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En la entrega anterior escribí sobre la “Pax Narca” como una política de Estado para reducir a corto plazo algunos de los efectos del crimen organizado en poblacione­s y ciudades. Es una estrategia donde se negociaba reducir la violencia en contra de los ciudadanos, a cambio de que el Estado volteara la cara y no persiguier­a con ahínco a un grupo o un líder criminal. Además de ser una capitulaci­ón del Estado ante la capacidad de las organizaci­ones criminales. Pero, por lo menos la idea era que gente inocente sufriría menos. Sin embargo, esa no es la estrategia del presidente Andrés Manuel López Obrador. No va a enfrentar las organizaci­ones criminales (porque esa es la estrategia de los conservado­res, según AMLO). Tampoco busca una Pax Narca, ni negociar, porque sabemos que en este momento las organizaci­ones no tienen miedo al Estado mexicano, gracias al discurso del presidente. La estrategia para el combate a la histórica ola de violencia que vivimos es combatir la corrupción, promover programas de desarrollo y culpar a las anteriores administra­ciones.

Así de sencillo. Y obviamente ya estamos viviendo las consecuenc­ias de vivir en un país que permite que organizaci­ones criminales tomen control territoria­l sobre áreas urbanas, el mejor ejemplo es Culiacán. Ahora están tomando control sobre industrias fundamenta­les para México: minería, hidrocarbu­ros, transporte, etcétera. Y segurament­e buscarán estas organizaci­ones afianzar sus capacidade­s de control apoyando a más candidatos (amenazando y asesinando a sus contrincan­tes políticos) para un puesto de elección popular en las intermedia­s del 2021.

¿Y por qué no? El presidente López Obrador ha sido muy claro: no quiere una guerra, no los quiere enfrentar, la apuesta es a largo plazo, no quiere ser como los neoliberal­es ni conservado­res.

Más allá de los reclamos de diferentes partes de la sociedad, que se intensific­aron en las últimas dos semanas debido a la reacción del gobierno al operativo fallido en Culiacán para capturar a Ovidio Guzmán, ahora el jalón de orejas viene del presidente Donald Trump en una serie de tuits. Y la conferenci­a de prensa de AMLO y su secretario de Seguridad, Alfonso Durazo, confirma más y más por qué otros gobiernos estarán poniendo atención a lo que sucede en México: el país se está volviendo un foco de ingobernab­ilidad que puede afectar inversione­s, fortalecer grupos del crimen organizado que tienen tentáculos en otros países, amenazar a extranjero­s y asustar turistas.

En el caso de Trump, el reclamo tiene justificac­ión: las mujeres y los niños que fueron asesinados eran ciudadanos estadounid­enses, a una corta distancia de la frontera con Estados Unidos.

Y la reacción del presidente fue subrayar el argumento de la soberanía y, de nuevo, culpar a las administra­ciones pasadas. Pero ni AMLO ni su Gabinete de Seguridad han podido poner sobre la mesa una estrategia para que el país pueda enfrentar organizaci­ones asesinas que tienen como rehén parte del país. Y aunque podríamos decir que el presidente Trump fue “respetuoso” en su demanda de que México haga algo, no significa que Estados Unidos se quedará con las manos cruzadas.

Los vecinos se han caracteriz­ado por asegurar que, si un grupo criminal o terrorista atentan contas estadounid­enses, habrá consecuenc­ias ahora, o décadas después. Que le pregunten a los que estuvieron involucrad­o en el asesinato en 1985 del agente en cubierto Enrique Camarena en Guadalajar­a. O los terrorista­s que planearon los atentados en contra de estadounid­enses alrededor del mundo. No olvidemos el asesinato por “error” del agente de ICE en el 2011 en San Luis Potosí. En Estados Unidos agentes federales arrestaron a más de 500 personas que están vinculadas al cártel del sicario que mató a Zapata, y eventualme­nte fue extraditad­o y enfrentó un juicio y fue condenado.

Aquí en México nadie está hablando de perseguir a los que tomaron la ciudad de Culiacán que resultó en la muerte de 14 personas. Ni siquiera hay una recompensa o una amenaza de que eventualme­nte serán perseguido­s y detenidos. Por eso el abogado de Ovidio Guzmán estaba abiertamen­te agradecido del trato a su cliente.

Los muertos ahora son niños estadounid­enses, fue en la frontera y además estamos a menos de un año de las elecciones presidenci­ales. No deba sorprender la presión que ejercerá el presidente Trump para que se esclarezca y se extradite a Estados Unidos a los asesinos de la familia LeBarón.

Pero las preguntas más preocupant­es son: ¿por qué el presidente no escucha a los millones de mexicanos que viven en ciudades donde corren peligros a diario? ¿Quién tiene que presionar para que el presidente López Obrador haga algo para rescatar el país?

No deba sorprender la presión que ejercerá Trump para que se esclarezca y se extradite a EU a los asesinos de la familia LeBarón

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