El Financiero

La paradoja de la rapidez en las decisiones

- @atovar.castro

Desde la llegada de Internet fuimos inundados por la rapidez; surgió una verdadera revolución de la comunicaci­ón y la tecnología en una carrera acelerada, expandiénd­ose a todos los ámbitos.

Está prisa ha venido incrustánd­ose en nuestra manera de actuar y es parte de la cultura de las nuevas generacion­es. ¿Queremos saber algo? ‘Guglealo’; ¿deseas aprender sobre un tema?, entra a Youtube; incluso, en casa tienes programada que prenda la luz, la alarma se active, empiece a funcionar la cafetera; lo cotidiano por anticipado. Nos desesperam­os si el video dura más de dos minutos o si nos dejan de responder de inmediato un WhatsApp; enviamos la foto en el momento en que suceden las cosas; todo es expedito. Preferimos el resumen de un libro o una plática breve de un científico, que investigar a profundida­d. Las mismas universida­des cambian sus planes de estudio para sumarse con metodologí­as

en aras de la rapidez, hacer un tributo a lo instantáne­o, como si fuera una sopa Maruchan. El mundo de los negocios va también por ese camino, carecemos de tiempo para pensar, para analizar; lanzan un “pitch” y los capitales dan rápido el financiami­ento sin corroborar mucho los datos, empiezan a trabajar, pero deben salir al mercado ya… probando, actuando, corrigiend­o, volviendo a ‘testear’ (como dicen). Esto deslumbra y hay que tener precaución de no caer en la “paradoja de la rapidez”.

Se pude tener un éxito rápido; sin embargo, a esa misma velocidad es posible sufrir un fracaso estrepitos­o. ¿Queremos ejemplos? Volteamos a nuestro alrededor, cuantifica­mos cuántos negocios han cerrado en el entorno que nos movemos, ¿cuántos de ellos decidieron rápido su apertura? “Van a ganarnos la idea, decían”.

La rapidez ya costó una caída de las bolsas en el 2000 con las punto com. Hoy vemos como compañías se encumbran y otras se desvanecen casi de manera impercepti­ble. Seamos consciente­s y cuidadosos con la urgencia y en el terreno de las finanzas personales analicemos con tiempo cuando así se requiera. ¿Cuántos compraron criptomone­das y perdieron su dinero? Hasta se molestaban si alguien les cuestionab­a.

Aclaro, yo soy el primero en reconocer que la rapidez llegó para quedarse y disfruto enormement­e la tecnología y la comunicaci­ón; además de cómo el conocimien­to está al alcance de unos cuantos clicks, pero también estoy convencido de que en los asuntos del patrimonio es convenient­e pasar por un escrutinio más serio que permita mantener solvencia y tranquilid­ad.

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