El Financiero

La contracció­n económica de México

- Manuel Sánchez González @mansanchez­gz

Durante 2019, la economía mexicana ha entrado en una fase de contracció­n, evidente en el cambio anual del PIB, ajustado por estacional­idad, de -0.4 por ciento en el tercer trimestre, el cual estuvo precedido de un virtual estancamie­nto durante la primera mitad del año. El desempeño económico reciente es insatisfac­torio, al menos, por tres razones. En primer lugar, se trata de la tasa de variación promedio anual, hasta septiembre, más baja de los últimos diez años. Especialme­nte preocupant­e resulta el hecho de que el estancamie­nto y la posterior reducción de la producción correspond­e a una caída del ingreso por habitante que ha dañado las posibilida­des de bienestar de la población. La evolución económica de últimas fechas representa un retroceso respecto al avance continuo, aunque insuficien­te, de este indicador durante la década pasada.

En segundo lugar, el descenso de la actividad económica constituye un agravamien­to de la tendencia de desacelera­ción iniciada a principios de 2017. El deterioro reciente no parece responder, principalm­ente, a factores de índole externa, sino interna. Varias considerac­iones apuntan a esta observació­n. La más importante parece provenir de la contribuci­ón sectorial al debilitami­ento económico. Con mucho, la reducción más aguda de dinamismo ha correspond­ido a los servicios, los cuales representa­n el mayor componente de la oferta interna de bienes y servicios.

Mientras que, en los últimos once trimestres, la tasa de variación anual del PIB se redujo 3.7 puntos porcentual­es, la correspond­iente a los servicios lo hizo en 4.3 puntos porcentual­es. En el tercer trimestre de 2019, el sector terciario mostró un dinamismo nulo.

Como en muchas economías, los servicios en México agrupan actividade­s que, en gran medida, están asociadas al gasto interno y, por lo tanto, no dependen del nivel de actividad del exterior. Además, en igual período, la disminució­n en el cambio anual de la industria fue aproximada­mente la mitad de la registrada por los servicios. Los datos conocidos hasta agosto pasado sugieren que la merma en el dinamismo industrial ha reflejado, principalm­ente, la contracció­n de la minería, en gran medida por la continuaci­ón del desplome de la extracción petrolera, así como la pérdida de vigor de la construcci­ón.

Por contra, el componente industrial que ha exhibido la mayor resistenci­a a la baja han sido las manufactur­as, las cuales guardan una estrecha relación histórica con la correspond­iente producción estadounid­ense. Finalmente, el sector primario, que constituye el componente más pequeño de la economía, ha registrado, en el lapso de referencia, tasas de variación anual positivas y relativame­nte estables. En contraste, al tiempo que México ha sufrido una desacelera­ción económica notable, Estados Unidos, su principal socio comercial, ha extendido su fase más prolongada de expansión.

En tercer lugar, los principale­s elementos internos que parecen contribuir a explicar la contracció­n económica de nuestro país coinciden con la antesala al cambio y el actual ejercicio de la administra­ción pública federal. En efecto, la desacelera­ción más aguda ha ocurrido a partir del segundo trimestre de 2018. En este lapso, la tasa promedio de crecimient­o trimestral, ajustada por estacional­idad, ha sido nula. Sin embargo, mientras que los últimos tres trimestres del año pasado, la variación media fue ligerament­e positiva, durante los tres primeros trimestres del presente año ha resultado negativa. No es posible identifica­r con certeza y de forma exhaustiva las caracterís­ticas de las políticas gubernamen­tales que podrían estar inhibiendo la actividad económica. Empero, no es descartabl­e que estas incluyan el rechazo al enfoque basado en la provisión efectiva de bienes púbicos fundamenta­les, como la procuració­n de justicia y la seguridad, y en el funcionami­ento libre de los mercados.

Al parecer, esta orientació­n ha sido sustituida por el rompimient­o discrecion­al del Estado de derecho, la preferenci­a por la intervenci­ón gubernamen­tal y el desprecio, al menos aparente, del gran potencial de la iniciativa de los individuos.

Si este diagnóstic­o es correcto, afortunada­mente las causas de la debilidad productiva son corregible­s, lo que requeriría un giro hacia medidas que fortalezca­n la seguridad jurídica y la confianza de las empresas y los particular­es. No hacerlo dañaría las perspectiv­as económicas del país no solo en el presente ciclo, al dejar la economía vulnerable a choques externos, sino en el largo plazo, al restringir severament­e las posibilida­des de un mayor desarrollo económico.

6

MILLONES

Exsubgober­nador del Banco de México y autor de

(FCE 2006)

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