Ubiquémonos
Dice el doctor Mauricio Merino que Andrés Manuel López Obrador es una obsesión patológica de los medios, que la búsqueda de su voz es el titular fácil. Todo el tiempo es él. Cada declaración causa un tsunami, cada acusación es el apocalipsis, una amenaza pone a temblar a empresarios, organizaciones de la sociedad civil, líderes religiosos, dueños de medios, periodistas y los que se acumulen.
El último arrebato –perdón, no el último, el más reciente– fue el espacio que utilizó en la conferencia matutina para decirle a los medios que el desprecio que les tiene la gente es legítimo. Con porcentajes, cuya metodología no dio a conocer, justificó cómo las tendencias en Twitter #PrensaCorrupta #PrensaProstituída y #PrensaSicaria habían crecido orgánicamente porque 3 de cada 4 tuits eran de usuarios y no de bots. Ahí tienen medios, 75% de la gente tiene una percepción negativa de ustedes, ven como sí son corruptos, prostitutos y sicarios, deslizó con palabras más elegantes y menos frontales el titular de la Unidad de Información y Vinculación tecnológica de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, Alejandro Mendoza Álvarez entre diapositivas sin ningún rigor. El Presidente insistió, “no es un reproche a los medios, no es de ninguna manera un cuestionamiento, mucho menos una censura, es que nos ubiquemos de que ya hay otra realidad, y hay algunos que no quieren entender que eso ya cambió y hay otros que no se dan cuenta”, así que lo que quiere el Presidente es que nos “ubiquemos”.
¿Qué entiende usted por esto? Ya basta de críticas, se necesita un cheque en blanco al gobierno, un apoyo incondicional, creer en cada uno de los miembros de la transformación de este país, huir de los cuestionamientos, dejar de pedir solicitudes de transparencia, sentirnos orgullosos de servidores públicos como Manuel Bartlett, avalar cada una de las decisiones presidenciales, aplaudir Santa Lucía, llorar al ver proyectos como el Tren Maya al saber que no necesitamos más que el permiso de la tierra, gritar eufóricos el fin de las estancias infantiles, reconocer que en economía el estancamiento es mejor que la recesión y sonreír, voltear orgullosos al recuerdo del 17 de octubre en Culiacán y conmovernos ante la captura y la liberación de Ovidio Guzmán y pensar que se salvaron muchas vidas, eso, señoras y señores, es ubicarnos y no hemos sido capaces de verlo. Ahora la pregunta obligada es ¿cuándo la prensa mexicana será capaz de ubicarse? Pues mientras seamos un país democrático habrá que decirle al Presidente que esperará sentado en Palacio Nacional, seguiremos siendo los desubicados y, peor aún, los enemigos del Presidente; vaya extravío de visión del Ejecutivo. Lo apuntó muy bien hace unos días el escritor mexicano Emiliano Monge, “No nos hagamos: si el enemigo son los periodistas, la enemiga es la información. Y si la información es la enemiga, la enemiga también es la realidad. Y ya sabemos, por desgracia, como acaban los gobiernos que establecen una relación así de conflictiva con la realidad”. Porque el Presidente no separa periodistas, igual acusa a periodistas de TV Azteca que de Animal Político, adjetiva a los de Reforma y a los de La Jornada, se ha burlado de Proceso y de El Financiero, descalifica a los que trabajan en Mexicanos contra la corrupción y la impunidad, y también al periodista independiente; este desprecio no es de casas editoriales, es contra el oficio que por naturaleza vive por y para incomodar al poder. Varias veces se ha señalado esa monopolización de la nota del Presidente, es tiempo de cambiar dinámicas dice Merino, quedan cinco años y el Ejecutivo tiene que entender que la buena prensa no se va a “ubicar”, por el bien de la libertad de expresión y por el bien de la democracia mexicana.