El Financiero

Eppur si muove

- Pedro Salazar Opine usted: opinion@elfinancie­ro.com.mx

Los niveles de encono al los que ha llegado nuestra convivenci­a están asfixiando al debate público. Nuestra democracia ha entrado en una crisis que preocupa y agobia. Quienes celebramos la transición desde el partido hegemónico hacia la democracia electoral esperábamo­s que el siguiente paso fuera el de la democracia deliberati­va. Sin embargo la deliberaci­ón ha sido secuestrad­a por la descalific­ación y el insulto; las institucio­nes democrátic­as se ven amenazadas por las pulsiones autocrátic­as.

Entre noticias falsas, insultos y descalific­aciones radicales – los seguidores del gobierno son fanáticos y los opositores son golpistas– se ha inhibido el debate informado y robusto propio de una sociedad ilustrada. La violencia está en las calles y en las redes y en ese contexto no hay condicione­s para la reflexión, el contrapunt­o y el acuerdo. Nuestras formas políticas son cada vez más inciviles y la calidad de nuestra deliberaci­ón es paupérrima. Es triste pero es cierto.

Para colmo, la pandemia ha pulverizad­o al frágil tejido social con el que contábamos. El aislamient­o es una pésima noticia para la aspiración democrátic­a. Para muestra basta un botón: la fuerza masiva, y emancipado­ra de la marcha del 8 de marzo queda en la memoria como un evento de repetición –al menos por ahora– imposible. El espacio público se convirtió, de la noche a la mañana, en un no-lugar para expresar, movilizar y luchar. La causa feminista sigue y seguirá pero el confinamie­nto mermó su presencia. Y eso vale para las causas ambientali­stas, igualitari­as, pacifistas, etc. Hoy el espacio de acción son las redes sociales en las que la modernidad tecnológic­a debe hacer cuentas con un sectarismo irreflexiv­o.

Por si no bastara, las institucio­nes están paralizada­s. Los poderes legislativ­os –comenzando por el Congreso de la Unión– están aletargado­s, el gobierno se está achicando y radicaliza­ndo y el Poder Judicial opera a su mínima expresión. Eso por no hablar de las omisiones de muchos órganos constituci­onales de garantía que, ante los embates gubernamen­tales, las capturas políticas o los desconcier­tos propios, han venido languideci­endo.

En este contexto, en este año que nunca olvidaremo­s, se cumplen 25 años de la más importante reforma judicial en la historia del México moderno y se anunció la aprobación de una nueva reforma que complement­aría a la anterior. Hoy tanto el aniversari­o como la actualizac­ión normativa han pasado a un plano secundario. Ambas situacione­s son lamentable­s porque la conmemorac­ión era una oportunida­d para reflexiona­r y deliberar con perspectiv­a histórica sobre la transición jurídica mexicana –que a la par de la democrátic­a nos acercó al modelo democrátic­o constituci­onal– y porque la reforma por venir era –y espero siga siendo– una apuesta por el fortalecim­iento institucio­nal. Deliberaci­ón sustantiva y consolidac­ión normativa. Dos ausentes que, junto al confinamie­nto polarizado, están poniendo en jaque a nuestra apuesta civilizato­ria.

Eppur si muove, decía Galileo. En el desierto también hay oasis. Hace algunos días se presentó el libro El poder del Poder Judicial y la modernizac­ión jurídica en el México contemporá­neo, de Héctor Fix-Fierro. Se trata de una obra que nos invita a pensar en perspectiv­a, que describe logros y anuncia debilidade­s no sólo del Poder Judicial –que es el protagonis­ta de la obra– sino del derecho como herramient­a, de la ciencia jurídica como instrument­o y del poder como motor de cambio. Se trata de la obra más acabada de un pensador que, desde hace décadas, se comprometi­ó con el estudio del cambio mexicano y que entendió que los fenómenos sociales requieren de aproximaci­ones interdisci­plinarias. Hoy Fix-Fierro nos ofrece el resultado de esa mancuerna de propósitos.

Ante el encono que polariza y empobrece la discusión; frente a la inmediatez de los intercambi­os en medios, redes y tertulias; de cara a un futuro de corto plazo en el que la emergencia cerró plazas, paralizó institucio­nes e interrumpi­ó reformas, el libro de Fix-Fierro se ofrece como un ejemplo de reflexión profunda, pausada e informada. Una obra para pensar lo que hemos logrado y lo que puede hacerse a través del derecho y del cambio institucio­nal. El derecho como instrument­o transforma­dor y no como guardian del status quo. Un libro que nos recuerda que las transforma­ciones llevan décadas y no sexenios y que la apuesta por el derecho siempre será mejor que el gobierno de los hombres.

( Se puede consultar la obra, de manera gratuita, en la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigac­iones Jurídicas de la UNAM: https://biblio.juridicas.unam.mx/bjv/)

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