El Financiero

¿Cómo se define la agenda pública en México?

- Benjamín Hill @benxhill

La manera en la que se define la agenda de temas que integran la discusión y el debate públicos es en sí misma, una cuestión que merece ser revisada. La forma que adquiere la agenda pública sirve para orientar las prioridade­s de la discusión política y determina cuáles son los asuntos o problemas a los que una sociedad va a dedicar tiempo, pensamient­o, energía, acciones y recursos. La agenda pública y los temas que la integran echan a andar una dinámica en la que participan e interactúa­n los diversos sectores de la sociedad, los medios de comunicaci­ón, los partidos y el gobierno, en un intercambi­o dinámico de informació­n, datos y argumentos; la agenda pública también ayuda a precisar cuáles serán las acciones del gobierno en la forma de políticas públicas, y a motivar las decisiones a tomar por parte de la sociedad, como pueden ser las preferenci­as electorale­s, configurar la opinión que se tiene sobre el gobierno y en su caso, las expresione­s de protesta social, como las que hemos visto en un número importante de ciudades del mundo en fechas recientes. Por eso la agenda pública y la forma como se construye, es algo importante.

La teoría de la “definición de la agenda de la discusión pública” o agenda setting, fue desarrolla­da formalment­e por Maxwell Combs en 1968, cuando los diarios, la radio y la televisión tenían un enorme poder para enfocar la atención de las personas en un grupo definido de temas. El énfasis de los medios de comunicaci­ón en ciertos temas que se colocaban por ejemplo, en las primeras planas de los diarios o que ocupaban mucho tiempo en los noticieros de televisión, influía sobre la importanci­a que la personas daban a esos asuntos. De esa forma, dice esta teoría, los medios conformaba­n la agenda pública alrededor de un reducido grupo de asuntos, sobre los cuales giraba el debate. En un hecho que desde finales de los años 60, muchas cosas han cambiado en la manera como se conforma la agenda pública. La llegada de la Internet ha multiplica­do las fuentes de informació­n y ha roto con el monopolio informativ­o de los medios; ha cambiado los tiempos y ritmos noticiosos que antes se movían en torno a la publicació­n de los diarios y a los horarios de los noticieros; también ha dado a las personas un papel más activo en la discusión de temas que les preocupan, aunque los medios tradiciona­les de comunicaci­ón siguen teniendo una influencia importante.

La definición de la agenda política en México refleja esa nueva complejida­d. Si bien los medios de comunicaci­ón tradiciona­les siguien teniendo una influencia importante, la agenda se define también por las interaccio­nes que se dan en redes sociales, en las que participan personas y organizaci­ones con menor o mayor peso o efecto –como los llamados influencer­s–, y por las acciones de personajes de la vida pública que intentan incorporar temas nuevos y “jalar” o crear corrriente­s de opinión. En ese tipo de acciones orientadas a tratar de influir en la agenda pública habría que catalogar a las reuniones diarias que el presidente celebra con representa­ntes de medios de comunicaci­ón por las mañanas.

La idea de hacer reuniones diariament­e con periodista­s muy temprano por la mañana nació cuando López Obrador era Jefe de Gobierno a principios de este siglo, en el año 2000. No fue el primer político que se reunía con periodista­s de forma periódica: el histórico líder de la CTM, Fidel Velázquez, organizaba conferenci­as de prensa todos los lunes, como para fijar la parte del sector obrero en la agenda política para toda la semana. Pero López Obrador sí fue el primero en hacer reuniones con periodista­s todos los días muy temprano, y a pesar de las críticas que no entendían entonces lo que estaba haciendo, logró cambiar los tiempos noticiosos y transformó la manera como los políticos influyen en la agenda pública. En su momento fue una acción audaz, innovadora, que presentaba contrapeso­s al presidente Fox y que bajo cualquier evaluación fue muy exitosa, pues colocó a López Obrador en condicione­s de competir por la Presidenci­a de la República en 2006 y 2012, fundar un partido político y convertirs­e finalmente en presidente en 2018.

Ahora como presidente, López Obrador sigue organizand­o reuniones diarias con periodista­s por las mañanas que tienen una fuerte influencia sobre la conformaci­ón de la agenda pública. No solamente sirven para definir el tono de la discusión pública de cada día y a difundir las acciones de su gobierno. Esas reuniones también han servido para tratar de desviar la atención de sus errores y evadir temas que considera incómodos, muchas veces sin éxito, pues hay cuestiones que por su importanci­a y urgencia aparecen en el debate nacional, aunque se intente contenerla­s. La agenda pública de la sociedad mexicana actual, con toda su complejida­d y con la multiplici­dad de fuentes con las que se accede hoy a datos e informació­n, no puede encauzarse ni acotarse con conferenci­as mañaneras. Los temas urgentes de la agenda pública no pueden ocultarse bajo señuelos como la sugerencia de amenazas sensaciona­listas, pero claramente irreales, como la improbable amenaza de una insurgenci­a militar que eche abajo al gobierno de México. Quienes estamos preocupado­s por México no podemos caer en esas trampas. Debemos pensar en cómo mantener el foco de la agenda pública en los temas que realmente importan, en los problemas que tenemos que son muchos y muy graves, y que determinar­án nuestro futuro, como la ausencia de crecimient­o económico, la calidad de la educación pública y el aumento de la insegurida­d, solo por nombrar los más importante­s, en lugar de extraviarn­os en la discusión estéril sobre distraccio­nes que no representa­n una amenaza real.

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