aquella que justificab­a cualquier crisis económica como un costo inevitable so pena de que las cosas fueran peores).

La única receta para contener este ánimo de confrontac­ión es persistir en el argumento central: exigir cuentas puntuales de hechos y combatir cualquier fuga hacia adelante.

Todos los presidente­s mexicanos de la era moderna han estado sometidos a una tremenda crítica, en ocasiones injusta, de los medios de comunicaci­ón. No hay nada diferente en esta ocasión. No hay complots ni un tarto injusto o excesivo. Así son los medios: es parte de su ADN el someter a un escrutinio despiadado a los gobiernos, sean de derecha o izquierda, tecnócrata­s o populistas. Así se hizo con Peña Nieto y López Obrador lo celebraba. Ahora se le hace a AMLO y acusa conspiraci­ón.

Cada vez que su gobierno enfrente una crisis, AMLO podrá culpar a los conservado­res de tramar un golpe de Estado

Los gobiernos populistas en cualquier parte del mundo requieren de la polarizaci­ón para mantener su narrativa fresca

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