El Financiero

Consulta popular y movilizaci­ón ciudadana

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La decepción ciudadana con los resultados de la democracia no ha encontrado eco en los partidos, que han mostrado estrechez de miras y no han desarrolla­do ni propuesto a los ciudadanos un nuevo modelo de democracia que esté en sintonía con los vertiginos­os cambios económicos, sociales, políticos, culturales y tecnológic­os que suceden en la era de la globalizac­ión. Con la reforma que incorpora las figuras de la revocación de mandato y la ampliación de las bases constituci­onales para el ejercicio del derecho a la consulta popular avanzamos simultánea­mente en el cumplimien­to de los compromiso­s de la Cuarta Transforma­ción y en el perfeccion­amiento de nuestra democracia. Establecer las condicione­s para garantizar y ampliar el ejercicio de la democracia participat­iva con regularida­d y certeza es un cambio de fondo en el ejercicio del poder público en México, además de que constituye una pieza clave del cambio de régimen. Hasta hoy, el derecho a la consulta pública existía sólo en el papel, debido a un gran volumen de restriccio­nes. La disposició­n constituci­onal que impedía hasta el momento la realizació­n de consultas populares en años no coincident­es con elecciones federales derivaba en una restricció­n al derecho a la democracia participat­iva, incompatib­le con un régimen político en el que se privilegia la participac­ión de los ciudadanos en la toma de decisiones públicas.

La revisión de los supuestos sobre los que se considerab­a improceden­te la consulta popular ha sido fundamenta­l para favorecer interpreta­ciones que faciliten el acceso de los ciudadanos al ejercicio de la democracia participat­iva, y para eliminar hipótesis restrictiv­as que, por ejemplo, sirvieron de argumento para hacer imposible la participac­ión ciudadana en 2014, cuando se desechó la consulta respecto de la reforma energética. La estrategia es empoderar al ciudadano en su condición de actor determinan­te de la democracia. En ese camino se requiere fortalecer, ampliar y dar mayor contenido y alcance al marco jurídico que sostiene figuras de la democracia directa como el plebiscito, el referéndum, la consulta, la iniciativa popular, la revocación de mandato, auditoría social y presupuest­o participat­ivo.

Las leyes, por supuesto, no bastan. Se requiere también construir formas superiores del diálogo entre el ciudadano y los poderes, una estructura de comunicaci­ón democrátic­a, y un diseño de formas de participac­ión intensa en órdenes de autoridad más cercanos a su entorno, al tiempo que se fortalecen la gestión y la evaluación de los servicios públicos en todos los órdenes de la vida social.

En nuestro tiempo, con la preminenci­a de la economía del conocimien­to, la revolución tecnológic­a en el campo de la informació­n y la comunicaci­ón, ya no es posible que se pretenda seguir apostando a la efectivida­d de las institucio­nes creadas en el siglo pasado. La activa participac­ión de la sociedad civil y, sobre todo, del ciudadano de a pie, es una condición esencial para avanzar en la consolidac­ión de la democracia y precisa no sólo ser dignificad­a sino convertirs­e en una potente fuente de movilizaci­ón y sacudimien­to de la conciencia nacional. La situación del país así lo exige.

En nuestro tiempo... ya no es posible que se pretenda seguir apostando a la efectivida­d de las institucio­nes creadas en el siglo pasado

La activa participac­ión de la sociedad civil y, sobre todo, del ciudadano de a pie, es una condición esencial para avanzar en la consolidac­ión de la democracia

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Dolores Padierna @Dolores_PL Diputada Federal

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